Un inspector de Hacienda de alto nivel me comentaba hace algunas
semanas: “Miguel Ángel Cámara no ha sido investigado; ha sido
inspeccionado”. La importancia del matiz se revela de inmediato. Una
inspección se produce cuando Hacienda comprueba lo que tiene asiento
físico, lo que consta aquí o allá. De esa inspección pueden derivarse
contradicciones y perplejidades, pero todo queda en una simple
constatación.
Sin embargo, una investigación va más allá. Intenta explicar a qué se
deben los desfases, los enriquecimientos sorprendentes, las causas
reales de la peculiar administración del dinero, los motivos originales
de los obsequios, las conexiones sutiles en el ámbito familiar o fuera
de él, la existencia de testaferros, los vasos comunicantes entre las
decisiones políticas y la prosperidad de quienes las toman o de su
entorno, las vías hacia paraísos fiscales… Una investigación consiste en
ir más allá de lo que registra el ordenador de Hacienda.
En lo que se refiere al alcalde de Murcia se ha tratado de una
inspección, como también en lo que afecta a Bascuñana, Berberena y
otros, aunque respecto al exconcejal de Urbanismo los registros
judiciales en su domicilio y oficinas, que curiosamente no han sido
dictados para otros imputados en los diferentes casos, alcanzaron a
identificar la tenencia de un patrimonio de arte y caprichos que
supuestamente podría responder, en parte, a regalos impropios.
Valcárcel, en cambio, sí ha sufrido una investigación, pues las
pesquisas han ido más allá de lo oficialmente constatable, pero
limitadas a indicaciones precisas del juez instructor. Hacienda ha
investigado estrictamente unos muy determinados asuntos sobre los que el
magistrado había adquirido sospecha.
Es legítimo suponer, por tanto, que una investigación profunda sobre
algunos de los tristes protagonistas de la actualidad depararía muchas
más sorpresas que las que hasta ahora nos pasman. Como suele ocurrir
siempre en estos casos, lo aflorado es tan sólo la punta del iceberg.
Pero como medida preventiva, se han cargado al delegado de Hacienda. El
mensaje es claro: el que se atreva a fisgonear está finiquitado.
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