Nadie, supongo, pondrá en duda la voluntad unitaria de Palinuro, igual
que su libertad e independencia de criterio. Su posición ha sido siempre
de una claridad meridiana y reiteradamente expuesta: la izquierda tiene
la obligación política y moral de unirse para hacer frente a una
derecha depredadora cuya fortaleza reside, precisamente, en su unidad.
Por
"izquierda", Palinuro entiende, también lo ha dicho, el PSOE y las
demás fuerzas que se digan de izquierda. Mucha gente, al parecer en
posesión de claves de autenticidad ideológica (nunca contrastada con
realidad práctica alguna), sostiene que el PSOE no es de izquierda y,
por tanto, no ha lugar a unirse con él. Algunos otros afirman que no
solamente no es de izquierda sino que es igual al PP. Opiniones ambas
tan legítimas como las contrarias y que pueden defenderse con el mismo
derecho con que Palinuro defiende esas contrarias pero que, en
principio, no obligan a quien se le exponen a tenerlas más en cuenta que
el vuelo de una mosca.
Ese
afán unitario invade hoy todos los cuarteles de la izquierda con
insólito fervor. Léase lo que dice doña Tania Sánchez de que "la gente quiere una alternativa única al PP en Madrid". Es tan fuerte la pasión por la unidad que hasta los bravos luchadores contra el bipartidismo quieren
otro bipartidismo. El suyo. Tan fuerte que alguien que, como esta
señora, hubiera sido calificada en otras circunstancia de tránsfuga, que es lo que es, se erige en abanderada de la unidad de la izquierda.
Cierto que no la llama unidad de la izquierda.
Los estrategas de la formación con la que quiere confluir la señora
Sánchez no gustan de estos términos de izquierda y derecha y prefieren
hablar, como ella, de unidad popular. Bizantinismos inútiles y
un poco ridículos si se tiene en cuenta que, de cumplirse el deseo
unitario en estos términos, la lucha sería entre el Partido Popular y la
Unidad Popular, lo que suena un pelín cantinflesco.
Pero
hay algo de mucho más calado. En su grito por la unidad, la señora
Sánchez pide que los "militantes defraudados del PSOE" se unan a su
proyecto. Eso ya no es tan inocente y es una carga de profundidad contra
ese partido, al querer introducir una cuña entre sus militantes "no
defraudados" (probablemente unos burguesazos sin principios ni verdadero
espíritu izquierdista, unos traidores) y los "defraudados", que son los
buenos a quienes se recibe en esa flamante Convocatoria por Madrid
que tiene una semana de vida y a la que quizá apenas le quede otra, si
quien la promueve actúa como tiene por costumbre, escindiéndose de las
organizaciones al grito de "unidad".
Ignoro hasta dónde llega la memoria de la señora Sánchez y, por tanto, no sé si recuerda que esta táctica de promover la unidad por abajo (los militantes "defraudados") y el enfrentamiento por arriba,
con la dirección "traidora", etc, etc. es el meollo de la política
sectaria de los comunistas en los años veinte del siglo XX que, en
algunos casos los llevó a aliarse con los nazis en contra de los
socialdemócratas, a los que llamaban "socialfascistas" con el habitual
alarde de ingenio. Quizá lo recuerde o quizá no, eso es indiferente.
Aquí lo único esencial es que se postula una unidad de la izquierda (o
popular, tanto da), al tiempo que se trata de fraccionar el PSOE,
tildándolo de derechista y ofreciendo la salvación izquierdista, la
integración en el rebaño de los buenos, a los "defraudados".
En
contra de lo que parece a simple vista, lo llamativo no es que una
señora haya fracturado su propia formación por razones entre las que
parece haberlas personales y muy fuertes para crear a toda prisa una
organización que puede sacrificar mañana por parecidos motivos. Eso es
marca de la casa. Lo llamativo es que niegue al PSOE la vitola de
izquierda y discrimine a sus afiliados según sus particulares criterios.
Lo llamativo es cómo todas las prédicas sobre unidad enunciadas en el
territorio de la "verdadera" izquierda siguen estando presididas por el
odio a la socialdemocracia típico de los citados años veinte y típico
también del inagotable afán de Anguita -el referente intelectual de
estas fuerzas "populares", "cívicas", etc- de hundir al PSOE.
Pero
mucho más llamativo es el comportamiento de algunos militantes de este
partido. Leo que mi amigo Enrique del Olmo, militante del PSOE, que se
postuló para candidato a la alcaldía de Madrid, al frente de un grupo
llamado gana Madrid, compuesto sobre todo por socialistas, se ha integrado en la Convocatoria por Madrid. Ignoro si Del Olmo y sus amigos forman parte de la primera cosecha de defraudados,
de doña Tania Sánchez. Ellos sabrán. Pero defiendo con uñas y dientes
su derecho a estar en donde les parezca y hacer y decir lo que quieran,
igual que, espero, ellos respetarán el mío de hacer lo propio. Sobre
todo porque, al no tener nada que ver con el PSOE, me es imposible
sentirme defraudado o satisfecho.
Solo me permito una observación que tiene algo de reveladora: ¿alguien imagina una situación como la de los amigos de gana Madrid
en algún otro partido de esos de la "verdadera izquierda", de esos que
dicen lo de que el PSOE y el PP son iguales? ¿Alguien piensa que unos
militantes del Partido Comunista, de IU, de Podemos, pueden actuar
conjuntamente con otras gentes que los consideran "defraudados" por el
partido en el que militan?
No
siendo Palinuro de partido alguno y rigiéndose solo por criterios de
integridad personal, rectitud y sinceridad, sin reconocer deber de
obediencia a nadie, defiende el derecho de estos militantes socialistas a
hacer lo que crean en conciencia que deben hacer.
Pero,
en serio, ¿cree alguien que puede dudarse de la condición de izquierda
de un partido que muestra esta tolerancia, democracia y libertad
internas y que lo hagan, además, gentes que estas virtudes ni las
huelen?
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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