Antes de nada un matiz a los amigos de eldiario.es
a cuenta del titular. El coste de la reforma del medio millón de euros
del ático de Rouco no recae sobre la Iglesia sino sobre los
contribuyentes, que somos quienes pagamos esta vida de lujo asiático
porque nos sobra el dinero. La Iglesia se financia casi en su totalidad
directamente con transferencias netas de dineros públicos e
indirectamente por sus privilegios fiscales.
Al asunto en sí y tratado en modo civil. Luego vamos al espiritual. Monseñor okupa Rouco Varela se muda a un ático
de 370 metros cuadrados, seis dormitorios, cuatro WCs, en la calle
Bailén, pegando al arzobispado, con una vista de ensueño, con un cuerpo
de casa compuesto por dos monjas y un cura. Se hace uno una idea. Pero
se puede completar yendo a idealista.com y buscando algo parecido. Aquí está. Ático de 470 metros cuadrados en el mismo sitio por 2.100.000 euros.
Son 100 metros cuadrados más. Bajen el precio a 1.800.000 porque el de
Rouco tiene mejores vistas y, además, no vamos a reñir por calderilla.
Merece la pena verlo. Tiene gimnasio y una biblioteca que parece de
Oxford. No está mal para un jubilado forzoso que quiere seguir vigilando
la recristianización de España y necesita un lugar acorde a su
importancia.
Además, córcholis, lo mismo hizo SS. Benedicto XVI, retirado como está a un palacio de dos plantas al que llaman monasterio Mater Ecclesiae,
construido en los años 90 dentro de los jardines del Vaticano, cabe la
Fontana dell'Aquilone y regido por clarisas. Y ¿qué decir del arzobispo
de Granada, cuestionado por su gestión de los abusos sexuales en su
diócesis, que vive como un Boabdil, en un palacio de más de 1.200 metros
cuadrados, con Visa oro a cargo del arzobispado y gastos
estratosféricos? Si lo hacen Ratzinger y Javier Martinez, ¿por qué no
Rouco?
El
modo espiritual tiene otras facetas. La obvia: hay que ver qué vida se
dan los encargados de difundir el mensaje de uno que dicen que nació en
un pesebre y siempre estaba de visita porque no tenía domicilio propio.
Con estas cosas se enciende el ánimo de las llamadas comunidades de
base, compuestas por "auténticos cristianos", indignados por conductas
que no creen compatibles con el Evangelio. Estos protestones se sienten
hoy respaldados por el Papa Francisco quien, para dar ejemplo, reside en
un apartamento de cincuenta metros cuadrados. Sí, es un ejemplo.
Cincuenta metros cuadrados. Pero en San Pedro.
Y
es que hay una contradicción insalvable en el catolicismo. Uno no
gestiona una gran empresa ecuménica, con intereses materiales y
espirituales en todas partes del planeta desde un pesebre; no confía las
relaciones diplomáticas con los poderes de la tierra a los frailes
mendicantes; no envía a los de la teología de la liberación a negociar
unas u otras medidas legislativas de los gobiernos. Hay que ser alguien
en el mundo. Tener un Estado. Con Guardia suiza. Y un banco. O más. Y
pisos, casas, tierras, palacios, monumentos, catedrales, iglesias. Y un
PIB altísimo, aunque no creo haberlo visto nunca.
Sería
ideal que un renacimiento evangélico purificara a la Iglesia de la
corrupción. Los cristianos de base hacen bien en esperarlo. Tienen
experiencia. También esperan la vuelta del Mesías y, según parece, la
resurrección de los muertos. La esperanza es lo último que quedó en la
caja de Pandora.
Y,
mientras esto llega ¿por qué la Iglesia católica, que es una asociación
privada, no se financia por sus propios medios? O sea, ¿por qué no
cumple lo previsto los Acuerdos vigentes con la Santa Sede?
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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