Que
un país normal no puede estar gobernado por un corrupto al frente de un
gobierno corrupto sostenido por un partido corrupto es la evidencia
misma. En España, sin embargo, es al revés: un personaje presuntamente
corrupto preside un gobierno presuntamente corrupto y apoyado en un
partido que también lo es. Y no hace poco tiempo, unos meses o unos
años, sino hace diez, veinte años. Es una corrupción, un robo, un saqueo
sistemático, hace ya mucho, demasiado tiempo.
No
lo dicen los analistas o comentaristas, los observadores o adversarios
políticos, siempre parciales. Lo dicen los jueces que, frente a las
maniobras de obstaculización y sabotaje de la justicia de estos
delincuentes capaces de todo, llevan adelante su tarea con integridad y
valor moral. Son los jueces los que plantean la cuestión de si el PP es
en verdad un partido político o una asociación de malhechores,
organizada para delinquir. Y, ante esta posibilidad, ya abierta hace más
de tres años, cuando estalló la Gürtel, Rajoy, su gobierno, sus
colaboradores, hubieran debido dimitir y ponerse a disposición de la
justicia.
En
lugar de eso, hicieron lo contrario: se enrocaron, se negaron a hablar,
a dar explicaciones, a rendir cuentas. Obstaculizaron cuanto pudieron
la acción de la justicia, destruyeron pruebas, mintieron al parlamento,
lo ningunearon, echaron mano de todo tipo de triquiñuelas, recurrieron a
fraudes procesales y trampas para evitar que se conociera la verdad. Su
acción de gobierno en estos tres años ha consistido en salvarse
procesalmente de una acusación formal apabullante y que está ya en
puertas pero que han tratado de ocultar por todos los medios, engañando,
confundiendo y mintiendo sin parar.
Es
inadmisible que en un país que obliga a los de Podemos a mostrar hasta
el recibo del gas, el presidente del gobierno todavía no haya aclarado
si cobró o no sobresueldos, por qué importe, por qué motivo y
procedentes de qué fondos; que no haya explicado si se costeaba sus
trajes y viajes o lo hacían sus amigos delincuentes; que no
haya documentado cómo se abonaron los actos electorales que prepararon
sus clamorosos y falsos triunfos; que no haya aclarado la financiación
ilegal de su partido; que ninguno de los enchufados de la dirección de
este, varias docenas, haya dado cuenta de sus respectivos sobresueldos,
sus enchufes, mamandurrias, robos, saqueos, latrocinios, incluido el
expolio de Caja Madrid, que ha sumido el sistema español en la crisis
actual.
Ciertamente,
no un partido sino una presunta asociación de delincuentes. Desde el
principio. Dirigida por gente adecuada a las exigencias y necesidades:
Aznar, un déspota corrupto; Rajoy, un sinvergüenza; Cospedal, una
embustera; Floriano, un imbécil; González Pons, un caradura; Hernando,
un chulo; Arenas, un payaso. E cosí, via, verdadera escoria intelectual y moral como Mato, Wert, Guindos, Montoro, etc.
Este
gobierno de granujas y pillastres dice muy poco de la calidad europea
de nuestro país y mucho en cambio de la tradición de engaño, embuste y
sinvergonzonería de España como el reino de la picaresca, la oligarquía,
el caciquismo, el vivan las caenas y el ¿qué hay de lo mío, ministro?
Y menos dice aun que tan denigrante situación no haya sido expuesta a
la luz pública y sancionada y corregida por la opinión pública, los
medios de comunicación y la oposición política y hayan tenido que ser
los jueces quienes descubran este pudridero de ladrones y farsantes que
se hacen pasar por diputados, senadores, consejeros, ministros o
presidentes.
La corrupcion del gobierno y su presidente es pavorosa, pero la cobardía de la oposición y quizá su complicidad aun lo son más. Y quede para otro día el caso de la Iglesia católica, la organización parasitaria más corrupta del sistema español.
¿Es posible que la opinión esté adormecida, los medios comprados y la oposición sea cómplice? Pues sí, es posible y bastante seguro. Pero en algún momento habrá que tomar una decisión que justifique su existencia y abra la posibilidad de una regeneración democrática que dé a la gente algo de esperanza y a los medios y la oposición una posibilidad de supervivencia.
La corrupcion del gobierno y su presidente es pavorosa, pero la cobardía de la oposición y quizá su complicidad aun lo son más. Y quede para otro día el caso de la Iglesia católica, la organización parasitaria más corrupta del sistema español.
¿Es posible que la opinión esté adormecida, los medios comprados y la oposición sea cómplice? Pues sí, es posible y bastante seguro. Pero en algún momento habrá que tomar una decisión que justifique su existencia y abra la posibilidad de una regeneración democrática que dé a la gente algo de esperanza y a los medios y la oposición una posibilidad de supervivencia.
¿A qué espera la oposición para presentar una moción de
censura a un gobierno que no gobierna porque está ocupado en el expolio
de los dineros públicos y en evitar su procesamiento por eso mismo? ¿A
que los jueces llamen a declarar y sienten en el banquillo al presidente
de los sobresueldos?
(*) Profesor emérito de Ciencia Política en la UNED
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