El viernes nos desayunábamos con unas declaraciones del presidente de
uno de los sindicatos de regantes de Murcia, don José Manuel Claver, en
el más puro estilo caciquil años cincuenta, diciéndole a los regantes,
por eliminación, a quién tienen que votar en las próximas elecciones:
«Los regantes sabemos a quién no tenemos que votar», afirmaba el
prohombre, erigiéndose en voz y voluntad de toda la comunidad de
regantes de la región y quién sabe si del universo mundo.
Estas
declaraciones, precedidas de un posible desbordamiento del río Ebro y de
las declaraciones de Podemos tanto en Murcia como en Aragón en contra
de nuevas obras faraónicas que endeuden aún más a la gente (léase
trasvases) situaban un marco mediático que el Partido Popular ha
explotado en los últimos años con gran éxito, bien es cierto que más de
público que de crítica.
El Agua para Todos "misteriosamente
desaparecido del frontispicio del Ayuntamiento de la capital desde que
el Gobierno de la nación es también del Partido Popular" ha funcionado
durante mucho tiempo como la coartada perfecta para cualquiera de los
muchos desmanes de nuestros populares gobernantes. Que Murcia es una de
las regiones con más paro de nuestro país: Agua para Todos. Que los
índices de desigualdad y de pobreza crecen aquí más que en ninguna otra
región de Europa: Agua para Todos. Que estamos a la cola en niveles
educativos y a la cabeza en casos de corrupción: Agua para Todos. Y así
sucesivamente.
No hay un solo indicador socioeconómico que
aproxime a nuestra región a las medias nacionales. Muy al contrario, la
gran mayoría de ellos nos sitúan siempre en los últimos puestos de todos
los rankings. Pero hasta hace poco no importaba lo mal que pudiera
haberlo hecho el Gobierno del Partido Popular. El Agua para Todos era el
abracadabra electoral capaz de convertir la pésima gestión de nuestros
políticos en una suerte de teoría conspiranoica en la que el origen de
todos los males de Murcia era el déficit hídrico y la solución a todos
ellos el agua. Aragón, Zapatero, España y el curso de los ríos que van a
dar en la mar, que es el morir, se confabulaban contra Murcia. Eso
estaba más claro que el agua, que el Agua para Todos. Pero le ganamos
las elecciones a Zapatero. Llegó Rajoy al poder. Y el Agua para Todos se
ha quedado en los pequeños hilillos de un decreto de sequía que no solo
no era para todos sino que no satisface a nadie.
El señor José
Manuel Claver, ese que dice: «Los regantes sabemos a quién no tenemos
que votar», no es un regante. Si lo fuera, su afirmación sería
igualmente falaz y tendenciosa, pero es que resulta que, para más inri,
no lo es. El hombre es abogado y miembro del cuerpo jurídico militar en
la reserva. Y es, además, y sobre todo, hombre de confianza de Luis del
Rivero, presidente de Sacyr Vallehermoso hasta 2011. De modo que ese
hombre que se arroga el derecho de hablar y casi hasta de votar por
todos los regantes, no solo no es un regante sino que está, en realidad,
en estrecha relación con la empresa que, casualmente, ha participado en
la construcción del aeropuerto sin aviones de Corvera y la autopista
sin coches Cartagena-Vera. Con lo cual no es de extrañar que, en una
última vuelta de tuerca, hayan estado vendiéndoles a los regantes
murcianos, a los regantes de verdad, la moto de un trasvase sin
trasvase.
Parecerá, después de todo lo expuesto aquí, que este
artículo intenta refutar las palabras del abogado Claver. Sin embargo,
es justo al revés. Uno no puede sino estar de acuerdo con ellas. A día
de hoy, los regantes saben muy bien qué partido político les ha
engañado. Saben muy bien qué partido político les prometió un trasvase
que nunca tuvo intención de construir. Saben muy bien qué partido
político ha utilizado sus necesidades y sus esperanzas para conseguir
votos y, una vez conseguidos los votos, ha tirado esas esperanzas y esas
necesidades al fondo de su particular pozo de promesas incumplidas.
Tiene usted razón, señor Claver, abogado Claver, a día de hoy los
regantes murcianos saben muy bien a qué partido político no tienen que
votarle.
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