Segundos fuera. Esto va de primeros, de
líderes. La hegemonía paulina se extiende por el coso como la gripe. Ya
están todos rodando por los platós, explicándose. Hacen cola para que
los entrevisten. No hay programa desdeñable. Las televisiones,
exultantes. Todos a chupar cámara, al estilo Pablo Iglesias, aunque este
les saca diez cuerpos con el añadido de un discurso educadamente
abrasador y una telegenia nonchalante que los hace aparecer a todos como una mezcla de conserjes de casino y boy scouts.
Por eso ninguno acepta los retos que Iglesias lanza como pregón de
justa medieval. A ver quién quiere medirse con él. Ninguno osa salir a
defender la virtud de la doncella constitucional frente al coletas
que viene dispuesto a romper el candado de su cinturón de castidad y
provocar un "proceso constituyente", algo que suena a promiscuidad de
rojos aficionados a jugar a la ruleta rusa.
Ayer
estuvo Rajoy en la Cinco a colocar su monserga. Él, como su exministra
Mato, la Infanta, el marido de esta, la esposa de aquel, el consejero,
su primo, el de la lotería, el de los terrenos, los trajes, los
balnearios o los viajes a las Islas Afortunadas, no sabe nada de nada,
no recuerda nada, no ha visto nada. ¿Caja B? No ha visto nunca una caja
B, por lo tanto la caja B no existe. Recuérdese, todo el PP sigue al pie
de la letra la doctrina filosófica del idealismo subjetivo. Si no
percibimos la caja B, la caja B no existe. ¿El juez, el fiscal, la
abogacía del Estado dicen que la caja B existe? Los habrán educado en
las perniciosas teorías del materialismo más grosero. Si usted,
entrevistador, dice que existe, la llevaría ese señor Be a erre ce ene a ese
en su faltriquera. ¿Que con esa inexistente caja B se pagó la reforma
de las sedes del PP en Palma, Logroño o Madrid? Imposible. Luego, esas
sedes no existen. La sede de Génova no existe. El despacho de Rajoy en
la sede no existe. Rajoy tampoco. Ya tal.
El presidente piensa haber encontrado un subterfugio lingüístico: nunca ha cobrado, dice, en sobres.
Pero en su comparecencia parlamentaria en 2013 reconoció que en el PP
se habían pagado sueldos adicionales, pluses, sobresueldos, para
entendernos. Y no excluyó haberlos cobrado. Que fueran en sobres o en
carretas de bueyes es indiferente. La cúpula del PP parece llevar veinte
años cobrando sobresueldos, hasta cuando eran ministros. Y eso es lo
inadmisible.
En
otra televisión, el innombrable llama presunta delincuente a doña
Esperanza Aguirre, que viene de batallar contra las hordas bolcheviques.
Esta, cuya elegancia natural brilla sobre todo en las reyertas
callejeras, puede lucir su ingenio advirtiendo de lo mal que se curan
hoy los chorizos.
Es un nivel, ¿eh?
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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