Rajoy viene anunciando su intención de
presentarse cualquier día de estos en el Congreso con un catálogo de
medidas contra la corrupción y en pro de la transparencia.
En Occidente es costumbre aquilatar el valor de las intenciones cotejándolas con los hechos. Y estos son los siguientes:
- Un exvicepresidente del gobierno, Rato, no está en la cárcel porque el juez no cree que haya riesgo de fuga; no porque no lo merezca.
- Un expresidente de Comunidad Autónoma, Matas, en la cárcel por delincuente.
- Un jefe de la patronal, Díaz Ferrán, en prisión preventiva por presunto delito.
- Un extesorero del PP, Bárcenas, en igual situación y otros dos tesoreros en la cuerda floja.
- Un expresidente de Diputación, Fabra, en la cárcel por delincuente.
- Un exvicepresidente de CA Madrid, Granados, en prisión preventiva por presunto delito.
- Un expresidente de Caja Madrid, Blesa, imputado.
- Un partido de gobierno al que un juez imputa haberse lucrado con el producto de un delito.
- Una miriada de altos cargos imputados, procesados, acusados; entre ellos el propio presidente del Gobierno, acusado de cobrar sobresueldos de turbio origen.
Esos son
los hechos. Sobre ese trasfondo el señor Rajoy dice tener suficiente
legitimidad para presentarse en el Congreso con el dicho catálogo de
medidas en pro de la honradez, las buenas prácticas, la moral, la
rectitud, que le han preparado sus equipos, igual que Dios entregó a
Joseph Smith el libro del Mormón. Un adelanto se nos ha ofrecido ya con
ese portal de la transparencia propiciado por la vicepresidenta Sáenz de
Santamaría que, al parecer, oculta más datos de los que facilita y los
que facilita solo los entrega si quien los pide se identifica
previamente. Con la afición de este gobierno a identificar con ánimo de
multar, no es extraño que el portal apenas tenga visitas.
Con
todo, no son estos cínicos, brutales contrastes entre lo que se dice y
lo que se hace lo que convierte la cacareada intención regeneradora de
Rajoy en una burla sangrienta. Al fin y al cabo, algún alma de cántaro
podrá argumentar que todos los hechos torcidos son anteriores a la
formulación del propósito mormón de Rajoy.
La
burla viene después, cuando, como demostración de aquella noble
intención, lo primero que hace Rajoy es nombrar vicepresidenta de una
comisión parlamentaria a la ex-ministra Mato, obligada a dimitir hace
unos días por corrupta. Eso refleja con exactitud el respeto que el
Parlamento inspira a Rajoy.
Y
no solo el Parlamento. La misma democracia. La señora Mato dice no ver
por qué no puede ella desempeñar cualquier responsabilidad en el
Congreso, lo cual no es extraño dado que se especializa en no ver ni
Jaguares. Lo alarmante es que su jefe no vea el grado de desprecio que
su decisión revela. Y menos parezca ver hasta qué punto se degrada la
democracia cuando el gobierno se enfrenta a la protesta social empleando
la policía casi como una banda de matones dotada de impunidad para
amedrentar a la población.
Palinuro
insiste: los principales culpables de esta situación son los partidos
de la oposición, incapaces, no de controlar los desmanes del gobierno
(pues este se encarga de hacerlo imposible), sino de oponerse a ellos
con valentía y audacia, de forma que lo obliguen a retroceder. Lo menos
que puede hacer la oposición es presentar una moción de censura. Lo
más, dejar de legitimar esta farsa por la que una democracia
parlamentaria se ha convertido en un régimen autoritario que gobierna
por decreto. No ser comparsas. Ausentarse del hemiciclo.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED
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