Ser amigo de Vicente Martínez Pujalte es
una garantía de lealtad hasta en el infierno, pero el presidente de la
Comunidad Autónoma, que es uno de ellos, no debería estar obligado a
ser, además, amigo de los amigos del diputado.
¿Qué falta hace a Alberto
Garre codearse con Rodrigo Rato en la finca alhameña de Martínez
Pujalte? Rato, ya saben: el de las tarjetas black y el de la presunta
comisión de seis millones de euros cobrada del banco Lazard por
encarguitos realizados desde Bankia. Uno al que retratan con frecuencia
en los aeropuertos suizos.
Esto es a lo que se llama amistades
peligrosas, pero, sobre todo, innecesarias. Como innecesario es que
Garre comparta su tiempo libre con el diputado de CiU Sánchez Lliure,
otro amigo o tal vez socio de Martínez Pujalte. ¿Qué tiene que comprar
el presidente en ese mercadillo?
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