No parece fácil añadir nada al caso Caja Madrid-Bankia,
Blesa-Rato, que tanto espacio viene ocupando en los medios desde hace
tiempo con no pocos avatares y jugosas y escandalosas evidencias. La
consejera delegada de Bankinter,
María Dolores Dancausa, profesional acreditada que suele hablar claro y
trata de defender su profesión, sostuvo ayer que el caso Caja
Madrid/Bankia es un ejemplo de chapuza y saqueo. No es posible decir más
y mejor con menos palabras. No está claro que vino antes, si la chapuza
o el saqueo, o si fueron simultáneos. Pero es evidente que de eso hubo
mucho. Y que con esos conceptos es más fácil ordenar el caso.
El saqueo empezó con el pacto Partido Popular-CCOO-Izquierda
Unida (verano de 1996) que forzó la dimisión de Jaime Terceiro y llevó a
Miguel Blesa a la presidencia ejecutiva y absolutista, de la caja. Para
entender mejor ese momento vale con revisar la entrevista que en aquel
momento publicó El País.
El pacto era un despropósito que comprometía el futuro de la caja y
abría la puerta al saqueo con perversos incentivos poco resistibles al
“nuevoriquismo” de la época. Los que pactaron obtuvieron rendimientos
personales tan extraordinarios como abusivos. Blesa multiplicó la
retribución del presidente por más de veinte en pocos años, de los
180.000€ de Terceiro a más cuatro millones, incluidos consejos de
participadas y equivalentes, donde lo legal era no cobrar o entregar a
la propio caja. Los miembros destacados del consejo saltaron de una
media de 25.000€ año a más de medio millón. Y además una cuenta de
gastos personales con las tarjetas negras (bendecidas por inspectores de
Hacienda en excedencia que siguen perteneciendo al cuerpo sin que se
sepa del inicio de un expediente de expulsión). Todo ello forma parte
del saqueo con chapuza.
Pero hay otra parte más grave, con consecuencias funestas: la
destrucción en el corto plazo de una década de la que era una de las
instituciones financieras más solventes, más rentables y con más futuro
en España. Todo un récord de libro, un caso de estudio sobre como
destruir valor. En 1996 Caja Madrid era una entidad de primera, tras
poco más de una década de saqueo y chapuza, acabó en un rescate que ha
costado 22.000 millones, que no es probable que se recuperen
íntegramente tras un largo e intenso proceso de recuperación con
criterios profesionales alejados del saqueo y la chapuza.
Las declaraciones ante el juez de los dos últimos expresidentes de
Caja Madrid/Bankia, torticeras con ánimo exculpatorias, agravan la
culpa. Es evidente que hubo malas prácticas contables intencionadas para
ocultar los gastos personales con las tarjetas. Malas prácticas y
audacia, que pasarán a los anales de la evasión fiscal con tarjetas de
crédito que, necesariamente, dejan rastros si se buscan con diligencia.
Un juez decidido a la acusación de apropiación (robo), puede añadir
los delitos de fraude, malversación, ocultación, maquinación… en
provecho propio y con grave daño al común. Y no menos grave es que todo
se hizo con altas dosis de impunidad: El acuerdo PP-IU-CCOO
debería haber puesto en alerta a autoridades y supervisores. El
entramado de intereses de los aparatos sindicales, patronal y de todos
los partidos representados en los consejos de la Caja y de su Fundación,
no eran menos sospechosos. Pero todos miraron a otro lado. Hubo
complicidad con chapuzas y saqueos. Ahora, cuando menos, deberían quedar
claras las responsabilidades y los personajes, evitando la trampa del
calamar, de la confusión y la fuga procesal.
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