Vino a Murcia hace más de medio siglo y acaba de morir hace una semana a los 85 años. El capuchino valenciano Clemente de Alcudia era el religioso más antiguo en el Colegio San Buenaventura, de la plaza Circular, donde siempre dió clase en Primaria pero atendía todas aquellas necesidades puntuales que se iban produciendo y él podía solucionar. Era un comodín nada comodón como atestiguan esas ojeras que le caracterizaban desde que le conocí en octubre de 1960 al comenzar a darme clase.
Pese a su veteranía y entrega, nunca quiso ser rector de la comunidad de padres y hermanos legos desplazados, al principio, desde los conventos de Totana y Orihuela y, por contra, era un excelente relaciones públicas con la sociedad murciana y con los padres y madres de alumnos, a los que solía conocer por su nombre pese al paso del tiempo. Estaba muy implicado con toda la comunidad escolar que se ha ido renovando a lo largo de ese medio siglo.
Clemente se ordenó sacerdote en Orihuela el 21 de marzo de 1953 llamándose todavía Joaquín Tréscoli Chornet-Marqués. Perteneciente a una pudiente estirpe de la nobleza terrateniente de L'Horta, al sur de Valencia, su familia entregó toda su dote a la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos a partir de lo cual Clemente se mantuvo con humildad en la austeridad material sin renunciar a lo básico. Nunca quiso ser trasladado fuera de Murcia y aquí pasó prácticamente toda su vida como religioso y como persona muy incardinada en el vecindario más próximo, al que asistía en diversos órdenes de la vida y del espíritu. Desde el primer año de su ordenación y hasta julio de 2010 ejerció de capellán en la ermita de la pedanía murciana de Santa Cruz aunque también solía oficiar en la de San Antón, en Llano de Brujas. Actualmente solía hacerlo únicamente en el convento de las Capuchinas.
Clemente se ordenó sacerdote en Orihuela el 21 de marzo de 1953 llamándose todavía Joaquín Tréscoli Chornet-Marqués. Perteneciente a una pudiente estirpe de la nobleza terrateniente de L'Horta, al sur de Valencia, su familia entregó toda su dote a la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos a partir de lo cual Clemente se mantuvo con humildad en la austeridad material sin renunciar a lo básico. Nunca quiso ser trasladado fuera de Murcia y aquí pasó prácticamente toda su vida como religioso y como persona muy incardinada en el vecindario más próximo, al que asistía en diversos órdenes de la vida y del espíritu. Desde el primer año de su ordenación y hasta julio de 2010 ejerció de capellán en la ermita de la pedanía murciana de Santa Cruz aunque también solía oficiar en la de San Antón, en Llano de Brujas. Actualmente solía hacerlo únicamente en el convento de las Capuchinas.
En los últimos tiempos era frecuente verlo, todavía bastante lúcido, por los alrededores del colegio departiendo con los vecinos y ex alumnos, a los que siempre preguntaba por padres y hermanos, que también habían pisado los Capuchinos. Y es que Clemente de Alcudia llevaba ahora mucho tiempo, más dedicado a labores litúrgicas y a visitar enfermos, que a labores educativas aunque era por antonomasia desde siempre el relaciones públicas del centro. Hace pocos meses pude hablar un rato con él, en la esquina del paseo Alfonso X el Sabio, al interesarse sobre cómo le iba a mis hijos y por el estado de salud de mis ancianos padres.
Desde los años 50 y 60 del siglo pasado, junto al muy prematuramente desaparecido Padre Buenaventura de Orán, Clemente formaba con él un tándem de profesores jóvenes capuchinos incorporados al colegio en la segunda tanda tras la fundación del colegio por el Padre Estanislao, en los años 40, para competir en buena lid con el internado de los Maristas de 'La Merced' y el de los Jesuitas de 'Santo Domingo', en Orihuela.
Clemente de Alcudia fué sepultado hace unos días en el cementerio particular en el huerto del convento-madre de La Magdalena, de los Padres Capuchinos, en la localidad de Massamagrell, al norte de la ciudad de Valencia, donde reposan los restos de otros legendarios capuchinos entregados a la formación humanista y en valores de varias generaciones de murcianos, como Hugolino y Benjamín Piquer, y cuyo rector actual es otro clásico fraile pasado por Murcia, como es el recordado Padre Bernardo, en su momento responsable de disciplina a sus 27 años y con toda la barba.
Hoy se ha celebrado en Murcia una misa funeral en la parroquia capuchina de Nuestra Señora de los Buenos Libros a la que hemos acudido numerosos ex alumnos de bastantes promociones, educados todos bajo el lema 'Ciencia y Virtud' como una impronta grabada para siempre a fuego en nuestras mentes, piel y corazón por personas como Clemente de Alcudia que, con su tránsito, definitivamente cierra todo un ciclo de existencia del Colegio San Buenaventura desde su apertura en 1947, y por el que han pasado otros frailes díficiles de olvidar, como el ya desaparecido Padre Juan Crisóstomo, enterrado en Totana, junto a Ángel de Novelé, los todavía vivos Padre Claudio o Padre Generoso de Javalí, disfrutando de su jubilación en el convento de Alicante junto a Fray Abel, y en Valencia como capellán, el Padre Alberto.
Fiel a la regla capuchina, Clemente de Alcudia se mezcló con el mundo y nunca se encerró en el convento. Si bien como perteneciente a una orden predicadora nunca pisó la misión capuchina de Valledupar, en Colombia, cambió ese gozo experimentado por algunos de sus hermanos en San Francisco por el de evangelización de los murcianos en vez los indios motilones.
Algunos acudiremos pronto a Massamagrell a pedir la intercesión de Clemente de Alcudia para quedar protegidos en tiempos tan inciertos y turbulentos.
Gracias y descansa en paz para siempre, amigo y maestro.
Gracias y descansa en paz para siempre, amigo y maestro.
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