Sin profundizar excesivamente en su importancia, creía, como el resto de los mortales, que las ruinas descubiertas en San Esteban eran un tema menor. Restos miserables de unos cimientos de adobe indignos de ser conservados.
Pensaba escribir un articulo defendiendo la necesidad de una intervención arqueológica exhaustiva y rigurosa del yacimiento, documentándolo con las técnicas mas sofisticadas, cartográficas y fotográficas, para conocer mejor la evolución de la ciudad de Murcia, y después, tararí que te vi. Vía libre al parking.
Le he dedicado días a este asunto hablando con los que de esto saben, leyendo y aprendiendo. Ahora tengo todo el tiempo del mundo y lo dedico a estas modestas reflexiones de hombre libre que intentan reflejar mis artículos. Lo que ocurre es que, además, necesitaba la prueba del convencimiento para tomar partido. Llegó pronto.
Con toda celeridad están procediendo a ocultar a los ciudadanos cuantos movimientos se hacen en la excavación. Las vallas de cerramiento enmalladas que permitían ver al trasluz, han sido sustituidas por pesadas planchas de zinc y se han instalado dobles vallas con pasillo separador. Ha nacido un Guantánamo arqueológico. Y eso está muy mal. La mera sospecha y el ajetreo invisible, nos coloca al lado de los disidentes.
Ese lugar que están ocultando hoy es único y singular, emocionalmente histórico y riquísimo urbanísticamente.
La oficialidad tiene prisa por construir aquí un nuevo aparcamiento con miles de coches más, saturando el tráfico del centro y aumentando la polución, cuando lo correcto sería construir aparcamientos disuasorios fuera del centro, activando un buen transporte público. No se entienden tantas prisas, cuando lo que cabría esperar de instituciones y autoridades son otras decisiones en aras del interés general.
Es sospechoso el intento de desmontar lo hallado perteneciente a la ciudad islámica del siglo XIII, para ver qué encontramos del siglo XII. Puestos ahí, deberían seguir ahondando hasta encontrar petróleo, y si me apuran, hasta llegar a las mismísimas puertas del infierno, que a mi me dijeron de niño que estaban en el centro de la tierra. Todo conduce a la destrucción del yacimiento.
No se entiende el propósito de levantar materiales tan frágiles y sensibles, trasladándolos, para finalmente montar esa ficción escenificadora de una farsa encima del aparcamiento.
También quieren levantar muros pantalla de hormigón para proteger las tres fachadas de San Esteban que dicen se han quedado al aire. Quieren proteger 'lépalédimesiélepresidánt'.
Al hallazgo, la autoridad competente lo califica como carente de valor monumental porque no se han encontrado arcos ni pinturas, sus materiales son de baja calidad y pertenecen a una época de decadencia del mundo musulmán. La autoridad no solo desprecia y descalifica, también está diciéndonos quién lleva la vara de mando.
Posiblemente estén pensando instalar otras ruinas con uso similar a las de Santa Eulalia o Verónicas, tan proclives a convertirse en vertederos callejeros.
Dice la autoridad que este descomunal hallazgo carece de valor. Ya me gustaría a mi que estas ruinas fueran tan grandiosas como las de Pompeya, con frescos, estucos, mosaicos y suntuosos palacios. O similares a las ruinas de Akrotiri en Santorini, la legendaria ciudad de la Atlántida. No son tampoco los de Medina Azahára, la ciudad musulmana de ensueños y fantasías, flor de al-Andalus. Ni en fin, desgraciadamente, es el deslumbrante Foro Romano, corazón de la antigua Roma desde el reinado de Cesar Augusto, incluyendo al Senado del pueblo de Roma y al propio Coliseo.
Esto que se ha encontrado es Murcia, son nuestras pobres ruinas según la autoridad, y para otros muchos más, estas ruinas simbolizan y representan lo que fuimos, nuestros orígenes, y por eso debe evitarse su alteración a toda costa.
Este yacimiento puede que no enriquezca la historia mundial de arte, pero sí revive la historia pura, la vida popular de una ciudad llamada Murcia, y el testimonio de que por esas calles descubiertas paseó a caballo Alfonso X el Sabio. Ahí hubieron palacios, mezquitas con minarete y casas. Y también calles con cloacas, canaletas, desagües y alcantarillados, entre otros vestigios urbanos.
Es un legado histórico murciano auténtico y no son piezas de un mecano desmontable que estorba y molesta al proyectado aparcamiento.
Las piedras están ahí y nos están hablando. Oigámoslas. Sobre estas piedras se edificó Murcia. Son para nosotros como las 'piedras vivas' de San Pedro y están cantando con Joan Báez el «no nos moverán» de nuestra juventud esperanzada, cuando queríamos cambiar el mundo.
Si se reafirma y protege bien lo descubierto, protegiéndolo, evitando que otra catástrofe acuática lo arrase, -como pasó con los Baños Árabes-, se habrán salvado.
Con otros criterios de gobierno, acompañados de mejores perspectivas económicas y mediante concurso internacional de ideas, podría nacer un espacio reconstruido y recreado, capaz de enriquecer nuestro patrimonio y autoestima.
El tiempo lo dirá. Ojalá no haya vencedores, ni vencidos, y la ganadora real sea Murcia. Entonces, también habrá valido la pena -utilizando los versos de Neruda en defensa de las ruinas- decirles aquello de vengo a hablar por vuestra boca muerta, en nombre de la historia sagrada de Murcia.
(*) Periodista
www.laverdad.es
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