Los dos términos que encabezan esta columna forman una indisociable pareja que protagoniza uno de los comportamientos más frecuentes y lamentables de nuestra triunfal democracia capitalista, cuya ilustración paradigmática representan hoy los antagónicos destinos, uno en la derrota, el del periodista Denis Robert, y otro en la apoteosis del triunfo político-empresarial, el de Silvio Berlusconi. El primero es un escritor francés y obstinado profesional de la investigación periodística, Denis Robert, cuya actividad de base es el periodismo, que logra reunir en 1996 a siete grandes magistrados anticorrupción y lanza con ellos el Llamamiento de Ginebra, que quiere ser la convocatoria de una acción contra el capitalismo negro y la criminalidad financiera organizada.
A golpe de libros de ensayo en los que presenta análisis de casos concretos, siete libros en los últimos diez años; de obras de ficción, ocho novelas sobre la misma problemática en el mismo periodo de tiempo; así como de una combativa filmografía, que cuenta ya con seis películas, siempre con variaciones sobre los malhechores de cuello blanco; y sobre todo gracias a una incansable movilización personal de todos los instantes, de la que da cuenta diaria en su blog La dominación del mundo, se ha convertido en el gran debelador de la corrupción financiera mundial.
Su acción se centra en la denuncia de las trampas y turbiedades de los paraísos fiscales, y más concretamente de las prácticas de las cámaras de compensación bancaria, concretamente en las de Clearstream, basada en Luxemburgo, que conjuntamente con Euroclear, representan las dos principales sociedades mundiales de clearing (compensación) financiero, instrumentos absolutamente indispensables para el buen funcionamiento de la globalización financiera, y según los datos que aporta nuestro autor, insustituibles en las prácticas de fraude fiscal masivo y de blanqueo de dinero.
Lo que tenía que producir y produjo el enfrentamiento con la poderosísima Clearsteam, cuyas prácticas expuso en sus libros Revelaciones y La Caja Negra, publicados en España por Ediciones Foca y en su documento audiovisual Los Disimuladores o el asunto Clearstream contado a un obrero de Daewoo.
Lo que se ha traducido en su inculpación en 32 procedimientos judiciales, en el acoso incesante judicial de que le han hecho objeto los inspectores judiciales luxemburgueses, con más de 200 visitas de control personal y profesional, sin olvidar la inverosímil condena por difamación al pago de 12.500 euros, impuesta por un tribunal de Burdeos por afirmaciones, que para un profano parecen muy moderadas y que fueron pronunciadas hace más de dos años, al igual que la reclamación por el Tribunal de Luxemburgo (audiencia civil) de 100.000 euros de indemnización por los 421 ejemplares vendidos en dicho país del libro Clearstream, o la reciente acusación de la fiscalía de París contra él por abuso de confianza con dolo y por robo de documentos bancarios.
Sin citar los reiterados intentos de embargo de sus bienes y el insoportable hostigamiento de todas las fuerzas que el gran poder social y político de Clearstream ha sido capaz de movilizar contra él.
Frente a ellos, Denis Robert sólo cuenta con los irrecuperables de la izquierda social e ideológica, en especial ATTAC, y con los últimos escasos reductos de la honestidad política de los partidos de la izquierda clásica. En esta situación ha decidido tirar la esponja, como acaba de anunciarnos en un vencido e-mail a los amigos con cuya, tan poco eficaz solidaridad, todavía cuenta.
"Tengo la impresión, escribe, de ser más perseguido y sancionado por informar sobre la delincuencia financiera que si hiciera una apología del nazismo... mi blog está vigilado... Queríais destruirme y arruinarme... Queríais que me callara, pues me callo. Pero muchos juicios siguen aún suspendidos y todavía es posible una comisión de investigación del Parlamento Europeo. A todos los que me han acompañado en este trabajo os digo: gracias y perseverad. La lucha sigue aunque ahora tenga que callarme".
Simultáneamente asistimos a la apoteosis de Silvio Berlusconi, de quien su antecesor en la jefatura del gobierno italiano, Romano Prodi, decía que acabaría comprándolo todo, tal vez salvo el papado. Pero la nutrida saga político-judicial del Caimán, como le llaman en su país, de la mano de su abogado británico, David Mills, no cabe aquí y habrá que dejarla para otro día.
* Catedrático de las Universidades de París y Madrid