Un devastador proceso cuyas consecuencias finales están lejos también de conocerse por ahora. De momento, los primeros pasos institucionales en esta senda han sido recorridos por el Eurogrupo, el selecto club de la Unión Europea del que forman parte los ministros de Finanzas de los países que forman parte del área de la moneda única.
Un movimiento que se verá refrendado en la próxima reunión del Ecofín, colectivo más amplio en el que ya se sientan todas las autoridades económicas de la Unión Europea (UE) y que, en principio, instará a la Comisión Europea a recabar información sobre las leyes vigentes al respecto en los países miembros para después adoptar alguna iniciativa común que ponga orden en el complicado panorama.
El impulsor de este proceso es un político de gran prestigio en los ámbitos comunitarios: el social cristiano Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo que lleva ya algún tiempo pidiendo que se instaure algún tipo de regulación común en las estructuras retributivas de los altos ejecutivos europeos. Su argumento es tan simple como demoledor. Incluso aunque para algunos comentaristas pueda resultar demasiado obvio.
Juncker opina que si estamos en un periodo en el que parece seguro que el mundo se enfrenta a una potente crisis económica cuya resolución va a representar importantes esfuerzos para los menos favorecidos, no resulta demasiado presentable que un puñado de ejecutivos, muchos de los cuales aparecen como posibles responsables de los actuales desaguisados en el inconsciente colectivo, mantengan unas retribuciones excepcionalmente elevadas, en un momento en el que además las empresas que dirigen, o dirigieron, atraviesan severas dificultades que bien pudieran estar relacionadas directa o indirectamente con su gestión.
En cualquier caso, esta decisión del Eurogrupo es sólo el primer movimiento del proceso, pero lo que sí resulta evidente es que quienes definieron y desarrollaron los modelos que hoy han hecho crisis en las finanzas planetarias han venido recibiendo unos estipendios desorbitados. Y otro elemento a considerar es que estos esquemas retributivos que les aseguraron estos emolumentos astronómicos estaban directamente referenciados a los resultados a corto plazo.
Muchas veces, incluso, a aquellos que se conseguía en el trimestre inmediatamente anterior. Y esa es una medida de gestión empresarial que será proscrita en el futuro, al menos si se pretende introducir un poco de lógica en algunas estructuras gravemente distorsionadas ahora que aparecen en la base de muchos problemas corporativos actuales.
Gerenciar grandes grupos empresariales con la vista puesta sólo en los resultados de los tres meses venideros es un ejercicio rayano en la locura. Lo mismo que lo son también esos esquemas, que se ha venido practicando con profusión en demasiados casos, que eludían tener en cuenta los riesgos que se tomaban para conseguir esos beneficios a corto plazo necesarios para consolidar los sustanciosos bonus. Y, o eso cree Juncker, la suma de estos y otros elementos parecen haber conseguido convertir en pirómanos a quienes debían haber desarrollado el trabajo de bomberos.