Es lo que todo el mundo sabe y cada dos días aparece en la prensa en forma de capítulo pintoresco, pero todo seguido causa mucha impresión. Mejor agárrense a la silla, porque es muy fuerte. Un senador cobra unos 12.000 euros al mes. Va gratis en tren, avión y barco, por las autopistas y también al cine. Las dos cámaras del Parlamento son dos agujeros negros que devoran dinero sin rendir cuentas a nadie. Hay un equipo de peluqueros que tocan a uno por ocho senadores y doce diputados. El bar del Senado, un edificio que por alguna razón gasta más agua que toda la ciudad del Vaticano, emplea a 80 personas con un presupuesto que en el mercado serviría para contratar a 200 camareros. El sueldo de un diputado se ha multiplicado por seis desde 1948, en términos reales y contando el efecto de la inflación. Los italianos son los europarlamentarios mejor pagados: unos 35.000 euros al mes. El doble de ingleses y alemanes. Cuatro veces más que los españoles.
Y hay más, claro. Los partidos reciben una generosa financiación, pese a que en un referéndum de 1993, en pleno cabreo nacional por los escándalos de ‘Manos Limpias’, el 90% de los votantes aprobaron abolirla. Pero la casta se inventó el reembolso por gastos electorales. Y ahí tenemos, por ejemplo, al Partido de los Jubilados, fundado en 1999 por el mítico Fatuzzi (por cierto, entonces tenía 42 años), que recibe 180 veces más de lo que gasta en la campaña. Todo vale con tal de meter el cazo en la cosa pública. El comisario para la emergencia hídrica de Calabria (5.000 euros al mes) se sacó de la manga una comisión de diez tipos, entre ellos una florista, un amigo jugador de baloncesto y demás conocidos. Menos mal que, al menos, había un ingeniero.
Asesores externos
Los asesores externos son otro pozo sin fondo. En 2004 se contaron 146.000 expertos en algo. Algunos para cosas muy curiosas, como el estudio sobre “itinerarios gastronómicos del pescado azul” de la Región Emilia. O el famoso caso del ministro de Justicia de Berlusconi, Roberto Castelli, que pese a la gruesa plantilla del ministerio al llegar se vio en la necesidad de echar mano de un nuevo experto en “construcción penitenciaria”. Un amigo suyo. ¿Currículum? Comercio de pescado fresco y congelado. Le renovó siete veces el contrato. En total, unos 200.000 euros.
Un caso que resume la esencia de la idea: Calabria, 2001. El parlamento regional aprueba por unanimidad una ley para poder crear grupos parlamentarios de una sola persona. Al año siguiente había 12. Cada uno con derecho a sede, a 5.000 euros para gastos y a contratar 3 colaboradores. Al final salieron 86 personas con 4.000 euros al mes. La mayoría, parientes. Hubo escándalo, pero en 2005, hacía falta más gente: 200 enchufados más. Familiares por doquier. O el repetido escándalo anual del Columbus Day, el día del descubrimiento de América, en el que mastodónticas delegaciones de las regiones del sur viajan a Nueva York a los actos conmemorativos. La excursión de Campania la componían 160 personas, que costaron más de 600.000 euros, la mitad pagados con fondos europeos para “proyectos operativos regionales”.
Más lujo que Buckingham
El despilfarro recorre toda la escala pública. Dos ejemplos. El presidente de la República es uno de esos jefes de Estado que no pintan mucho, y es improbable que el lector sea capaz de recordar más de dos o tres desde la posguerra, pero en cambio esta institución cuesta cuatro veces más que la Reina de Inglaterra. Tiene el doble de personal que el Elíseo francés. Entre ellos, artesanos de todo tipo, 59 frente a los 15 de Buckingham, como dos imprescindibles relojeros y seis restauradores de tapices. En el otro extremo, en el último escalón, están por ejemplo las circunscripciones municipales de Palermo. Un total de ocho, cada una con un parlamentino de 15 consejeros y presidente, que se lleva más de 4.000 euros y tiene coche oficial con chófer. Cobran por sesión, por cualquier motivo. Como sucedió en un pueblo cercano a Nápoles, para debatir si Plutón es un planeta.
Bueno, y aquí no cabe más. Pero imagínese un libro de 270 páginas. Es todo un manual de cómo chupar del bote en un país con un déficit brutal y único del 105% del PIB, en el que estos individuos hace décadas que piden ajustarse el cinturón y predican sobriedad. Lo peor es que, quien más quien menos, en general se aspira a entrar en el sistema, porque se puede pasar la vida saltando de despachos a consejos de administración públicos sin demostrar ningún mérito, sólo lealtad.
Se calcula que medio millón de personas viven de la política. Aunque lo que querrían la gran mayoría de los italianos es tirar de la cadena y hacer desaparecer a toda esta gentuza. Parece que nada tiene arreglo y hace mucho que es demasiado tarde.
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