Francisco Poveda
Cuando un político rezuma honestidad y el público lo percibe, tiene medio camino hecho. Y cuando otro tiene que defenderse con vehemencia, soltando tinta, haciendo el paripé y mintiendo sobre lo más que evidente, la ciudadanía también percibe que menosprecia su inteligencia y termina pasándole factura por “listo” y falto de cabeza. Ahí estamos ahora en la Región de Murcia, muy mentalizada de la necesidad de un cambio a mejor el 27-M.
Saura tiene, según se ha visto y oído, un papelito donde resume, no ya la corrupción conocida que atenaza al PP murciano, sino la que implica directamente a la propia familia del presidente que, al parecer, anda haciendo su “agosto” con el consabido supuesto tráfico de influencias, al que difícilmente se puede resistir después de tantos años de un hermano de inquilino en San Esteban. Los Valcárcel no se han visto nunca ni se verán en otra para poder medrar. ¡Ojo! que muchos otros harían lo mismo. No son únicos en la historia, ni serán los últimos estos Valcárcel de Cartagena y Mula.
Se llega al final de la legislatura, pues, con un presidente creído erróneamente de su impunidad y que piensa que se puede gastar el dinero del INFO para la promoción exterior, en un viaje de placer por California en 2006, con séquito de aduladores incluido, total para nada, ¿o se ha traído a Murcia alguna productora de Hollywood ahora que se le va “General Electric”? Como no es así, parece existe una clara malversación de fondos públicos europeos sobre la que ya investiga Bruselas, como es su obligación en estos casos de libro, más propios del Congo, República Dominicana o Bolivia. Y es que nuestro hombre está fuera de su tiempo y su contexto.
Eso no es lo más grave para la Región de Murcia. La Fiscalía Anticorrupción, también parece, ha pillado a Valcárcel en un delito muy grave con las maniobras orquestales en la oscuridad en torno a la balsa minera “Jenny”. Aquí, ¡oh casualidad! aparecen de nuevo, y como casi siempre, dos siniestros personajes del mundo regional del negocio ventajista por ser financiadores natos y netos del PP murciano: el inefable Mariano Roca Meroño y su socio, no menos inefable, Alfonso García Sánchez, ingredientes que nunca faltan en los enjuagues en torno a Cartagena y su comarca. Tomás Olivo tiene la fama pero estos dos cardan la lana aunque éste imputado por el juez Torres sea otro de los principales financiadores del PP en la Región de Murcia para poder luego hacer lo que hace.
Esto de la balsa minera ya esta en la Oficina Europea de la Lucha contra el Fraude porque el dinero que dicen se embolsaron entre todos en 2001 provenía de fondos comunitarios para temas medioambientales. No saldrá Valcárcel bien parado, si es así, de las garras de esta agencia comunitaria, sin piedad con quien se lleva indebidamente el dinero de los 27. No suele parar hasta la restitución y la puesta de los presuntos delincuentes políticos a disposición de los tribunales ordinarios. Claro lo lleva Valcárcel con estos sabuesos, que no sueltan a su presa hasta que no han conseguido triturarla. De ser así, repito, se le va a atragantar la ganga que convirtió en mena a costa del bolsillo de los contribuyentes de la Unión Europea, aparte de quedar proscrito en el Comité de las Regiones, del que tanto presume de ser miembro.
Al margen de sus implicaciones casi seguras, a través de terceros testaferros, en La Zerrichera, Lo Poyo y Novo Carthago, el remate de este “modus operandi” ha sido su presencia interpuesta como asesoría, en la suculenta venta de los terrenos recalificados de “Zincsa”, en Cartagena. Su hermano Carlos, el listo de la familia, ha actuado formalmente como asesor jurídico de la empresa intermediaria-comisionista y se ha embolsado un pastón, ¿parte del cual ha ido luego a parar a una cuenta del presidente? ¿O no es así Ramón Luis?
Y la guinda de este pastel de chocolate y corrupción bananera es el famoso piso de la Gran Vía. Nuestro hombre se lo ganó a pulso a cuenta de La Zerrichera, un caso que ha ido a parar a manos de otro futuro vecino de esta, oscura que llama Saura, y yo dejo en singular cooperativa de viviendas, el presidente de la Audiencia Provincial, el magistrado lorquino Andrés Pacheco, quien ha de coadyuvar a sustanciar los recursos de altos cargos de la Comunidad Autónoma y el alcalde de Águilas, Juan Ramírez Soto, contra las imputaciones de que han sido objeto por parte de un juzgado ordinario. ¿Fue el presidente inductor de ese presunto delito?
Esos 350 metros en plena Gran Vía y a precio de saldo para lo que se está pagando en la zona, es el chollo del siglo, y si, encima, te dan un crédito hipotecario, vaya, precisamente en “Caja Murcia”, a interés preferente, miel sobre hojuelas aunque Valcárcel lleve ganados en sueldos y dietas como presidente más de 250 millones de pesetas en los doce años que lleva en el cargo. Dinero invertido de forma diversificada en Torre de la Horadada, Aledo, cooperativas de enseñanza en “Altorreal”… y algún coche de capricho pese ser caro. Su debilidad desde niño educado en la austeridad forzosa sin perder la dignidad.
Es normal que el honor de los Valcárcel-Siso no quiera sufrir con el signo de los tiempos, que es la corrupción, pero el hermano listo ya apuntaba maneras cuando se metió a promotor, junto a su íntimo Sánchez Carrillo, para construir pequeños edificios en el centro de la ciudad de Murcia y ganarse un dinero al margen de un bufete, que no se ha normalizado hasta que el más torpe de la familia, el que iba para perdedor, no ha pegado el “campanazo” de llegar a ser presidente y abrir un duodenato del que están cansados hasta sus más grandes beneficiarios. ¿Cuánto no daría el mismo Valcárcel por poder salir corriendo hacia una isla del Caribe antes del 27-M, con tal de no pasar el trance del calvario que le aguarda, siga o no en el cargo?
No hay final feliz, no puede haberlo ya, en esta historia de intrigas y corrupción entre las columnas del Palacio de San Esteban con lucha de “delfines” a la vista de una sucesión que no será la prevista. El bueno de Pedro Saura será el siguiente porque ya nada en política se puede atar y dejar bien atado. El centro-izquierda moderado apunta a ser la realidad política inmediata de la Región de Murcia vista la manifestación el pasado sábado de la plataforma civil “Murcia no se vende”, la mejor fórmula para evidenciar el desastre de su gestión global desde hace más de una década.
Los murcianos estamos cansados de ser nuestra región paradigma de un urbanismo bajo sospecha, de la especulación urbanística, la corrupción y una constante agresión a nuestro medio ambiente, y de una ley regional del suelo, promovida por Valcárcel, que posibilita funcionar sin la más mínima planificación territorial. Y a decir del candidato socialista Saura, la familia del presidente no es ajena a la recalificación de millones de m2 de terreno a los socios del hermano mayor, Carlos, y al negocio directo que proporciona el ladrillo, a través de ocho empresas, según ha revelado el propio Saura.
Lo peor de todo es el envilecimiento y la pérdida de las formas experimentada por quien era servicial y sencillamente encantador cuando entró en política como concejal del PP en el ayuntamiento de Murcia. La metamorfosis a peor nos ha procurado un Valcárcel, que ahora no es ni sombra de lo que fue aunque muchos meses no pudiera pagar a tiempo el recibo de su comunidad de vecinos. Si la cara es el reflejo del alma, tanta corrupción a su alrededor ha terminado por convertirlo en un mentiroso compulsivo por ausencia de un urbanismo inteligente.
Algo muy parecido a lo ocurrido a los alcaldes de Águilas y Mazarrón, Juan Ramírez y Francisco Blaya, ambos del PP. El grado de envilecimiento y pérdida de formas del primero, y el endiosamiento y despotismo no ilustrado del segundo, puede dar una idea de los estragos que causa la política en espíritus poseídos por la codicia y la ambición desmesurada a cualquier precio. Y no digamos la cara que se le ha puesto a nuestro financiero de pueblo. Parece que le han echado de pronto cien años encima.
El maltrato soberbio que da Blaya en Mazarrón a algunos funcionarios municipales por advertirle que se equivoca o el trato dispensado por Ramírez a los concejales de IU que quieren evitar que se perpetúe, a base de placas de metacrilato por toda la localidad, reflejan su pérdida de perspectiva sobre el mundo en el que viven estos dos alcaldables del PP y el miedo al futuro por deparador siempre de incertidumbres.