Presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia
El atentado de ETA en Madrid ha sorprendido a todos, menos a quienes lo cometieron. Cierto es que, unos en forma de desiderata y otros a la manera de una premonición, un número de voces venía advirtiendo sobre la eventual ruptura del proceso por parte de ETA. Los más, desde el Gobierno, desde la izquierda abertzale, desde los involucrados o desde quienes lo analizamos e incluso desde un sector de la propia ETA, estábamos en la convicción de que, aunque con sus momentos críticos, todavía era demasiado pronto para que esto se frustrara. El aparato que controla las armas en ETA se ha encargado de ponerlo más difícil si cabe, de sembrar la frustración además del terror.
Si algún fracaso podemos apuntar en el momento en que ETA quiebra sus años de atentados sin víctimas mortales es el de Arnaldo Otegi. La bomba de ETA asesinó a dos ciudadanos ecuatorianos, ha producido daños cuantiosos en un aeropuerto internacional, ha dinamitado el proceso de negociación para la desactivación terrorista y, desde luego, ha desautorizado a Batasuna y a la opción política que presuntamente quiere representar. El atentado de ETA es la ruina de Otegi. Al primero que se le quedaría expresión de estupefacción ante la noticia del atentado sería a Otegi. Estoy seguro de que no creería que ETA iba a llegar tan lejos. Probablemente, o bien estaba sobreestimando su propio liderazgo al frente del proceso o bien ignorando completamente la historia de ETA. En la banda terrorista siempre ha predominado el componente armado sobre el político, los txerokis sobre los terneras. Continúa siendo así.
La racionalización estratégica del atentado por parte de ETA es absolutamente equivocada. La matriz del argumento etarra es que Zapatero depende de obtener algo sustancial en el proceso de disolución de ETA para revalidar su escaño en La Moncloa. De entrada, es una premisa del todo cuestionable. Es evidente que, a estas alturas, varios serán los maitines que estarán dándole vueltas al paralelismo de que el PP perdiera las elecciones tras un atentado y el PSOE pueda sucumbir tras otro, aunque más en diferido. Ambos escenarios no resisten la comparación, desde luego, pero seguro que en muchos análisis ya habrán manejado la metáfora. Con todo, queda aún recorrido para que el proceso derive en resultados incluso sorprendentes. De momento, Otegi podría convertir su fracaso en un triunfo, pero para ello tendría que ser muy, muy valiente. Y me caben dudas de que sea tan inteligente.
Tras la reunión entre representantes de Zapatero y de ETA, el aparato armado terrorista debía estar calculando que todavía podía ejercer más presión en el espacio de negociación. Los terroristas ejercen presión con la violencia. Kepa Aulestia describe brillantemente, en ese sentido, cómo la identidad de ETA está fraguada en una constante inercial hacia la expresión de la violencia. Así se han socializado como organización y su instinto de supervivencia, en los momentos de toma de decisiones, es decantarse por lo violento. De manera que ETA ha debido de sopesar, erróneamente como tendrán ocasión de comprobar, que un atentado obligaría al Gobierno a hacer alguna concesión antes de que Zapatero se metiera en campaña para las elecciones generales, siempre que el atentado no cruzara la línea roja de las víctimas mortales. ETA se ha equivocado, porque ni el retorno a la violencia va a generar más concesiones, pues Zapatero está limitado por su compromiso con el Congreso en ese sentido, ni ellos mismos pueden garantizar que su violencia en lugares públicos no ocasione muertes, pues han asesinado a dos ciudadanos.
Además de ser un instrumento absurdo de presión a Zapatero, el atentado tiene una lectura en la clave interna de ETA, como siempre. Es imprescindible no olvidar estas claves si se quiere leer apropiadamente el proceso, aunque a veces nos equivoquemos en las interpretaciones o en los pronósticos. Escribiendo en el lenguaje interno de la banda, la facción armada de ETA está haciendo un ejercicio de autoafirmación por encima de Otegi y de Ternera. ETA ha bombardeado el puente hacia su propio final, aunque Otegi y Ternera pueden reconducirlo. Afortunadamente, Zapatero no ha hecho ninguna concesión durante todo este tiempo, actuando con un olfato e inteligencia que puede que ni él mismo se esperara. Esta dosificación en los movimientos del Gobierno le otorga ahora una ventaja estratégica que no es desdeñable pero que, desgraciadamente, depende para materializarse de lo que ahora estén dispuestos a hacer Otegi y compañía.
El proceso puede reorientarse si Otegi, ahora ninguneado por el aparato armado de ETA, se desmarca definitivamente de la violencia y se presenta a las elecciones municipales. La jugada tendría el mismo valor posicional, en clave interna de ETA, que el atentado. La banda terrorista no se lo esperaría y quedaría momentáneamente fuera de juego, lo que recuperaría para Batasuna el centro del espacio negociador. Claro que esto supondría que Otegi es independiente de ETA, que tiene peso específico, que puede creerse eso de ser el Gerry Adams de Euskadi. Hace falta ser muy optimista para tener esperanza en esta alternativa.
La única opción de recobrarse ahora es una escisión, una lo suficientemente potente como para que sea creíble. Otegi puede convocar una rueda de prensa declarando que Batasuna descarta la violencia como medio para conseguir la autodeterminación y la independencia de Euskadi. La guinda sería que Josu Ternera apoyara desde ETA esa maniobra. Lo máximo que le puede ocurrir es que Txeroki le tenga a pan y agua durante un mes. No vamos a pedir el cielo. Sin embargo, si alguno de los dos estaba buscando el escenario ideal para pasar a la historia, éste es sin duda su momento. Ellos saben que las bases de la izquierda abertzale apoyarían esa aventura en las urnas. También son conscientes de que ETA anunció el cese de atentados hace nueve meses porque ya no tiene más recorrido. En ausencia de negociación, ETA puede ser reducida a escombros con acción jurídica, policial y judicial en dos legislaturas si se recupera el consenso contraterrorista.
Zapatero no ha fracasado. El presidente del Gobierno ha cumplido escrupulosamente lo que el Congreso le autorizó, sin trasladar a un solo preso. Menos mal. Ahora le queda desarticular comandos y continuar asfixiando legalmente a Batasuna, incluso abrir investigaciones alrededor del PCTV, a la espera de que se fracture la izquierda abertzale.