El antimurcianismo se ha acentuado, desde su práctica inexistencia, en el Bajo Ebro y el Alto Tajo, fruto de una escenificada pasión política que pretendía disfrazar una dudosa reivindicación como justa e irrenunciable. Eso, lejos de llevar a una reflexión, ha hecho irreductibles nuestras posiciones trasvasistas y, en consecuencia, a quedarnos sólos y aíslados frente a la mayoría de las regiones de España... pero con desaladoras como solución autárquica para quien dice no poder esperar más ante un sequía estructural y una escasez, que se exagera por los regadíos ilegales.
Esa indeseada proyección no es sólamente en España sino también en la Unión Europea y, más concretamente, en Londres, Bruselas, Holanda, Suiza y gran parte de Alemania. En los países escandinavos, o no existe, o ha quedado muy diluida por la imagen general que proyecta España. Y va pareja al desastre de imagen originado por el urbanismo valenciano, condenado ya en varias ocasiones por el Parlamento Europeo por depredador y fomentador de inseguridad jurídica. Los grandes periódicos de referencia y las principales televisiones públicas ya han dado buena cuenta de nosotros a costa de nuestra más que negligencia medioambiental y la promoción de emergentes especuladores de medio pelo pero, a los cuarenta, con vocación de mafiosos de tres al cuarto.
Ha quedado más que claro en toda Europa que los gobernantes murcianos no fomentan, más bien al contrario, una verdadera cultura democrática desde un civismo tan ajeno a nuestra malsana latinidad y picaresca de pillos/cínicos e, incluso, hipócritas llegado el caso. (Hay que ver el daño que, igualmente, ha inflingido Federico Trillo a la Región con su prepotente y nada humilde actitud ante el Ejército y el trato de desprecio dado siempre a los familiares de las víctimas del "Yak-42").
La proximidad a los valencianos aquí nos perjudica por medirnos a los murcianos con el mismo rasero de la desconfianza, por parte de embajadas y destacados ciudadanos de esos mismos países residentes en España. La legendaria imagen de la Huerta, asociada a las hortalizas y conservas vegetales de primera calidad en tiempos, ha sido devorada rápido por trascender las prácticas antisociales con inmigrantes y el mal trato especulador al Medio Ambiente, incluidos agua y territorio. Y eso por no hablar, de una agricultura intensiva, en gran parte tóxica y, en casos, regada con aguas de dudosa salubridad por los continuos robos al caudal del Segura en claro perjuicio de los regadíos tradicionales en las Vegas Media y Baja. En Alicante no nos tragan por bronquistas sin resultados.
Ni siquiera los dirigentes y militantes del PP en Castilla-La Mancha, Madrid, Cataluña y Aragón tienen una mediana imagen positiva de sus compañeros de la Región de Murcia y, en consecuencia, de todos los murcianos. Comenzando por ahí, nuestra imagen como región se resiente luego bastante en Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco, Navarra, La Rioja, Castilla-León y Extremadura y, mucho menos, en Andalucía, Baleares, Canarias, Comunidad Valenciana, Ceuta y Melilla. Lo instalado en el subconsciente colectivo de la mayoría de los españoles, es que cuando aquí hablamos de solidaridad, la entendemos en el sentido de que nos aporten otros lo que necesitamos, sin reparar en sus derechos, aspiraciones y razones de peso para negarse a darnos lo que les exigimos altaneros y amenazantes.
Esa pérdida, déficit o mala imagen nos afecta a todos los murcianos cuando salimos o queremos vender fuera. Precisamente por eso, los empresarios no constructores están que echan las muelas con el presidente de la Comunidad Autónoma y el secretario general de la patronal. Alguno ha hecho llegar ya el mensaje a Génova 13, de que si es para ayudar a los mismos, que no cuenten ni con su apoyo ni con su dinero en 2007 y 2008.
En la Comunidad Valenciana, el presidente de la Cámara de Comercio, Arturo Virosque, proveniente del Transporte, ya se ha enfrentado frontalmente a dos consejeros de Industria (entre ellos, el cartagenero exrector de su Universidad Politécnica, Justo Nieto) por el lacerante abandono oficial de sectores industriales en crisis y estar casi toda la atención de la Generalitat puesta en el ladrillo y el hormigón. Eso ha hecho, aparentemente, corregir el rumbo a Francisco Camps, también del PP pero de otra pasta política y nada sospechoso de presunta corrupción, como es el caso de su antecesor, el cartagenero Zaplana. De éste se ha dicho, últimamente, que se ríe de sí mismo y de todos los demás, tras ver que no se inmuta después de lo que está cayendo sobre él. Y hay quien matiza que tiene la misma ética política de un gato.
Pero esa imagen desastrosa de la Región de Murcia va a peor y en caída libre por culpa de nosotros mismos. ¿Cómo podía estar en Murcia el mayor prostíbulo de la España mediterránea sin que un alcalde, consejero, delegado gubernativo o juez lo clausurase hace mucho tiempo ante los determinantes e irrefutables datos de la Policía? La explicación es muy sencilla: allí acudían, o solicitaban servicios con regular frecuencia, ilustres ciudadanos que todos conocemos por su proyección pública, y se han cerrado también suculentos negocios del ladrillo que, de paso, presuntamente han beneficiado a altos funcionarios. Y posiblemente algún dinero negro circule en sus proximidades, o aparcamiento, para corresponder a favores inconfesables de parte. Más de un empresario de postín ha acabado casado con una prostituta extranjera a base de frecuentarla.
Muchas tropelías investigadas por la Fiscalía se celebraban en ese local, (y algunos de sus protagonistas hasta se jactaban en público), presuntamente yaciendo con menores de origen rumano en un más que claro supuesto delito de estupro. Hace poco, según distintas fuentes, un conocido y respetable hombre público en la cincuentena, al parecer, tuvo que ser evacuado por una puerta lateral al sentirse repentinamente mal después de tomar varias copas en buena compañía y aliviar un tanto las tensiones de su condición. Hasta hay quien presume de haber filmado o fotografiado a la puerta a relevantes ciudadanos por ser clientes habituales. Si la cosa queda, al final, en una tormenta en vaso de agua, ya sabemos por qué, y más si nos paramos a pensar a qué partido político pertenecen los mejores clientes del lugar. Por algo se anunciaba este establecimiento en determinado periódico, para muy concretos lectores del "stablishment", y no en la prensa seria e independiente que, por sus proclamados principios y calidad moral de sus lectores, nunca hubiese admitido publicidad con apología de explotación sexual y sustrato de esclavitud humana.
La demagogia hídrica, explotada hasta el hastío por nuestros actuales gobernantes, ha sido un fracaso tan rotundo y demoledor para nuestra imagen pública en España y Bruselas, que ha obligado a cambiar el discurso oficial sobre la marcha ante los alarmantes datos constatados que iban llegando a San Esteban y a Génova 13. Eso ha sido duro de tragar para los artífices de la propaganda habitual, que tan buenos réditos electorales pudo dar hace tres años dentro del consumo ideológico interno. Pero, ahora, el resto de los españoles percibe nuestro llanto, negativamente, como falsas lágrimas de plañidera al saber para que se desea, de verdad, un agua lejana que se reclama bajo la coartada de una agricultura sedienta, en realidad en trance de extinción, pero por no competitiva al no añadir valor a su producción, ahora antiecológica.
El pulso tomado en Cataluña, La Mancha y Aragón sobre cómo se percibe a los gobernantes de Murcia indica que la gente los nota como un peligro para esa necesaria convivencia nacional que, demagógicamente, tanto se esgrime por algunos de nuestros dirigentes en casi todas sus comparecencias. Se les reprocha, desde dentro y desde fuera, falta de respeto a la legalidad y a los derechos de los ciudadanos residentes y/o naturales de otras regiones. La sociedad civil, propia y ajena, considera sectarios, regresivos y destructivos a políticos en activo como los nuestros, y es consciente de que su verdadera estrategia es distanciarse de las aspiraciones de esa sociedad civil para evitar tener que atender sus demandas. Porque han llegado al poder de la mano y gracias al bolsillo de demasiados indeseables. No se siente ya representada esa sociedad civil por la clase política en el poder al no estar integrada por demócratas de verdad, acreditados por su conducta, o estarlo por demócratas faltos de sinceridad y lealtad a toda la sociedad en su conjunto.
Ya puede remangarse y ponerse en marcha ese, recién fichado por Valcárcel, teórico de Betanzos que, por foráneo y muy joven, no sabe muy bien dónde se ha metido. Su demostrada, con grado, suficiencia investigadora no le va a servir de mucho con los antecedentes y realidades, descritas aquí con cierta consideración y mesura. La aproximación que antecede se queda corta respecto a la infrarrealidad que se intuye, pero se oculta para no alarmar de más al Estado y a los eurócratas con despacho en la Rue de la Loi. Los melones de Murcia no se pueden maquillar. Rebuznan, colega.