lunes, 7 de marzo de 2022

Ex primer ministro finlandés, Alexander Stubb: "No puedes apaciguar a Putin, hemos superado el punto de no retorno"


FLORENCIA.- En las semanas previas a la guerra, con más de 150.000 tropas rusas acechando en la frontera ucraniana, la diplomacia occidental comenzó a hablar de la posible 'finlandización de Ucrania' como una vía factible para apaciguar a Vladímir Putin. El concepto hace referencia al estatus de neutralidad que adoptó Finlandia durante la Guerra Fría. 

Pese a que resistió el intento de invasión soviética durante la II Guerra Mundial, el país nórdico fue obligado a ceder una parte importante de su territorio al gigante vecino. También renunciaron a entrar en la OTAN o en el Pacto de Varsovia. A cambio, y sobre el papel, mantendrían su soberanía e independencia. En la práctica, la URSS ejerció una enorme influencia en la política finlandesa hasta su implosión en 1991.

Pocos años después de la caída del bloque socialista, Finlandia empezó una cooperación militar con la OTAN que no ha hecho más que profundizarse en las últimas tres décadas. En 1995, el país entró en la Unión Europea y dio carpetazo definitivo a medio siglo de 'neutralidad'. Los finlandeses son los primeros en rechazar que su modelo sea deseable para Ucrania.

 Entre ellos, el ex primer ministro Alexander Stubb, quien entre 2008 y 2016 ocupó las carteras de Exteriores y Finanzas, además de liderar el Gobierno finlandés durante un año. Ahora es profesor en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, desde donde atiende a El Confidencial a través de una videollamada para explicar su visión de la invasión rusa con la perspectiva que da compartir 1.340 kilómetros de frontera con la Rusia de Putin. 

PREGUNTA. ¿Por qué no podemos aplicar la ‘finlandización’ a Ucrania?

RESPUESTA. La ‘finlandización’ es un concepto que solo puede ser sugerido por aquellas personas que no entienden lo que significa. En esencia, consiste en la sumisión, en el sacrificio de tus valores frente a un gran agresor, en la limitación de tu espacio de maniobra, de tu soberanía, de tu autonomía, de tu democracia. Estamos viendo la europeización y ya hemos visto durante muchos años la democratización de Ucrania. La 'finlandización' no solo fue un periodo oscuro en la historia de Finlandia, sino que tampoco es en absoluto una solución para la crisis actual. La gente que habla de ello debería olvidarlo.

P. ¿Qué lecciones de seguridad para Europa podemos sacar de la experiencia finlandesa?

R. Ahora que la guerra continúa en Ucrania, la respuesta es que ninguna. Nada se interpondrá en el camino de Rusia. Ha atacado a un Estado nacional soberano e independiente tres veces en los últimos 14 años. Primero, en 2008 en Georgia, cuando mediaba en la paz como presidente de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) y ministro de Asuntos Exteriores. Luego, en 2014, en la península de Crimea, y ahora en 2022, en toda Ucrania. 

Creo que lo único que entienden el actual régimen ruso y Putin es el poder. Y si muestras alguna debilidad ante Putin, atacará, eso es lo que ha hecho ahora. Así que, ¿lecciones finlandesas de neutralidad de la Guerra Fría? Ninguna es aplicable. Ahora estamos en un nuevo mundo. Estamos en una guerra caliente y la era de la posguerra fría ha terminado. Este es el momento de 1989 de mi generación, pero con una gran diferencia: cuando cayó el Muro de Berlín, estábamos celebrando y descorchando champán y tirando petardos. Ahora estamos luchando y lanzando misiles. 

P. Ha hablado alguna vez del método finlandés: el corazón caliente y la cabeza fría. ¿Este sí podemos aplicarlo? ¿Teme una escalada y un desbordamiento de la guerra?

R. Sí, tenemos que tener el corazón caliente con el pueblo de Ucrania. Pero una cabeza fría con cualquier tipo de decisiones de seguridad que tomemos ahora. Tengo que matizar que, sin embargo, no temo una escalada o un desbordamiento a corto plazo. Creo que Putin no tiene la capacidad militar para actuar en este momento en otro lugar. 

Pero hay que recordar que tiene tres objetivos. El número uno es la invasión de Ucrania y el reconocimiento de Crimea por parte de la comunidad internacional. La respuesta a eso es que no. El número dos es la expulsión de la OTAN de las fronteras rusas, lo que básicamente significaría que los Estados bálticos ya no serían parte de la OTAN. Polonia tampoco lo sería. Y la respuesta a eso es que de ninguna manera. Y la tercera es evitar que Finlandia y Suecia se unan a la OTAN, y hará todo lo que esté en su mano para intentar conseguir sus objetivos. 

Putin está pensando en su legado en este momento. Quiere hacer que Rusia sea grande de nuevo. Quiere ser el gran líder ruso, como Iván el Terrible, Pedro el Grande o Stalin. Nunca deberíamos subestimar su capacidad de actuar de acuerdo con lo que cree. Por lo tanto, a largo plazo sí temo que si no se le detiene o si los ucranianos no le detienen, no sabemos dónde va a terminar esta guerra.

P. La opinión pública en Finlandia y Suecia está cambiando rápidamente de idea sobre la OTAN, pero de momento no han dado el paso de entrar. ¿Solo formarán parte de la Alianza Atlántica si hay una agresión rusa?

R. Aquí es donde vuelvo a lo de ‘corazón caliente, cabeza fría’. Vivo a 500 metros de Santa Croce, la tumba de Maquiavelo. Voy a parafrasearlo, porque no recuerdo la cita ni puedo encontrarla, pero dijo algo así como que la clave de la supervivencia de los Estados pequeños es el 'timing', la gestión de los tiempos. Y creo que eso es lo que están pensando ahora países como Finlandia y Suecia. Queremos asegurarnos de no agravar la crisis actual y convertir el noreste de Europa en otro punto caliente de la guerra. 

Estoy seguro de que ahora mismo los dirigentes finlandeses y suecos están conversando con nuestros socios de la OTAN. Por suerte, Finlandia tiene una defensa fuerte e independiente, disponemos de 64 F-18, y acabamos de pedir más F-35 [ambos, modelos de cazas estadounidenses]. Siempre hemos realizado entrenamientos con las tropas de la OTAN, participamos en las operaciones de la OTAN en Afganistán... Nos sentimos muy seguros. Pero creo que el cambio radical en las encuestas de opinión en Finlandia también empujará a muchos de nuestros líderes políticos a pensar y reflexionar sobre la pertenencia a la OTAN. Y al final, se convierte en una cuestión del manejo de los tiempos. 

P. Durante su tiempo en la política, coincidió con Putin en varias ocasiones. ¿Qué pensó de él entonces y cómo ha cambiado su visión?

R. He estado en la misma habitación con él cuatro veces, siempre como ministro, en la delegación de dos presidentes y un primer ministro. Es una persona muy preparada, racional y analítica. Se conoce a sí mismo y tiene un círculo muy cerrado de asesores de confianza. Toda la especulación, las teorías que hablan de una persona que está fingiendo estar loco solo para incitar el miedo en el otro lado o aquellos que están intentando descifrar su estado mental... Mira, nadie lo sabe y no tiene sentido intentarlo. Pero lo que sí sabemos es que no es estúpido, eso seguro. Si lo fuera, no llevaría 20 años al frente de Rusia.

P. ¿Occidente ha entendido demasiado tarde lo que realmente quería Putin?

R. Sí, completamente. Creo que hubo una oportunidad para acercar a Putin y a Rusia a la esfera europea y occidental, entre 2001 y 2003. Es muy fácil decir ahora, en retrospectiva, lo que deberíamos haber hecho en ese momento. Pero las campanas de alarma tendrían que haber empezado a sonar más en 2007, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, y desde luego después de la guerra de Georgia

Di un discurso después de ejercer como mediador de paz en Georgia al frente de la OSCE. Entonces esbocé la perspectiva de las amenazas que vemos hoy. Y si hay una cosa en la vida en la que de verdad, de verdad, de verdad quería equivocarme, era esa; pero por desgracia di en el clavo.

P. Si intenta ver las cosas desde el punto de vista de Putin, ¿tienen sentido sus reivindicaciones geopolíticas?

R. No puedo decir que tengan sentido para mí, pero sí puedo señalar lo que ha dicho bien claro: que quiere restablecer la Rusia histórica, es decir, la Rusia del siglo XIX. Y para él, significa tres pilares. Un idioma ruso, una religión ortodoxa y un líder, él mismo. Y quiere que este sea su legado. Primero recupera Bielorrusia, luego Ucrania y entonces puede decir 'he hecho a Rusia grande de nuevo'. Es el efecto Trump, supongo, de la megalomanía nostálgica. 

P. ¿Cree que, como dijo el alto representate para la Política Exterior, Josep Borrell, ha nacido la Europa geopolítica?

R. Sí, sin ninguna duda. Europa vuelve a avanzar gracias a una crisis. Tras la caída del Muro de Berlín en 1989, hubo un movimiento inmediato para profundizar y ampliar la Unión Europea, tuvimos el Tratado de Maastricht, más tarde llegó el euro y, finalmente, la incorporación de más miembros. Todo el proceso duró 15 años, desde 1989 hasta 2004... 

Luego llegó la crisis financiera e hicieron falta cuatro años para establecer el mecanismo de estabilidad europeo. Con el covid-19 necesitamos cuatro meses para establecer el mayor paquete de rescate de la historia financiera europea, incluyendo, por supuesto, la mutualización de la deuda.

 Y ahora, en solo cuatro días, hemos dado los mayores pasos en la política exterior y de defensa común europea que se hayan dado nunca, incluyendo el envío de armamento a Ucrania por valor de 500 millones de euros. Esto va más allá, Europa se ha hecho mucho más fuerte gracias a esta crisis. Nunca antes habíamos estado tan unidos, todos en el mismo barco. Putin nos ha hecho el trabajo.

Siempre he dicho que no es el presidente el que hace la agenda, es la agenda la que hace al presidente. Ursula von der Leyen hizo todo lo correcto con la pandemia. Su mandato comenzó mencionando que necesitábamos una comisión geopolítica. Pues ahora estamos haciendo geopolítica con esteroides, imponiendo sanciones que nunca habíamos visto antes. Estamos enviando armas como nunca antes lo habíamos hecho. Macron lleva tiempo hablando de la necesidad de tener una defensa europea. ¡'Boom'! Bajo su mandato, recibimos el mayor impulso que jamás hayamos visto. Me siento bastante cómodo con la dirección que está tomando la Unión Europea en este momento. 

P. A la hora de aumentar la presión sobre Putin y, en algún momento, apostar por la diplomacia, siempre habrá que dejarle una vía de escape. Viendo el avance de las tropas rusas en el terreno, ¿cuál podría ser?

R. Me gustaría comparar esto con Georgia, pero no puedo, porque para Rusia, Georgia fue un asunto pequeño. Ucrania es existencial para Putin y sabe que no puede permitirse perder. Por eso va hacia una gran guerra y a cambio espera conseguir un gran acuerdo de paz. El resultado final puede ser uno de los siguientes: que le hagan retroceder, que se quede con la mitad de Ucrania —en otras palabras, que sea dividida entre el este y el oeste— o que llegue hasta el final como ha dicho y se haga con el control del país. 

No sabemos lo que va a pasar, pero el problema para la diplomacia es que no hay un mediador neutral en este momento. Deberíamos tener a alguien como Angela Merkel, en quien Putin confíe, pero todavía no estamos en esa etapa. Estamos en un punto muerto y es muy difícil mediar.

P. ¿Cómo apaciguar a Putin?

R. No puedes apaciguar a Putin. Se acabó, hemos superado el punto de no retorno. Podemos tratar de conseguir un alto el fuego, pero todos entendemos que la situación no va a volver a la normalidad hasta que Putin se vaya y, en mi opinión, el cambio de régimen solo puede ocurrir desde dentro de Rusia. 

Mientras tanto, hay que recordar que van a quedar total y completamente aislados. Esto no solo incluye la economía, también las finanzas, la cultura, el deporte, el transporte, la energía, los servicios, todo. Rusia se va a convertir en una enorme Corea del Norte con la que nadie quiera comerciar ni colaborar de ninguna manera. 

El 10% de nuestro comercio es con Rusia y todo ha desaparecido de un plumazo. El precio que estamos pagando en Europa es el aumento del coste de la energía. Creo que es un pequeño precio a pagar por la libertad si lo comparas con lo que los ucranianos están haciendo, pagando con sus vidas en este momento.

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