ZARAGOZA.- Se dedican a proyectar, planificar, organizar, dirigir y controlar los sistemas y procesos productivos desarrollados en el sector agrario y alimentario. Su formación les cualifica para dirigir explotaciones, planificar los cultivos -variedades, tipo de riego, prácticas agronómicas...- y mejorar las cosechas.
Gestionan instalaciones agropecuarias, fomentan el bienestar de los animales y están capacitados para abordar la comercialización de la producción agraria. Son requeridos para la realización de proyectos de obra de construcciones agroindustriales y para controlar el funcionamiento de invernaderos, fábricas de pienso, almacenes, plantas de envasado, bodegas, industrias lácteas o almacenes cárnicos.
Conocen la tecnología del sector, tienen hueco en la investigación y la docencia y ocupan cargos destacados en las administraciones en aquellas materias relacionadas con el desarrollo de la agricultura, la ganadería, la agroindustria y el medio rural en general.
Hablamos de los ingenieros agrónomos, unos profesionales multidisciplinares cada vez más requeridos por el sector agroalimentario, desde la producción primaria, hasta la industria alimentaria y la distribución.
Tienen pleno empleo. Y lo que para ellos es una ventaja se convierte en una complicación para las empresas, cuyo dinamismo hace que sus necesidades de contratación de este tipo de trabajadores superen con mucho el número de agrónomos disponibles, según el periódico Heraldo de Aragón.
Lo evidencian las cifras. De todas las ofertas de empleo que llegan al Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Aragón, Navarra y el País Vasco, este organismo apenas puede cubrir el 25% de las plazas que demandan las empresas. Porque de la Escuela Politécnica Superior de Huesca y de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica de Navarra solo salen cada año 20 egresados en Ingeniería Agrónoma.
Una situación que el colegio quiere revertir poniendo en marcha acciones para que sean más los alumnos que acudan a las aulas atraídos por un sector "atractivo, tecnológico y de futuro".
Explica Ignacio Oliván, secretario técnico del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Aragón, Navarra y el País Vasco, que el pasado año, en plena pandemia y con mucha de la actividad productiva del país prácticamente paralizada, el sector agroalimentario -desde la producción en campo y en granja hasta la industrialización, la comercialización y la distribución- no solo fue capaz de mantener el empleo sino que generó nuevos puestos de trabajo.
Se buscaban especialmente aquellos profesionales que habían cursado el máster de Ingeniería Agronómica (el plan Bolonia sustituyó las ingenierías técnicas por grados y las antiguas superiores por másteres específicos). Y la tarea no era precisamente fácil. De hecho, destaca Oliván, hasta el colegio llegaron un total de 55 ofertas "que ha sido imposible cubrir en su totalidad", al menos con los 20 egresados que cada año terminan su formación en las dos escuelas técnicas que existen en Huesca y en Navarra.
"Eso hace que se produzcan traslados desde otras comunidades o que las empresas terminen optando por perfiles que podrían ser similares, como veterinarios, técnicos agrícolas o profesionales formados en Tecnología de los Alimentos", detalla Oliván. Pero no es lo mismo. Porque según el secretario técnico del colegio oficial, los agrónomos son profesionales muy multidisciplinares, muy polivalentes que desempeñan un trabajo muy variado para el que tiene una visión de conjunto, tanto desde el punto de vista productivo, como económico, medioambiental, de calidad...".
Todas estas cualidades, y especialmente su escasez, les hace ser trabajadores cotizados. De hecho, los sueldos más básicos, los que reciben "los recién salidos de las escuelas", aquellos que apenas tienen experiencia, se sitúan en unos 24.000 euros, aunque la media alcanza los 30.000 euros. Una cifra que se va engordando para aquellos que ocupan puestos de mayor responsabilidad y especialmente entre aquellos relacionados con las labores comerciales o las ligadas a la internacionalización, para las que los salarios pueden llegar a superar los 50.000 euros anuales.
Sin embargo, faltan vocaciones. Y eso que los perfiles del nuevo agrónomo comienzan a cambiar, porque aunque la mayor parte de los estudiantes que optan por esta formación tiene relación con el sector o proceden de una familia de tradición agraria, Oliván reconoce que cada vez es más habitual la presencia de alumnos que proceden del entorno urbano, donde también existe un creciente interés por todo lo relacionado con la producción de alimentos.
Preocupación
Para los futuros trabajadores la situación es sin duda ventajosa. "Todos salen colocados del máster. Las empresas los van a buscar con lazo", describe gráficamente Ignacio Oliván.
Pero esta dura competencia por los profesionales "se vive con preocupación" en las empresas, que se ven obligadas a optar por otro tipo de trabajadores con menos experiencia y conocimientos menos globales, reconoce el secretario técnico del organismo que agrupa a los ingenieros agrónomos de Aragón, Navarro y el País Vasco.
Y es que un egresado en Agronomía puede desempeñar los más variadas tareas. Así queda patente en la tipología del empleo para los que los requieren las empresas. El 40% de los puestos de trabajo ofertados tienen un enfoque comercial, "porque lo que se busca son técnicos asesores que estén en contacto con el cliente final", matiza Oliván.
El 15% de las plazas tiene que ver con el desarrollo de la ingeniería "pura y dura", es decir para la realización de proyectos en cultivos, para instalación de granjas o la puesta en marcha de regadíos, así como para iniciativas del sector agroindustrial. Ese mismo porcentaje es el que representan los puestos de trabajo que tienen que ver con responsabilidades de producción primaria en campo o de alta dirección de industrias alimentarias.
Y hay también un 10% de puestos de trabajo ofertados que están relacionados con tareas ligadas a las cuestiones medioambientales, a los riesgos laborales, a la calidad y seguridad alimentaria, a la mejora de la eficiencia energética o el tratamiento de residuos.
"El resto de la demanda está vinculada a profesionales liberales que son requeridos para trabajos puntuales o que se emplean como formadores para los numerosos cursos que imparten los distintos agentes y organizaciones del sector", explica Oliván.
La falta de profesionales no es una situación nueva. Pero el dinamismo del sector, su continuo crecimiento, su elevada tecnificación y la necesidad de dar respuesta a nuevos retos exige "perfiles profesionales muy cualificados y con elevadas habilidades", como los que aportan los actuales (y escasos) alumnos del Máster de Ingeniería Agronómica.
"Atraer estudiantes"
Para cambiar este escenario, el colegio oficial ha puesto en marcha una línea de trabajo que tiene como objetivo poner en valor la realidad de un sector "atractivo, tecnológico y de futuro" con el fin de conseguir que los jóvenes se animen a considerar esta opción como su futuro profesional.
"Hemos definido una estrategia que incluye visitas a los institutos donde explicamos a los estudiantes y a sus orientadores las posibilidades, las ventajas de esta formación y su rápido acceso al mercado laboral", detalla Oliván, que también es ingeniero agrónomo.
Estos profesionales acuden además a los colegios de primaria donde imparten charlas entre los más pequeños para despertar su interés por las plantas y los animales, por sus cuidados, y los sistemas de producción e ir generando así desde la más temprana edad su interés por el sector agroalimentario.
No solo trabaja el colegio con los futuros profesionales. Su labor tiene la mirada puesta en los que ya han terminado los estudios, incluso en los que llevan años en la profesión, porque el avance tecnológico de la agroalimentación es muy rápido y la adaptación de los estudios superiores a estas nuevas disciplinas no es tan veloz como sería deseable.
"Se trabaja en ello, pero lo que estamos haciendo en el colegio es realizar cursos que permitan complementar aquellos temas en los que la Universidad no es tan ágil. De lo que se trata es de mantener una constante actualización", reconoce el secretario técnico de este organismo.
Más ofertas en 2021
Mientras tanto, el desfase entre la oferta y la demanda no lleva camino de solucionarse a corto plazo porque las ofertas de empleo siguen creciendo, pero no lo hace el número de estudiantes.
De hecho, señala Oliván, si en el complicado año 2020 fueron 55 las plazas a cubrir que llegaron al colegio oficial -a los que hay que sumar todos aquellos puestos de trabajo que tramitan directamente las empresas-, las previsiones para este año superan con mucho esa cifra. "El movimiento que hubo a comienzos de año fue brutal", puntualiza.
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