domingo, 26 de abril de 2020

Yo trabajé para el ‘cabal’ / Guillermo Herrera *

Algunos dicen que soy una caja de sorpresas, y llevan razón, porque mi vida ha sido una detrás de otra, con mis propias contradicciones. Hace cuarenta años tuve el dudoso honor de haber sido el primer español que trabajó para la Iglesia de la Cienciología en la Organización de Publicaciones de la Cienciología (Pubs DK), que entonces estaba ubicada en la calle Jernbanegade de Copenhague, cerca del Tívoli y de la Plaza del Ayuntamiento, muchos años antes de que esta iglesia llegara a España.

En la contracultura ‘underground’ de los años sesenta y setenta, de la que yo me considero hijo espiritual, salieron diversos métodos de liberación mental y espiritual, y el que más me atrajo la atención, aparte del Yoga, fue el libro “Dianética, la ciencia moderna de la salud mental” de Lafayette Ronald Hubbard (LRH) que fue un escritor estadounidense, autor de más de treinta libros, y fundó la Iglesia de la Cienciología en 1954.

Me enteré de su existencia a través del escritor estadounidense William S. Burroughs, una de las principales figuras de la Generación Beat, que se integró en la Cienciología a principios de los años 60, pero poco después la abandonó.

También me interesaba mucho la Psicología humanista y transpersonal de Abraham Maslow (el de la famosa pirámide), la terapia del Grito Primal de Arthur Janov y la Antipsiquiatría de David Cooper y Ronald Laing. Quería estudiar Psicología o Psiquiatría, pero sentí que el Periodismo me daría mayor libertad para cumplir mi misión en esta vida.

MITOLOGÍA

Aquel libro de Dianética decía revelar el principio dinámico de la existencia, el conocimiento de la mente humana, la tecnología para lograr la liberación mental, mejorar la condición física, recuperar habilidades olvidadas, desarrollar el potencial humano, mejorar el bienestar personal y tener más conciencia de sí mismo. ¿Quién podría resistirse ante tales promesas?

Hubbard explicó que: “Una civilización sin demencia, sin criminales y sin guerra, donde el capaz pueda prosperar y los seres honestos puedan tener derechos, y donde el ser humano sea libre para elevarse a mayores alturas, son los objetivos de la Cienciología.” Esto me sonaba a música celestial, pero del dicho al hecho hay un gran trecho.

RELIGIÓN DEL DINERO

A diferencia de la mayoría de religiones, las creencias de la Cienciología se le van dando a conocer a los seguidores poco a poco, a medida que estos van desembolsando una gran cantidad de dinero durante años, para ascender de nivel dentro de una organización piramidal. Una vez alcanzado el nivel denominado «Operating Thetan III», y cruzar el muro de fuego, al seguidor se le hace entrega de los documentos secretos escritos por Ron Hubbard.

En ellos se menciona la historia de Xenu, un supuesto dictador extraterrestre que hace 75 millones de años trajo a la Tierra millones de personas en naves espaciales, dejándolas en volcanes y matándolas con bombas de hidrógeno. Xenu trajo miles de millones de seres de su pueblo a la Tierra, en una nave espacial similar a un avión DC-8 , los apiló alrededor de volcanes y los aniquiló con bombas de hidrógeno.

Las escrituras oficiales de la Cienciología mantienen que los ‘thetanes’ o espíritus inmortales de estos extraterrestres se adhieren a los humanos, causando daño espiritual. Algunos cienciólogos están convencidos de que el presidente Harry S. Truman fue la reencarnación del malvado Xenu, y por eso arrojó las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.

PUNTO DE PARTIDA

Mi punto de partida fue el “atascamiento existencial” del movimiento existencialista, que descubrí a través de los profesores Fernando Savater y Agustín García Calvo, a cuya tertulia en Madrid acudía todas las semanas en compañía de mi amigo Vicente. También me interesaba la tertulia sobre extraterrestres de Fernando Sesma en el sótano de la Ballena Alegre del Café Lyon.

Toda la vida he sido un buscador espiritual y creo haber encontrado algo, aunque esta búsqueda dura toda la vida y nunca se acaba. Por eso nunca me interesaron los movimientos políticos, porque primero tenía que ordenar y amueblar mi propia casa mental. El final del viaje es siempre volver a tu Esencia Divina, como en la parábola del hijo pródigo.

El libro de Ron Hubbard enseñaba cómo liberarse de ‘engramas’ o traumas mentales a través de la auditación, y lo sigo considerando un libro genial, aunque parece que lo han alterado ahora. Nunca me interesaron las drogas psicodélicas de los hippies, pero sí las técnicas de liberación mental y espiritual. Lo único que hacen los alucinógenos es meterte en un mundo de fantasía, más falso todavía que la ‘matrix’ 3-D. Ya tenía yo suficiente imaginación y no necesitaba buscar fantasías químicas ni meterme porquerías en el cuerpo.

En el año 79 yo había terminado mi Licenciatura de Periodismo, pero me encontraba sin empleo y deseando agarrarme a cualquier oportunidad de trabajo que me saliera, y mire usted por donde me ofrecieron un contrato de tres años en ‘Pubs DK’ como traductor de libros en inglés, que firmé sin dudarlo, porque se suponía que a cambio de mi trabajo me iban a dar auditación, que yo no podía pagar en ese momento.

AVENTURA

Cogí el expreso Puerta del Sol de Madrid a París, llegué a la estación de Chatelet, subí a la Torre Eiffel como cualquier turista, y luego cogí el Expreso del Norte de París a Copenhague en la Estación del Norte. Durante el viaje me desperté en mi litera balanceado por las olas del mar, porque el tren se hallaba dentro de un Ferry o transbordador.

En Copenhague me recibió una chica francesa, oficial de reclutamiento, muy poco simpática por cierto, que me buscó alojamiento en casa de la señora Nielsen, que vivía en la calle Agade, lejos del centro de trabajo, una anciana muy amable que llegó a tomarme afecto por mi carácter. Su casa antigua tenía el piso de madera y cada vez que caminaba tintineaban los vasos y copas del comedor, y luego caminando por la calle me resbalaba por el hielo a causa de mis zapatos españoles porque estaba en pleno invierno.

En el trabajo me llevé la sorpresa de que no podía ser traductor hasta que superara una serie de cursos, pero de auditación, nada de nada. Lo primero que hicieron fue pedirme el pasaporte para que no pudiera fugarme. Nunca entregues tu pasaporte a nadie excepto por mandato judicial. Me pagaban el alquiler de mi habitación, pero el viaje tardaron mucho en pagármelo.

EXPLOTACIÓN

Los trabajadores cobrábamos una miseria cada semana. Ellos lo llamaban “dinero de bolsillo suficiente para cubrir necesidades personales” pero no cubría nada de nada, excepto por los giros postales que me enviaba mi madre. Me dieron una tarjeta de identidad danesa que se llamaba ‘personumbervebis’ para pagar impuestos.

Desayunaba todos los días en el Hotel Corona que está en el puerto de Copenhague, pero me pillaba tan lejos que llegué a renunciar al desayuno, y además no me gustaba la compañía. En el recreo me iba a la plaza del Ayuntamiento a tomar el sol como los viejos, los pocos días que salía en Copenhague. 

Visité la ciudad hippy de Cristiania, pero aquello se había degradado en un lupanar de drogadictos con jeringuillas por el suelo. Nunca me interesó asistir a los espectáculos pornográficos cutres que ofrecían en el centro de Copenhague, que no era más que prostitución encubierta, pero no me negaba a comer una hamburguesa en el Burguer King.

El ambiente de trabajo no me gustó desde el principio porque los veía muy fanáticos y muy estrictos, algo totalmente incompatible con el estilo de vida mediterráneo al que yo estoy acostumbrado, relajado, tolerante y educado. Lo único que me emocionaba en el trabajo eran las canciones de Julio Iglesias que sonaban por la radio danesa y me producían nostalgia de mi tierra. Nunca me sentí más español que en aquel destierro.

Los compañeros italianos eran amables y educados, pero los dos compañeros griegos eran muy bordes, y me tomaron el pelo en más de una ocasión. Había una francesita que me encantaba mirarla, y ella se daba cuenta y se reía. Pero la única persona con la que hice amistad fue un compañero de raza negra de isla Mauricio, a quien nunca le faltó el sentido del humor en medio de aquel infierno, y él fue quien me abrió los ojos de lo que era aquello. También me abrió los ojos una periodista danesa muy simpática que hablaba español, visitó la organización, y me explicó en privado lo que era aquello.

TRABAJO A DESTAJO

Allí no había horario porque se trabajaba a destajo y pasaban lista a estilo militar coreando una serie de lemas triunfalistas, pero me era imposible aplaudir ni levantar los brazos para simular un falso entusiasmo, algo que suscitó la desconfianza de mis jefes. En la arenga de todos los días repetían que “la Iglesia de la Cienciología dice que todos los seres humanos son creados con los mismos derechos”. Y yo me preguntaba ¿derechos? ¿qué derechos hay aquí?

Nuestro jefe era austríaco, y no he conocido ninguna persona más cínica en mi vida, puesto que te puteaba con una sonrisa. Se llamaba Heinz como la mayonesa, y disfrutaba haciendo sufrir a la gente. Un psicópata de libro.

Aquel ambiente me producía tal rechazo, que trabajaba a disgusto, y mi aprendizaje apenas progresaba porque estaba bloqueado. Allí no reconocían mis títulos académicos españoles, sino únicamente los de sus cursos particulares. Cada vez que me daban un curso me obligaban a firmar un contrato leonino en el que me comprometía a pagar el dinero del curso en caso de romper mi contrato de trabajo, algo nulo de pleno derecho, puesto que el curso me lo estaba pagando con mi propio trabajo, y además no podía devolver nada con la miseria que me pagaban.

MULTISERVICIOS

Trabajé de todo, desde multicopista, hasta grabador de cintas magnetofónicas, y hasta pasé varios días en un sótano húmedo y frío haciendo inventario de libros, con un compañero escocés que estaba más tarado que yo, porque no se podía hablar de nada con él. Ese trabajo con cucarachas y libros mojados por la humedad, nos produjo tal desesperación que al final nos inventábamos los números del inventario para acabar de una vez por todas.

Incluso me mandaban a la puerta de un Instituto para reclutar jóvenes para la secta, y cuando les hablaba de hacer una ‘cita’, algunas chicas creían que estaba ligando con ellas, e incluso alguna chica aceptó pensando que era otra cosa, pero yo no estaba entonces para fiestas porque me sentía muy atrapado. Nunca se me ha dado bien eso de convencer a otras personas de algo de lo que no estoy convencido yo mismo.

El trabajo más difícil fue el de recepcionista porque la gente me hablaba en danés o en inglés chapurreado, y yo no me enteraba de casi nada al teléfono. Preguntaban con frecuencia por Judy, que era la jefa suprema, y conservaban un despacho vacío para Ron Hubbard a pesar de que había muerto, y su vida tuvo muchas cosas polémicas y oscuras, a pesar de que fue un genio como escritor de su doctrina.

OPORTUNIDAD

Llegó un momento en que mi Consulado me pidió el pasaporte para hacer un trámite, y esa fue la excusa perfecta para recuperarlo, porque luego dije que no me lo habían devuelto, y cuando me devolvieron el dinero del viaje empecé a preparar mi fuga en toda regla.

Primero intenté romper mi contrato por las buenas, pero con esa gente tan fanática y peligrosa era imposible razonar ni negociar, por lo que aparenté que me habían convencido para quedarme. Incluso trataron de convencerme para que firmara un contrato con la Organización del Mar de un billón de años de duración, mientras durara mi existencia como alma en este universo. Yo respondí que me lo pensaría cuando terminaran mis tres años de contrato, pero ellos seguían insistiendo como unos plastas.

A la gente de la “Sea Org” la veía muy atrapada puesto que se regían por disciplina militar, no tenían derechos laborales, y no hacían otra cosa que trabajar como esclavos. En caso de que alguien desertara, la secta tenía el derecho a quedarse con sus hijos puesto que había muchos matrimonios entre ellos.

MI FUGA

La mayoría de mis jefes eran alemanes de “cabeza cuadrada”, y me di cuenta que era muy fácil engañarlos con mi astucia mediterránea, de tal modo que nadie me esperaba a la hora de mi fuga, porque unos creían que estaba trabajando en un sitio, y otros creían que estaba en otro sitio.

Preparé mi maleta y le pedí a la señora Nielsen que no se chivara. Ella me dijo que comprendía mi fuga perfectamente, porque sabía que era una secta peligrosa, y me dijo además que yo era una buena persona y que nunca me olvidaría. Eso fue cariño auténtico como el de una madre.

El día de la fuga madrugué para dejar la maleta depositada en la consigna de la Estación de Ferrocarril de Copenhague, y a la hora planeada me subí al tren, muy asustado, porque sabía que eran muy peligrosos y me podían secuestrar o asesinar si me descubrían. Compartí departamento con un extraño joven vasco que dijo que era de la ETA, y aquello me asustó más todavía.

En París viví una paranoia infernal creyendo que habían dado órdenes de perseguirme a los sectarios franceses, y yo me escondía y miraba por todas partes, pero el peligro sólo estaba en mi imaginación. Cuando el tren cruzó la frontera de Irún sentí una liberación y la sensación de estar en mi casa.

CONSECUENCIAS

Luego me enteré de que mi fuga trajo consecuencias laborales terribles para mis jefes sectarios ya que los decapitaron a todos de sus cargos por haberme dejado escapar. Más tarde descubrí que existen auditores psicólogos independientes al margen de cualquier iglesia u organización.

Me puse en manos de uno de estos profesionales de terapia regresiva y obtuve ganancias espirituales, y hasta recordé vidas pasadas, pero acabé peleado con él porque su sistema de valores y creencias no coincidía con el mío, y me sentí ofendido en más de una ocasión. La percepción final que tuve de él fue que estaba menos evolucionado que yo, y que por lo tanto no me podía enseñar nada. Estaba más verde que yo.

Según los auditores independientes, hubo un asalto de ejecutivos que alteró las enseñanzas originales de Ron Hubbard para que nadie se liberara, y convertir a la Iglesia en un negocio con unos precios exagerados sólo apto para millonarios famosos como Tom Cruise o John Travolta.

Los principales auditores originales que trabajaron con Hubbard desertaron de esta Iglesia cuando se produjo el asalto de los ejecutivos, y ahora son auditores libres.

NO TENGO MIEDO

He tardado cuarenta años en atreverme a contar esta aventura por temor a represalias de la secta, pero ya no les tengo miedo, y lo hago ahora como lección para que los jóvenes no se dejen atrapar por ninguna organización sectaria destructiva, como me ocurrió por mi falta de experiencia en la vida. Aquella experiencia me dejó marcado para toda la vida y nunca aprendí tanto a valorar la libertad y la soberanía personal, después de haberla perdido temporalmente.

No dudo que la auditación pueda ayudar a la gente en su progreso espiritual, pero creo que la tecnología que se vende a precios astronómicos está alterada desde hace años, y sólo me fío de algunos auditores independientes, que los hay y muchos.

La auditación consiste en hacerle preguntas a una persona que puede comprender y responder, obteniendo una respuesta y acusando recibo, con la intención de que la persona descubra sobre sí misma para lograr que mire su propia existencia y mejore su habilidad para confrontar lo que es y dónde está. Se parece al psicoanálisis, pero es mucho mejor a mi juicio.

Esa tranquilidad espiritual que yo tengo ahora se la debo en parte a la auditación, y me gasté mucho dinero en ello hace años. ¿Qué mejor inversión hay que en crecimiento espiritual que te puedas llevarte al otro barrio?


 (*) Periodista


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