Algunos
dicen que soy una caja de sorpresas, y llevan razón, porque mi vida
ha sido una detrás de otra, con mis propias contradicciones. Hace
cuarenta años tuve el dudoso honor de haber sido el primer
español que trabajó para la Iglesia de la Cienciología en la
Organización de Publicaciones de la Cienciología (Pubs DK),
que entonces estaba ubicada en la calle Jernbanegade de
Copenhague, cerca del Tívoli y de la Plaza del Ayuntamiento,
muchos años antes de que esta iglesia llegara a España.
En la contracultura ‘underground’ de los años
sesenta y setenta, de la que yo me considero hijo espiritual,
salieron diversos métodos de liberación mental y espiritual, y el
que más me atrajo la atención, aparte del Yoga, fue el libro
“Dianética, la ciencia moderna de la salud mental” de
Lafayette Ronald Hubbard (LRH) que fue un escritor
estadounidense, autor de más de treinta libros, y fundó la Iglesia
de la Cienciología en 1954.
Me enteré de su existencia a través del escritor estadounidense
William S. Burroughs, una de
las principales figuras de la Generación Beat,
que se integró en la Cienciología a principios de los años 60,
pero poco después la abandonó.
También me interesaba mucho la Psicología humanista y transpersonal
de Abraham Maslow (el de la famosa pirámide), la
terapia del Grito Primal de Arthur Janov y la
Antipsiquiatría de David Cooper y Ronald Laing.
Quería estudiar Psicología
o Psiquiatría, pero sentí que el Periodismo me daría mayor
libertad para cumplir mi misión en esta vida.
MITOLOGÍA
Aquel libro de Dianética decía revelar el principio dinámico
de la existencia, el conocimiento de la mente humana, la tecnología
para lograr la liberación mental, mejorar la condición física,
recuperar habilidades olvidadas, desarrollar el potencial humano,
mejorar el bienestar personal y tener más conciencia de sí mismo.
¿Quién podría resistirse ante tales promesas?
Hubbard explicó que: “Una civilización sin demencia,
sin criminales y sin guerra, donde el capaz pueda prosperar y los
seres honestos puedan tener derechos, y donde el ser humano
sea libre para elevarse a mayores alturas, son los objetivos de la
Cienciología.” Esto me sonaba a música
celestial, pero del dicho al hecho hay un gran trecho.
RELIGIÓN DEL DINERO
A diferencia de la mayoría de religiones, las creencias de la
Cienciología se le van dando a conocer a los seguidores poco a poco,
a medida que estos van desembolsando una gran cantidad de dinero
durante años, para ascender de nivel dentro de una organización
piramidal. Una vez alcanzado el nivel denominado «Operating
Thetan III», y cruzar el muro de fuego, al seguidor se le hace
entrega de los documentos secretos escritos por Ron Hubbard.
En ellos se menciona la historia de Xenu, un supuesto dictador
extraterrestre que hace 75 millones de años trajo a la Tierra
millones de personas en naves espaciales, dejándolas en volcanes y
matándolas con bombas de hidrógeno. Xenu trajo miles de
millones de seres de su pueblo a la Tierra, en una nave espacial
similar a un avión DC-8 , los apiló alrededor de volcanes y los
aniquiló con bombas de hidrógeno.
Las escrituras oficiales de la Cienciología mantienen que los
‘thetanes’ o espíritus inmortales de estos
extraterrestres se adhieren a los humanos, causando daño espiritual.
Algunos cienciólogos están convencidos de que el presidente Harry
S. Truman fue la reencarnación del malvado Xenu, y por
eso arrojó las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
PUNTO DE PARTIDA
Mi punto de partida fue el
“atascamiento
existencial” del
movimiento existencialista, que descubrí a través de
los profesores Fernando Savater y
Agustín García Calvo, a cuya
tertulia en Madrid acudía todas las semanas en compañía de mi
amigo Vicente.
También me interesaba la tertulia sobre extraterrestres de Fernando
Sesma en el sótano de la
Ballena Alegre del Café Lyon.
Toda la vida he sido un buscador
espiritual y creo haber encontrado algo, aunque esta búsqueda dura
toda la vida y nunca se
acaba. Por eso nunca me
interesaron los movimientos políticos, porque primero tenía que
ordenar y amueblar mi propia casa mental. El final del viaje es
siempre volver a tu Esencia Divina, como en la parábola del hijo
pródigo.
El libro de Ron Hubbard enseñaba cómo liberarse de
‘engramas’ o traumas mentales a través de la auditación,
y lo sigo considerando un libro genial, aunque parece que lo han
alterado ahora. Nunca me interesaron las drogas psicodélicas de los
hippies, pero sí las técnicas de liberación mental y espiritual.
Lo único que hacen los alucinógenos es meterte en un mundo de
fantasía, más falso todavía que la ‘matrix’ 3-D. Ya
tenía yo suficiente imaginación y no necesitaba buscar fantasías
químicas ni meterme porquerías en el cuerpo.
En el año 79 yo había terminado mi Licenciatura de Periodismo, pero
me encontraba sin empleo y deseando agarrarme a cualquier oportunidad
de trabajo que me saliera, y mire usted por donde me ofrecieron un
contrato de tres años en ‘Pubs DK’ como traductor de
libros en inglés, que firmé sin dudarlo, porque se suponía que a
cambio de mi trabajo me iban a dar auditación, que yo no podía
pagar en ese momento.
AVENTURA
Cogí el expreso Puerta del Sol de Madrid a París, llegué a la
estación de Chatelet, subí a la Torre Eiffel como cualquier
turista, y luego cogí el Expreso del Norte de París a Copenhague en
la Estación del Norte. Durante el viaje me desperté en mi litera
balanceado por las olas del mar, porque el tren se hallaba dentro de
un Ferry o transbordador.
En Copenhague me recibió una chica francesa, oficial de
reclutamiento, muy poco simpática por cierto, que me buscó
alojamiento en casa de la señora Nielsen, que vivía en la
calle Agade, lejos del centro de trabajo, una anciana muy
amable que llegó a tomarme afecto por mi carácter. Su casa antigua
tenía el piso de madera y cada vez que caminaba tintineaban los
vasos y copas del comedor, y luego caminando por la calle me
resbalaba por el hielo a causa de mis zapatos españoles porque
estaba en pleno invierno.
En el trabajo me llevé la sorpresa de que no podía ser traductor
hasta que superara una serie de cursos, pero de auditación, nada de
nada. Lo primero que hicieron fue pedirme el pasaporte para que no
pudiera fugarme. Nunca entregues tu pasaporte a nadie excepto por
mandato judicial. Me pagaban el alquiler de mi habitación, pero
el viaje tardaron mucho en pagármelo.
EXPLOTACIÓN
Los trabajadores cobrábamos una miseria cada semana. Ellos lo
llamaban “dinero de bolsillo suficiente para cubrir necesidades
personales” pero no cubría nada de nada, excepto por los giros
postales que me enviaba mi madre. Me dieron una tarjeta de identidad
danesa que se llamaba ‘personumbervebis’ para pagar
impuestos.
Desayunaba todos los días en el Hotel Corona que está en el
puerto de Copenhague, pero me pillaba tan lejos que llegué a
renunciar al desayuno, y además no me gustaba la compañía. En el
recreo me iba a la plaza del Ayuntamiento a tomar el sol como los
viejos, los pocos días que salía en Copenhague.
Visité la ciudad hippy de Cristiania, pero aquello se había
degradado en un lupanar de drogadictos con jeringuillas por el suelo.
Nunca me interesó asistir a los espectáculos pornográficos cutres
que ofrecían en el centro de Copenhague, que no era más que
prostitución encubierta, pero no me negaba a comer una hamburguesa
en el Burguer King.
El ambiente de trabajo no me gustó desde el principio porque los
veía muy fanáticos y muy estrictos, algo totalmente incompatible
con el estilo de vida mediterráneo al que yo estoy acostumbrado,
relajado, tolerante y educado. Lo único que me emocionaba en el
trabajo eran las canciones de Julio Iglesias que sonaban por
la radio danesa y me producían nostalgia de mi tierra. Nunca me
sentí más español que en aquel destierro.
Los compañeros italianos eran amables y educados, pero los dos
compañeros griegos eran muy bordes, y me tomaron el pelo en más de
una ocasión. Había una francesita que me encantaba mirarla, y ella
se daba cuenta y se reía. Pero la única persona con la que hice
amistad fue un compañero de raza negra de isla Mauricio, a quien
nunca le faltó el sentido del humor en medio de aquel infierno, y él
fue quien me abrió los ojos de lo que era aquello. También me abrió
los ojos una periodista danesa muy simpática que hablaba español,
visitó la organización, y me explicó en privado lo que era
aquello.
TRABAJO A DESTAJO
Allí no había horario porque se trabajaba a destajo y pasaban lista
a estilo militar coreando una serie de lemas triunfalistas, pero me
era imposible aplaudir ni levantar los brazos para simular un falso
entusiasmo, algo que suscitó la desconfianza de mis jefes. En la
arenga de todos los días repetían que “la Iglesia de la
Cienciología dice que todos los seres humanos son creados con los
mismos derechos”. Y yo me preguntaba ¿derechos? ¿qué
derechos hay aquí?
Nuestro jefe era austríaco, y no he conocido ninguna persona más
cínica en mi vida, puesto que te puteaba con una sonrisa. Se llamaba
Heinz como la mayonesa, y disfrutaba haciendo sufrir a la
gente. Un psicópata de libro.
Aquel ambiente me producía tal rechazo, que trabajaba a disgusto, y
mi aprendizaje apenas progresaba porque estaba bloqueado. Allí no
reconocían mis títulos académicos españoles, sino únicamente los
de sus cursos particulares. Cada vez que me daban un curso me
obligaban a firmar un contrato leonino en el que me comprometía a
pagar el dinero del curso en caso de romper mi contrato de trabajo,
algo nulo de pleno derecho, puesto que el curso me lo estaba pagando
con mi propio trabajo, y además no podía devolver nada con la
miseria que me pagaban.
MULTISERVICIOS
Trabajé de todo, desde multicopista, hasta grabador de cintas
magnetofónicas, y hasta pasé varios días en un sótano húmedo y
frío haciendo inventario de libros, con un compañero escocés que
estaba más tarado que yo, porque no se podía hablar de nada con él.
Ese trabajo con cucarachas y libros mojados por la humedad, nos
produjo tal desesperación que al final nos inventábamos los números
del inventario para acabar de una vez por todas.
Incluso me mandaban a la puerta de un Instituto para reclutar jóvenes
para la secta, y cuando les hablaba de hacer una ‘cita’,
algunas chicas creían que estaba ligando con ellas, e incluso alguna
chica aceptó pensando que era otra cosa, pero yo no estaba entonces
para fiestas porque me sentía muy atrapado. Nunca se me ha dado bien
eso de convencer a otras personas de algo de lo que no estoy
convencido yo mismo.
El trabajo más difícil fue el de recepcionista porque la gente me
hablaba en danés o en inglés chapurreado, y yo no me enteraba de
casi nada al teléfono. Preguntaban con frecuencia por Judy,
que era la jefa suprema, y conservaban un despacho vacío para Ron
Hubbard a pesar de que había
muerto, y su vida tuvo muchas cosas polémicas y oscuras, a pesar de
que fue un genio como escritor de su doctrina.
OPORTUNIDAD
Llegó un momento en que mi Consulado me pidió el pasaporte para
hacer un trámite, y esa fue la excusa perfecta para recuperarlo,
porque luego dije que no me lo habían devuelto, y cuando me
devolvieron el dinero del viaje empecé a preparar mi fuga en toda
regla.
Primero intenté romper mi contrato por las buenas, pero con esa
gente tan fanática y peligrosa era imposible razonar ni negociar,
por lo que aparenté que me habían convencido para quedarme. Incluso
trataron de convencerme para que firmara un contrato con la
Organización del Mar de un billón de años de duración, mientras
durara mi existencia como alma en este universo. Yo respondí que me
lo pensaría cuando terminaran mis tres años de contrato, pero ellos
seguían insistiendo como unos plastas.
A la gente de la “Sea Org” la veía muy atrapada puesto
que se regían por disciplina militar, no tenían derechos laborales,
y no hacían otra cosa que trabajar como esclavos. En caso de que
alguien desertara, la secta tenía el derecho a quedarse con sus
hijos puesto que había muchos matrimonios entre ellos.
MI FUGA
La mayoría de mis jefes eran alemanes de “cabeza cuadrada”,
y me di cuenta que era muy fácil engañarlos con mi astucia
mediterránea, de tal modo que nadie me esperaba a la hora de mi
fuga, porque unos creían que estaba trabajando en un sitio, y otros
creían que estaba en otro sitio.
Preparé mi maleta y le pedí a la señora Nielsen que no se
chivara. Ella me dijo que comprendía mi fuga perfectamente, porque
sabía que era una secta peligrosa, y me dijo además que yo era una
buena persona y que nunca me olvidaría. Eso fue cariño auténtico
como el de una madre.
El día de la fuga madrugué para dejar la maleta depositada en la
consigna de la Estación de Ferrocarril de Copenhague, y a la hora
planeada me subí al tren, muy asustado, porque sabía que eran muy
peligrosos y me podían secuestrar o asesinar si me descubrían.
Compartí departamento con un extraño joven vasco que dijo que era
de la ETA, y aquello me asustó más todavía.
En París viví una paranoia infernal creyendo que habían dado
órdenes de perseguirme a los sectarios franceses, y yo me escondía
y miraba por todas partes, pero el peligro sólo estaba en mi
imaginación. Cuando el tren cruzó la frontera de Irún sentí una
liberación y la sensación de estar en mi casa.
CONSECUENCIAS
Luego me enteré de que mi fuga trajo consecuencias laborales
terribles para mis jefes sectarios ya que los decapitaron a todos de
sus cargos por haberme dejado escapar. Más tarde descubrí que
existen auditores psicólogos independientes al margen de cualquier
iglesia u organización.
Me puse en manos de uno de estos profesionales de terapia regresiva y
obtuve ganancias espirituales, y hasta recordé vidas pasadas, pero
acabé peleado con él porque su sistema de valores y creencias no
coincidía con el mío, y me sentí ofendido en más de una ocasión.
La percepción final que tuve de él fue que estaba menos
evolucionado que yo, y que por lo tanto no me podía enseñar nada.
Estaba más verde que yo.
Según los auditores independientes, hubo un asalto de ejecutivos que
alteró las enseñanzas originales de Ron Hubbard para que
nadie se liberara, y convertir a la Iglesia en un negocio con unos
precios exagerados sólo apto para millonarios famosos como Tom
Cruise o John
Travolta.
Los principales auditores originales que trabajaron con Hubbard
desertaron de esta Iglesia cuando se produjo el asalto de los
ejecutivos, y ahora son auditores libres.
NO TENGO MIEDO
He tardado cuarenta años en atreverme a contar esta aventura por
temor a represalias de la secta, pero ya no les tengo miedo, y lo
hago ahora como lección para que los jóvenes no se dejen atrapar
por ninguna organización sectaria destructiva, como me ocurrió por
mi falta de experiencia en la vida. Aquella experiencia me dejó
marcado para toda la vida y nunca aprendí tanto a valorar la
libertad y la soberanía personal, después de haberla perdido
temporalmente.
No dudo que la auditación pueda ayudar a la gente en su progreso
espiritual, pero creo que la tecnología que se vende a precios
astronómicos está alterada desde hace años, y sólo me fío de
algunos auditores independientes, que los hay y muchos.
La auditación consiste en hacerle preguntas a una persona que
puede comprender y responder, obteniendo una respuesta y acusando
recibo, con la intención de que la persona descubra sobre sí misma
para lograr que mire su propia existencia y mejore su habilidad para
confrontar lo que es y dónde está. Se parece al psicoanálisis,
pero es mucho mejor a mi juicio.
Esa tranquilidad espiritual que yo tengo ahora se la debo en parte a
la auditación, y me gasté mucho dinero en ello hace años. ¿Qué
mejor inversión hay que en crecimiento espiritual que te puedas
llevarte al otro barrio?
(*) Periodista
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