MURCIA.- El sonido del repique de las campanas de la Catedral
esta mañana anunciaba la fiesta del patrón de la Diócesis de Cartagena,
san Fulgencio. A las 11:00 horas tenía lugar la procesión con la urna de
plata que contiene las reliquias del patrón por el interior de la
Catedral. Como es tradición, la urna era portada a hombros por los
diáconos. El obispo de Cartagena, su obispo auxiliar y el arzobispo
emérito de Burgos, junto a medio centenar de sacerdotes, acompañaban las
reliquias del patrón durante la procesión. Al regresar al presbiterio
comenzaba la misa, por el rito hispano-mozárabe, que recuerda la
liturgia que se practicaba en España, en tiempos de san Fulgencio.
En
su homilía, Mons. Lorca Planes ha destacado la figura del patrón de la
Diócesis a quien ha calificado como “maestro de fe”, empeñado en “vivir
la unidad y la comunión de la Iglesia”, arraigado en “la Palabra de
Dios, la fidelidad de Dios y en la necesidad de perseverar, para que el
fiel cristiano dispusiera de un espacio de tiempo sosegado y pudiera
profundizar en el misterio de Cristo”. Una vida, según el obispo,
sencilla y humilde, que ha invitado a imitar porque el cristiano está
llamado “por el Señor para trabajar en su viña”.
Al
finalizar la misa en la Catedral se ha seguido celebrando la fiesta del
patrón de la Diócesis en el Palacio Episcopal, donde, como ya es
tradición, se han servido unos 400 kilos de boniato dulce y mistela,
recordando el postre con el que antiguamente se celebraba la fiesta de
san Fulgencio en el seminario que lleva su nombre y que desde hace más
de dos décadas se sirve en este día.
El obispo de Cartagena que después sería su patrón
Al
principio de la era visigótica gobernaba en Cartagena el duque
Severiano, que recibió de su madre la fe católica. Severiano se casó en
Cartagena con Teodora y tuvieron por hijos a san Leandro, san Fulgencio,
santa Florentina y san Isidoro.
San Fulgencio (546-621) fue un
admirable erudito que destacó por su bondad de carácter, claridad de
palabra y virtud. Ocupó dos veces la silla episcopal de Cartagena y una
la de Écija.
En 1594, a instancias del obispo
Sancho Dávila y con el beneplácito del rey Felipe II, llegaron a la
ciudad de Murcia parte de las reliquias de san Fulgencio y de santa
Florentina, provenientes de Berzocana en Cáceres donde reposaban sus
cuerpos.
Recibidas en solemne procesión desde la villa de Espinardo, en
la que habían permanecido algunos días, fueron depositadas en el altar
mayor de la Catedral para su veneración.
Los huesos del que desde entonces es patrono de la Diócesis se han
custodiado en diversas urnas, siendo la más suntuaria de todas ellas la
que en el siglo XVIII costeó el racionero de la Catedral Julián Marín y
Lamas y ejecutó el platero Rafael Proens.
El incendio de 1854 afectó
casi en su totalidad al altar mayor, fundiéndose el arca-relicario. A
iniciativa del obispo Mariano Barrio y del Cabildo Catedralicio, y
recurriendo a la mediación de Antonio María Claret, confesor de la Reina
Isabel II, se encargó a Víctor Pérez, platero de la corte, la actual
urna para colocar los huesos de san Fulgencio rescatados tras el
incendio.
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