ALMERÍA.- El miércoles, diez minutos antes de las siete de la tarde y
once horas después de que La Voz de Almería llegara a sus lectores abriendo
portada con el titular “El Gobierno ignora Almería al lamentar los
retrasos del AVE”, un destacado miembro del equipo del Ministerio de
Fomento se ponía en contacto con Simón Ruiz, redactor jefe y el tipo
que, quizá, más sabe del estado de las obras del AVE de Almería y
Murcia, para comunicarle que acababa de ser adjudicado un nuevo tramo
entre Sangonera y Totana por 120 millones de euros, recoge hoy el citado periódico.
La llamada pretendía
demostrar la voluntad del Gobierno de que las obras continúan el
ritmo previsto para que la Alta Velocidad llegue a la provincia en
2023. No pongo en duda que el olvido de Almería a que hacía referencia
el titular de este periódico obedeció más a un lapsus que a una
ignorancia premeditada.
Ábalos no es un ministro torpe y nadie puede
negarle al Gobierno actual su constatada voluntad de imprimir más
velocidad a las obras previstas para la llegada de la Alta Velocidad;
nadie puede negárselo salvo el PP, claro, que, después de siete años en
los que no se hizo nada bajo su Gobierno, nada, ahora clama por retrasos
y olvidos ajenos cuando han sido ellos los que con más insistencia han
caído (hasta que llegó Iñigo de la Serna al ministerio, en los últimos
años del gobierno Rajoy y así hay que reconocerlo) en estos dos pecados
capitales que tanto se cometen en la realización de infraestructuras de
comunicación en nuestro país.
De todas los olvidos
padecidos por Almeria, este ha sido, hasta ahora, el último. Pero nos
vendrán más. Como antes ocurrieron otros. Tal vez el más sonrojante, por
consciente, ocurrió con el gobierno de Chaves en los 90 y en la planificación de la A 92.
Almería
es un territorio de ultramar en el que nadie ha reparado con la
atención necesaria cuando se planifica el mapa de la trama de
comunicaciones que unen el sur periférico con el centro del país. Que el
presidente andaluz, sus consejeros sevillanos y sus palmeros en Almería
no perdieran un minuto en darse cuenta que el tramo occidental de la
A92 que unía Granada con Murcia por Vélez Rubio convertía Almería en una
reserva india de casi imposible acceso fue un disparate que costó diez
años en reparar.
Que el ministro Ábalos aludiera en su intervención al
trato desdeñoso con que Granada y Murcia han sido tratados en los
proyectos de los ejes ferroviarios, obviando Almería que es la que sufre
un trato más lacerante de las tres y de toda España, es un lapsus que
demuestra hasta qué punto continuamos siendo una isla ignorada, el
territorio inapreciado entre dos capitales que, sin pretenderlo siempre,
pero pretendiéndolo a veces, nos sitúan en una tierra de frontera en la
que ninguna administración ha reparado casi nunca.
Esta ha sido la
historia hasta hace apenas dos años cuando, después de la construcción
de los grandes túneles de Sorbas durante el gobierno de Zapatero y con
Jesús Miranda en la estructura de dirección del Ministerio de Fomento,
el gobierno del PP dejó en vía muerta, durante seis largos años los tramos entre Murcia y Almería. De la Serna reemprendió la tarea y Ábalos la ha continuado.
Pero
para que la marcha continúe es necesario que los almerienses sepan
estar a la altura a la que, hasta ahora, no hemos sabido estar. No estoy
aludiendo a los representantes políticos de la provincia en las
instituciones de Almería, Sevilla o Madrid; o no solo hay que imputarles
la responsabilidad a ellos.
Tenemos que asumir nuestra parte de culpa
todas y cada una de las personas que vivimos en la provincia.
El lapsus de Ábalos es criticable porque
muestra el olvido histórico padecido, pero lo que es mas criticable, lo
que se acerca a la obscenidad es que, después de la catarata de
agravios cometidos con los almerienses en materia ferroviaria durante
mas de 125 años- Almería fue la ultima provincia peninsular a la que
llegó el tren, en 1896-, apenas 125 personas asistieran el jueves a
un acto de protesta reivindicativa demandando que se acabe, de una vez y
para siempre, con el maltrato ferroviario que padecemos.
A veces no puedo evitar caer en la tentación de pensar que hay pecadores que tienen más que merecida la penitencia.
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