BARCELONA.- Guardó su uniforme de Guardia Civil en julio del
2006 y no fue hasta el pasado abril, doce años después, que se encajó
nuevamente el tricornio para jurar su actual cargo de jefe de la Comandancia de Madrid. En su despacho de Tres Cantos, el coronel Diego Pérez de los Cobos prepara
con esmero desde hace semanas su declaración de este martes en el
Tribunal Supremo. Es uno de los testigos en el juicio del
procés, recuerda hoy La Vanguardia.
El jueves conoció por sus allegados los titulares del
relato que durante dos horas y media trató de hilvanar con voz
temblorosa y mirada huidiza el que fue ministro del Interior y su
superior, Juan Ignacio Zoido. De los Cobos supo por compañeros de
promoción como el político se quitó de encima sin elegancia, entonando
varias veces “lo desconozco”, cualquier responsabilidad derivada de la
actuación policial del 1 de octubre.
Le contaron también que Zoido le
señaló como el mando operativo que tomó la decisión de que la Guardia Civil y la Policía Nacional cargaran
con violencia en los centros electorales, y el que horas después dio la
orden a esos mismos antidisturbios de detener las cargas.
El foco que con poca dignidad colocó el exministro
sobre el veterano coronel ha añadido interés y presión a su declaración.
Pero el martes en el Supremo, tras jurar decir la verdad, el guardia
civil no se saldrá del guion que ensaya y repite desde el mismo 1 de
octubre por la tarde, cuando fue consciente del fracaso del operativo
policial que él mismo había dirigido siguiendo órdenes políticas de
arriba: “Toda la culpa es de los Mossos d’Esquadra”, reiterará.
Casi nadie en la Guardia Civil duda de que el actual
responsable de la Comandancia de Madrid, murciano de 55 años y padre de
tres hijos, logrará el ansiado fajín de general. Distinto será el coste
que se pueda derivar cuando en la sala del Alto Tribunal, y más adelante en la Audiencia Nacional,
se escuche el otro relato, el de los mandos de los Mossos d’Esquadra
que documentarán lo que hicieron el 1 de octubre y los días previos; y
detallarán el plan que contemplaba la presencia de dos policías en cada
uno de los 2.315 centros de votación. Un dispositivo que en esos días
conocía bien el coordinador De los Cobos y al que nunca puso ni un pero.
Hasta ese 1 de octubre, De los Cobos era uno de los
coroneles con más proyección profesional y futuro en la Guardia Civil.
Criado en el seno de una familia muy conservadora de Yecla, Francisco,
su único hermano, presidió el Tribunal Constitucional entre el 2011 y el
2017, periodo en el que se anuló por unanimidad la declaración
soberanista aprobada por el Parlament en el 2013.
A De los Cobos le tocó sufrir y combatir a ETA en el País
Vasco. En alguna ocasión, como una noche en Barcelona que se sintió
cómodo y con gente de confianza, el coronel rememoró sin escatimar
detalles y épica haber formado parte del grupo de guardias civiles que
la madrugada del 1 de julio de 1997 se pasaron horas rastreando, palmo a
palmo, la vieja nave de Mondragón en la que la organización terrorista
mantuvo secuestrado 532 días al funcionario de prisiones José Antonio
Ortega Lara.
Pese a que uno de los terroristas detenidos aseguraba en
aquel almacén al juez Baltasar Garzón que el secuestrado no estaba allí,
los guardias civiles se resistían. A punto estaban de rendirse cuando
uno de los guardias dio con una pequeña pieza móvil de una máquina que
al forzarla manualmente abría una rendija que conducía hasta el zulo.
El
apasionado relato narrado por el coronel como uno más de los
protagonista de aquel rescate estuvo acompañado de felicitaciones y
gestos de admiración de los atentos compañeros de tertulia.
En esos años contra ETA, De los Cobos también pasó
por los juzgados y fue absuelto. Trabajó después una temporada en Quito
de agregado de seguridad en la embajada de España en Ecuador. De vuelta a
casa, mandó la Jefatura de la Policía Judicial de lo que entonces se
llamaba la 112 Comandancia, encargada de la seguridad de la provincia de
Madrid.
Se diplomó en Estado Mayor, y en julio del 2006 sus superiores
le pidieron que aceptara la propuesta de Alfredo Pérez Rubalcaba para
ser su asesor en el ministerio. Desde entonces, lució traje y corbata y
ya no abandonó el despacho por el que desfilaron cuatro ministros, dos
socialistas y dos conservadores. El ya mencionado Pérez Rubalcaba,
Antonio Camacho, Jorge Fernández Díaz y Juan Ignacio Zoido, que le
mantuvieron en su cargo de director del Gabinete de Coordinación y
Estudios de la Secretaria de Estado de Seguridad.
Y en esas estaba, con más poder real que muchos de los
generales que le precedían en el escalafón del instituto armado, cuando
De los Cobos fue elegido por el entonces fiscal Superior de Catalunya,
José María Romero de Tejada, para trasladarse a Barcelona y dirigir y
coordinar uno de los dispositivos policiales más complejos de los
últimos años en España, el de impedir el referéndum del 1 de octubre.
La decisión del fiscal no gustó a la entonces cúpula de los
Mossos, y en persona y por escrito así se le trasladó a Romero de
Tejada. El mayor y entonces jefe de la policía, Josep Lluís Trapero,
ofreció como alternativa que la coordinación policial se realizara a
partir de los organismos que ya contempla la Junta de Seguridad, pero el
fiscal mantuvo al coronel al mando.
Trapero decidió entonces difundir
una nota firmada por la jefatura y que se obligó a leer en los briefings
de todas las comisarías y en la que se precisaba que los Mossos no
compartían la decisión del fiscal, pero la acataban y la cumplirían. Y
recordaban que en su larga historia “hemos mostrado un respeto
escrupuloso a las órdenes que nos llegan de jueces, tribunales y
ministerio fiscal, una posición que seguiremos manteniendo”.
Y llegó el 1 de octubre, y mientras la cúpula de los Mossos
estaba reunida en el Cecor de la calle Bolivia, sin la presencia de
políticos de la conselleria a los que Trapero había prohibido el acceso,
De Los Cobos no se movió de la primera planta de la Delegación del
Gobierno desde la que dirigió el operativo.
Le acompañaban los entonces
secretario de Estado, José Antonio Nieto, delegado del Gobierno, Enric
Millo, y los jefes de la Guardia Civil y la Policía en Catalunya, Ángel
Gozalo y Sebastián Trapote.
En las reuniones de coordinación previas, ni Gozalo ni
Trapote aportaron nunca su plan de actuación, porque tal y como concretó
Nieto en su última instrucción tres días antes de la votación, tanto la
Policía como la Guardia Civil actuarían siempre al auxilio de los
Mossos, a su requerimiento.
Y en eso habían quedado cuando todos se fueron a
dormir. El comisario de los Mossos, Ferran López, sería el encargado de
canalizar las solicitudes de refuerzo de los antidisturbios del Estado.
A
las 8.53 horas se envió la primera petición de apoyo, pero por las
cámaras del Cecor los mandos de los Mossos ya vieron las primeras cargas
de la Guardia Civil y de la Policía que habían empezado a actuar por su
cuenta. Pese a la situación, los Mossos mantuvieron los canales de
coordinación y el comisario López abandonó Bolivia a las 9.45 para
asistir en la Delegación a la primera de las cuatro reuniones de
seguimiento de la jornada planificadas por De los Cobos.
Ni Trapote ni Gozalo asistieron, el coronel no dio
explicaciones sobre la actuación de los antidisturbios y antes de dar
por finalizado el breve encuentro comunicó a López que no hacía falta
que volviera porque el resto de encuentros quedaban desconvocados.
Pese a
todo, a las 14.44 horas, López envió un e-mail a De los Cobos con la
relación de los 185 centros que a esa hora los Mossos habían cerrado, le
recordaba el acuerdo previo de que los antidisturbios estatales
actuarían a petición de la policía catalana y le mostraba su
“preocupación por los graves incidentes” que se estaban produciendo.
El
coronel no respondió. Semanas después en un informe y más tarde en
declaraciones en el Supremo y en la Audiencia Nacional siempre ha
eludido cualquier responsabilidad en aquella jornada limitándose a decir
que los Mossos le “engañaron” y “facilitaron” la celebración del
referéndum. El martes volverá a declarar bajo juramento.
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