El acercamiento de las presas políticas
catalanas, siendo un acto de justicia inicuamente retrasado y no
completo, pues lo justo sería liberarlos y exonerarlos como personas
inocentes que son, plantea una situación nueva en Catalunya.
Que
no ha lugar a su procesamiento se echa de ver en que, no habiendo
habido violencia, no se han dado los delitos que se les imputan.
Pero,
aun en el supuesto de que hubiere delito, que la convocatoria y
celebración de un referéndum el 1-O de 2017 fuera un delito, sería
preciso imputárselo a los convocantes, organizadores y coadyuvantes,
esto es, a los dos millones trescientas mil personas que, al votar,
consumaron el delito. Dos millones trescientos colaboradores necesarios
en el delito. Esa sí que sería una macrocausa.
Ya
en serio. La presencia de los presos políticos catalanes en cárceles de
Catalunya, vigilados por la Generalitat, genera una situación
moralmente muy difícil para el independentismo. Los presos y exiliadas
siguen siendo un símbolo y su liberación el requisito de todo diálogo.
Y, al tiempo, se da la necesidad de gestionar los asuntos corrientes. El
gobierno central quiere ver la situación como "normal"; pero el
independentismo no puede aceptar como normal el encarcelamiento de sus
dirigentes.
Por eso se dan dos formas de entender la situación. Una de
ellas requiere proceder sin más en la vía unilateral. Tal cosa supone
hacer efectiva la Repúblicana Catalana ya y nada mejor para ejercer la
soberanía que liberar a los presos políticos. Crisis, conflicto y casi
segura aplicación de un renovado y más duro artículo 155 con previsibles
nuevos procesamientos, encarcelamientos y, quizá, exilios.
La otra vía, que se hizo oír ayer pide contener la reacción popular a la llegada de las presas
y ajustarse a las orientaciones de la ANC y Ómnium. Contención, pues, a
los CDRs. ¿Con vistas a qué? A no obstaculizar el esperado encuentro
entre los presidentes Sánchez y Torra en el que, según la vicepresidenta
Calvo, habrá un diálogo sin cortapisas.
Algo es algo.
Por supuesto, se admitirá que el MHP Torra hable de
autodeterminación y se adelanta que se rechazará la idea, el concepto y
la práctica. Además se hablará de los otros 45 famosos puntos de
Puigdemont a Rajoy hace tres años. Y hasta es posible que se sienten las
bases para futuras negociaciones, en aspiración de Elsa Artadi.
Pero
lo esencial es que pueda hablarse de todo. Ya solo con eso, los
bonachones del independentismo, PDeCat y ERC, votan a favor de la
renovación del consejo de RTVE propuesta por PSOE/Podemos. Se puede
hablar de autodeterminación. Sin duda, un avance. Pero no he leído ni
oído en parte alguna que también vaya a hablarse de los presos
políticos. Los/las presas/os exiliados políticos son el auténtico
obstáculo a toda normalización y no las especulaciones sobre el derecho
de autodeterminación.
El
nacionalismo español confía en mitigar la reivindicación
independentista comprometiendo los 45 puntos y una reforma
constitucional. Mitigarla al extremo de encontrar una especie de
independencia económica de hecho dentro de una monarquía española
renovada. Pero eso tiene mucho de ilusión. El carácter republicano del
independentismo es incompatible con la monarquía.
Por lo demás, ese
movimiento independentista no se desmigajará con ofertas de políticas
públicas en especial financieras. Y, si la CUP acepta que se tiente el
terreno dialogante y negociador, es a cambio de que, paralelamente, el
movimiento independentista siga su curso unilateral, aunque amortiguado.
Ayer mismo, el Parlament votó reactivar los objetivos políticos del procés. Votaron en bloque JxCat, ERC y CUP. Es una moción que reitera la validez de la declaración del 9N de 2015, por la que "el
Parlamento de Cataluña declara solemnemente el inicio del proceso de
creación de un Estado catalán independiente en forma de República." Ni que decir tiene, esta resolución fue anulada fulminantemente por unanimidad por el Tribunal Constitucional. No es seguro que el gobierno de Sánchez pueda digerir este acto de descarada desobediencia al alto tribunal.
Además
de pedir al Govern que ponga en marcha la declaración independentista,
el Parlament se apresta a reactivar un manojo de leyes suspendidas por
el mismo TC. En este punto de la declaración de ayer, la mayoría
independentista aumenta con los votos de los Comunes, partidarios de la
medida de aplicar la legislación. Ese es el bagaje con el que el
presidente de la Generalitat se apresta a dialogar con el de España. Y
la cuestión de las personas presas por razones políticas debe tratarse.
Los
dos modos de entender la iniciativa catalana, la más radical y la más
contemporizadora, acaban siempre coincidiendo en un punto: la República
se consolidará desobedeciendo.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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