Son evidentes las coincidencias entre las dos grandes criaturas
bancarias nacidas en España y Portugal después de la última crisis. En
España, en diciembre de 2010 nació Bankia, consecuencia del proceso de
reestructuración bancaria que llevó a la fusión y desaparición de 7
cajas de ahorro, entre ellas Caja Madrid y Bancaja.
En Portugal, en
agosto de 2014 el Novo Banco surgía de las cenizas del Banco Espírito
Santo (BES), hasta ese momento la segunda mayor entidad financiera del
país, presente en 25 países y 4 continentes.
Las dos entidades postcrisis fueron rescatadas de entre los despojos que dejaron los excesos de la edad de oro de la banca,
en palabras del presidente ejecutivo del banco australiano ANZ, Shayne
Elliott. Ambas se erigieron como paradigmas de los fallos y omisiones de
los órganos de control estatales, tanto nacionales como
internacionales, y acabaron recibiendo el rescate de Europa y de los
contribuyentes, que vienen a ser lo mismo: 11.000 millones en el caso
del Novo Banco, entre inyecciones directas, responsabilidades por
litigios y una garantía pública milmillonaria; 22.424 millones de euros
en el caso de Bankia y Banco Financiero y de Ahorros (BFA), este último
en manos al 100% del FROB y propietario del 45% de Bankia.
Así como Portugal tuvo su Ricardo Salgado, presidente del BES durante 23 años, banquero todopoderoso apodado O Dono Disto Tudo
(el dueño de todo esto), con profundas ramificaciones políticas tanto
en Portugal como en otros países de dentro y fuera de la UE, y que hoy
permanece acusado de 6 delitos fiscales y económicos…; de la misma
forma, en España tuvimos al difunto Miguel Blesa, el banquero de oro
cuya entrada en Caja Madrid estuvo avalada tanto por la izquierda como
por la derecha, amigo de los grandes barones del Partido Popular y
presente en consejos de administración de medios de comunicación,
empresas de construcción, eléctricas, universidades y museos.
Hace ya casi un año que Miguel Blesa se montó en la barca de Caronte
por iniciativa propia. Ricardo Salgado no ha tomado decisiones tan
drásticas y permanece envuelto en los más importantes casos de
corrupción de Portugal de la actualidad. Según el periodista Luís Rosa,
autor del libro A conspiração dos poderosos (A esfera dos
libros), la investigación judicial que rodea a la caída del BES es
probablemente la más complicada en la historia del país, y engloba, “por
ahora, siete contenciosos, uno de los cuales lleva anexos otros 220
contenciosos nacidos de denuncias de clientes del BES (…)”.
Según Rosa, el equipo de investigación que se ocupa del caso BES está
formado por “seis magistrados coordinados por el fiscal José Ranito,
que recibe apoyo permanente de un equipo multidisciplinar compuesto por
técnicos del Banco de Portugal y miembros de la Policía Judicial, PSP
(Polícia de Seguridad Pública, similar a la Policía Nacional española),
la Autoridad Tributaria, la Comissão de Mercado de Valores Mobiliários y
(…) la Procuradoria-Geral da República (Fiscalía General del Estado).
Existe, además, un equipo de seis magistrados que se ocupan solo de la
confiscación de bienes (que pretenden asegurar garantías patrimoniales
de unos 1.600 millones de euros)”.
A su vez, la fórmula que ambos países escogieron para salvar los
activos buenos de las cajas de ahorro, en España, y los activos sanos
del BES, en Portugal, fue la misma: la creación de un ‘banco malo’ donde
verter los activos tóxicos que estaban lastrando a las entidades
bancarias. En España fue el Sareb (Sociedad de Gestión de Activos
procedentes de la Reestructuración Bancaria), que recibió desde el
principio de la crisis un total de 50.000 millones en activos tóxicos de
todos los bancos del país, de los que el 80% eran préstamos y créditos,
y el 20% eran inmuebles.
En Portugal, en cambio, la morralla del BES se
quedó en el propio BES, al que el Gobierno portugués retiró la
licencia, primero, y liquidó finalmente. El proceso generó pérdidas
brutales a los pequeños inversores y accionistas y a poseedores de deuda
subordinada (similar a las preferentes, pero con fecha de caducidad).
Las coincidencias se suceden si analizamos la historia del Banco Novo y
de Bankia, pero existe una diferencia que sin duda invita al análisis:
mientras Bankia lleva desde 2015 repartiendo dividendos entre sus
accionistas (este último año serán 340 millones de euros, repartidos
entre el BFA, 61%, y los inversores privados, 49%), el Novo Banco, por
el contrario, continúa arrojando pérdidas mil millonarias después de
casi 4 años de vida. Y para el próximo ejercicio no se espera que
cambien mucho las cosas. Rita Atalaia, periodista en el diario económico
ECO, asegura que “el propio Gobierno reconoce que va a tener
que continuar prestando para suplir las debilidades de capital como
resultado de las pérdidas que el banco va reconociendo”.
En concreto, en el último ejercicio de 2017, el Novo Banco declaró
unas pérdidas récord de 1.400 millones de euros, lo que supone el 0,72%
del PIB de Portugal. Según Atalaia, “el Fondo de Resolución (FdR) va a
inyectar 792 millones de euros en el Novo Banco. De este montante, el
Estado presta un máximo de 450 millones de euros. El resto vendrá del
propio Fondo”. El FdR es un fondo al que todos los bancos privados e
instituciones financieras del país tienen la obligación de contribuir
para hacer frente a posibles casos de insolvencia como el que sufrió el
BES. Sin embargo, la imposibilidad de los propios bancos de llegar a las
cantidades exigidas por las entidades reguladores para cubrir esa
garantía ha causado que sea el Estado el que tenga que prestar dinero a
los bancos para garantizar la viabilidad del fondo.
¿Qué diferencias existen entre ambos procesos, Bankia en España y el
Novo Banco en Portugal, y por qué uno reparte mientras que el otro sigue
pidiendo? En relación con Portugal, Rita Atalaia cuenta que, a pesar de
que en el momento de la resolución del BES se dejaron los activos
tóxicos en la antigua entidad, el Novo Banco continúa teniendo una
cartera de activos tóxicos, sobre todo de créditos dudosos”.
Fue precisamente esta la razón por la que los bancos de todo el país
pusieron el grito en el cielo cuando el Estado respaldó la compra del
Novo Banco por parte del fondo norteamericano Lone Star con una garantía
de 3.900 millones de euros. Para la compra, firmada en octubre de 2017 y
por la que Lone Star se quedó con el 75% del Novo Banco, parte de esa
garantía tenían que ponerla los bancos e instituciones financieras, cosa
que era imposible en aquel momento, por lo que, para cubrirla, tuvieron
que pedirle esos préstamos al Estado.
“Las pérdidas registradas el año pasado”, cuenta Atalaia, “resultan
del reconocimiento de cerca de 2.000 millones en ‘imparidades’ (pérdidas
por deterioro del valor de los activos), que llevaron a pérdidas récord
y, a su vez, a la necesidad de accionar el mecanismo (del FdR)”. Las
pérdidas sufridas desde su creación (419,9 millones entre agosto y
diciembre de 2014, 980,6 millones en 2015, 788,3 millones en 2016, y
1.400 millones en 2017), han degenerado a su vez en una sangría de
trabajadores y oficinas.
Desde agosto de 2014, en que fue creado el Novo
Banco, y hasta finales de este año, se prevé que la entidad habrá
prescindido de unos 2.600 trabajadores (existen pequeñas diferencias
según las fuentes), del total de 5.297 con que contaba cuando se creó.
Además, habrá cerrado como mínimo unas 120 oficinas, dentro y fuera del
país, de las aproximadamente 507 que tenía.
Bankia, por su parte, realizó esta reducción de plantilla con
pretensiones que incluso superaron las exigencias de Europa. Si bien el
plan aprobado por la Comisión Europea implicaba una reducción del 28%
del total de unos 20.000 trabajadores, ya a principios de 2015 la
entidad se había librado del 35% de la plantilla, esto es, 8.200
trabajadores, entre prejubilados e indemnizados con 30 días por año
trabajado. El de Bankia fue un rescate con fuegos artificiales, música
de orquesta y entusiasmo desmedido.
Según Andreu Missé, periodista y fundador de la revista Alternativas Económicas,
“en una de las comparecencias que ha habido en el Congreso, alguien
(Jerónimo Martínez Tello, exdirector de Supervisión del Banco de España)
dijo que a Bankia le habían dado 10.000 millones de más”. En efecto,
como bien recuerda Missé, Martínez Tello reconoció en el Congreso el
pasado 20 de marzo que la inyección de capital fue de unos 11.000
millones extra porque José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia,
“quiso cubrirse las espaldas. La entidad estaba abierta en canal (…) Fue
la mejor decisión”. Como asegura Missé, “esto explicaría por qué un
banco tiene más capacidad para repartir dividendos, porque le sanean
mucho más rápido que a otro”.
O sea que Bankia, más que rescatada, fue sobre-rescatada, o rescatada
por encima de sus posibilidades. Andreu Missé arroja un poco de luz a
este sinsentido: “Ten en cuenta que ese banco en un 57% sigue siendo
propiedad del Estado. Por tanto, los beneficios (que lleva generando
Bankia desde 2015) es una forma de ir recuperando lo que se ha puesto
allí”. Y continúa, esos 24.000 millones “es un préstamo a muy buenas
condiciones, no estoy seguro, pero creo que al 1,5%. Ten en cuenta que
el préstamo lo da el MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) al FROB
(Fondo de Resolución Ordenada Bancaria) para que se lo dé a los bancos, y
lo que quieren ellos es que el préstamo llegue garantizado por el
Estado español. El MEDE puede ir a los mercados a endeudarse a unos
precios muy bajos, porque tiene el respaldo de toda la UE, y luego no
tiene el objetivo de obtener beneficios”.
Tan bien le ha ido al sistema bancario español con los rescates, que
la propia Lone Star, propietaria del 75% del Novo Banco (y
presumiblemente del 100% antes de 2019), parece querer aumentar su
presencia en España. El Novo Banco está en retirada en las plazas
europeas en que el extinto BES operaba, sobre todo en Londres y en
Luxemburgo, además de sus pequeñas participaciones en Italia, Venezuela o
Cabo Verde.
Sin embargo, el Lone Star ya declaró sus intenciones de
mantener su presencia en España, ya que el fondo norteamericano todavía
está disfrutando las ganancias de su compra de activos inmobiliarios al
banco bilbaíno Kutxabank, por la que realizó una inversión de 930
millones.
Después de comprar Neinor Homes, propietaria de la totalidad de los
activos inmobiliarios de la entidad bancaria bilbaína, Lone Star colocó
en bolsa el 60% de las acciones de Neinor, lo que, en menos de tres
años, le retribuyó unas ganancias de 750 millones, que se suman a los
570 millones en que está valorado el 40% de la presencia que aún
mantiene en la entidad inmobiliaria.
Además, el Novo Banco, es decir, Lone Star, según noticiaba El
Confidencial en abril, se ha mostrado públicamente interesado en hacerse
con la filial española de la Caixa Geral de Depósitos, el principal
banco público portugués. Caixa Geral de Depósitos se vio obligado por la
Comisión Europea a vender su filial en España, el Banco Caixa Geral
(además de otras filiales en Brasil y Suráfrica, si quería recibir los
3.900 millones de inyección de liquidez por parte del Estado, en 2017),
que el pasado ejercicio obtuvo un beneficio de 26,3 millones de euros.
En competición con Lone Star se encuentran nada más y nada menos que
otras 15 entidades, entre ellas el portugués Millennium BCP, Abanca,
Liberbank, Unicaja o Kutxabank.
Resulta llamativo que la UE obligue a un banco público a vender unos
activos que generan beneficios. A este respecto, Andreu Missé explica
que, para intervenir en cualquier restructuración bancaria, la UE
“exigía una reducción de tamaño, es decir, vender activos (…) es un
problema de competencia, es decir, este banco jugaría con ventaja
respecto a los otros ya que ha recibido ayuda (…) Todas las resoluciones
bancarias han tenido que ser, primero, autorizadas por (la Dirección
General de) Competencia de la CE, y esto ha implicado siempre
reducciones de plantilla importantísimas, reducciones de oficinas,
desinversiones, etc.”
Lo que ocurre en el caso de la compra del español Banco Caixa Geral
por parte de, por ejemplo, un fondo norteamericano como Lone Star, es
que es un banco público de un país soberano el que es obligado a
deshacerse de una importante fuente de beneficios. En el peor de los
escenarios, afirma Missé, “estaríamos ante un caso de prevaricación, es
decir, le dan la perita buena a este banco privado. Aunque hay que ver
en qué condiciones se lo darán, quizá incluso el precio es muy alto, ya
que ese dinero puede servir para sanear el banco malo. Tienes que verlo
desde la perspectiva de que por el hecho de darle ayudas a un banco ya
estoy dañando a la competencia”.
Bankia y el Novo Banco han quedado como los remanentes de entidades
centenarias ya extintas. Se quedaron con sus activos buenos y están
consiguiendo deshacerse de los tóxicos, pero no sin antes pasar por un
calvario de procesos judiciales, estafas a accionistas y pequeños
inversores, desfalcos mil millonarios, un suicidio, orgías políticas con
el poder, salidas a bolsa envenenadas y, por supuesto, una
responsabilidad absoluta por la falta de confianza de los europeos en
sus entidades bancarias, sus instituciones reguladoras y sus
representantes políticos.
(*) Periodista y director de
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