En España
pasó casi desapercibida, pero en esta semana se celebró en Varna,
Bulgaria, una reunión ‘en la cumbre’ entre la Unión Europea y Turquía,
dos entidades que se necesitan mutuamente pero que no encuentran
ocasión (ni consideran justificado ni posible en estos
momentos) para acercarse mucho más.
Y
ello a pesar de que la Unión se comprometió, desde primeros de este
siglo, a la admisión de Turquía como miembro de pleno derecho, tan
pronto como se diesen las pertinentes convergencias económicas.
Desde entonces se ha confirmado la imposibilidad de que Turquía, a
medio o largo plazo, pueda integrarse en el bloque europeo por razones
evidentes de tipo geopolítico y constitucionales; razones que yo analicé
hace más de diez años en un artículo en la revista ‘Política Exterior’,
casi al mismo tiempo que el principal consejero de política exterior
del partido popular, Jorge Moragas, se mostraba fervoroso creyente en el
futuro europeo de Turquía.
Entretanto han ocurrido sucesivos intentos de golpes de estado en
Turquía, varias confrontaciones diplomático-militares entre Atenas y
Ankara, el enquistamiento de la división de Chipre en dos comunidades
que viven a espaldas la una de la otra, el deslizamiento del primer
ministro Recep Tayib Erdogan desde el parlamentarismo a la autocracia, y
el despertar de Turquía a la realidad de que su geografía política no
le dejará nunca escapar hacia Europa, pues es en su zona del mundo donde
los turcos tienen mucho que hacer, mucho que contribuir y mucho con lo
que cooperar con sus aliados oficiales de la OTAN y Europa.
Véase su
implicación en la guerra civil de Siria, donde juega un doble papel
lleno de equivocidad: como espada contra el islamismo terrorista y
conquistador, y como martillo de la etnia kurda desafecta y separatista.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se sinceró al final
de la reunión. Según dijo, no se han encontrado soluciones ni cerrado
compromisos sobre la lista de problemas entre las dos entidades. Un día
después, el primer ministro Binali Yildirim se quejaba de que por parte
de la UE no había visto ningún intento de acercamiento.
Con todo, las relaciones no se declaran oficialmente muertas. Erdogan
pidió que la Unión cumpliera su promesa de levantar la exigencia de
visados para los turcos que entren en Europa, así como que se muestre
más activa en luchar contra el terrorismo (oficialmente el motivo de la
intervención turca en Siria).
Hay un asunto en que la cooperación se mantiene intacta: el acuerdo
de retención en Turquía de los refugiados sirios que huyen del conflicto
en su tierra, y que debe reportar al gobierno, según lo acordado,
€6.000 millones, aunque Ankara se queja de la impuntualidad en los
pagos. En todo caso, el dossier UE-Turquía será examinado en una reunión
consagrada a mover la agenda, en abril próximo, aunque el principal
obstáculo para un progreso significativo es la permanencia del estado de
emergencia, decretado por Erdogan a raíz del intento de golpe de
estado, en 2016.
Las relaciones de Turquía con la Unión están condicionadas por la
conflictividad inherente a los intereses estratégicos cruzados de los
principales agentes internacionales. En febrero, el presidente Macron
pidió a Erdogan, en una conversación telefónica, que extendiera a la
región siria de Afrin el alto el fuego decretado por la ONU para todo el
país. Afrin es uno de los principales escenarios de la lucha de Turquía
contra los separatistas kurdos. Pero sobre todo, Ankara no debería
poner sus miras territoriales sobre el conflictivo país situado en su
frontera sur, advirtió Macron.
Este desacuerdo franco-turco inquietó al presidente Trump, receloso
de la inclinación pragmática de Turquía a entenderse con Rusia cuando
cree que sirve a sus intereses. Por eso Trump habló con Macron, el
pasado día 27, enfatizando la importancia de cooperar con Turquía y
confrontar juntos “los desafíos estratégicos compartidos en Siria”.
Europa y Turquía se complementan y necesitan por una serie de
factores. Por ahora, nada que pretenda ir más allá de ese pragmático
programa parece realizable.
(*) Periodista
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