martes, 27 de febrero de 2018

Draghi, gé­lido con Guindos / Carlos Segovia *

La relación entre el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, y el que será su vicepresidente en la recta final de su mandato, Luis de Guindos, no va a ser fácil. El italiano habló con el ministro muy amablemente en privado cuando éste fue nombrado por el Eurogrupo, pero se cuida muy mucho de elogiarlo en público.

De hecho, ayer se produjo la primera fricción. El italiano no hizo la más mínima mención a la cualificación de Guindos para ser vicepresidente del BCE y, al contrario, dejó claro implícitamente que no le parece bien que un ministro del Eurogrupo desembarque en su institución por aquello de que debe ser independiente del poder político.

Aprovechó una pregunta de la socialista francesa Pervenche Berès en la Comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo sobre el aterrizaje del español en Fráncfort para proclamar que "la independencia del BCE está asegurada en el tratado y que será protegida por el tratado más allá de cualquier perfil personal". En vez de decir que conoce a Guindos y que está seguro de que defenderá la independencia del banco, soltó ese argumento defensivo.

Su frialdad coincide con la actitud del Gobierno italiano, que fue el último en dar su visto bueno al nombramiento del español. Es un reflejo del malestar que existe en la cúpula del BCE con la candidatura de Guindos, como ya publicó este diario durante la reunión de Davos el pasado enero. 

En la trastienda está que Draghi maneja el comité ejecutivo del BCE a su antojo ante la falta de vocales con personalidad. Ni el actual vicepresidente, el portugués Vitor Constancio, ni miembros como el belga Peter Praet o el francés Benoît Coeuré tosen al italiano. Guindos, de fuerte personalidad, sí puede replicar a Draghi en el último año de mandato de éste.

El ministro español ya apuntó durante su discurso ante la misma instancia parlamentaria que lo que él podía aportar al BCE es "visión de conjunto", como si Draghi y el resto de tecnócratas del comité ejecutivo carecieran de ella. Guindos argumentó que la política monetaria del BCE "no es todopoderosa" y remarcó que no habría tenido éxito si los ministros del Eurogrupo no hubieran diseñado la Unión Económica y Monetaria.

El español también se revolvió cuando el eurodiputado Ernest Urtasun le sacó el tema de la independencia del BCE. Dijo que defenderla no estaba reservada a Draghi y compañía, sino a todos los europeístas que creen en ella, ya sean eurodiputados o ministros. 

Una de las grandes paradojas del nombramiento de Guindos es que la izquierda española, con tal de atacarlo, dice ahora que los políticos no deben ir al BCE, cuando es lo que han defendido tradicionalmente como bien recuerdan estos días los ex ministros socialistas José Borrell o Valeriano Gómez. 

También tiene su ironía para ex ministros del PP como Elvira Rodríguez que Guindos defienda pasar del Gobierno a órganos reguladores cuando fue reacio en el caso de ella en la CNMV.

Pero el problema de Guindos no es el Parlamento Europeo. Tampoco la opinión del BCE que, aunque no será entusiasta, no le será negativa. Además, no es vinculante. Lo importante es su función futura en Fráncfort y su capacidad de adaptación. Draghi mostró ayer que no se lo va a poner fácil.


(*) Periodista



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