MADRID.- Que el PP ha sido el principal damnificado por el devastador efecto de las elecciones catalanas del pasado 21-D es un hecho, pero la cuestión ahora, dentro de la familia popular, es personalizar o no el fracaso del PP. A Mariano Rajoy
lo ponen a salvo de toda crítica, tanto desde el Gobierno como desde el
propio partido, a juicio de Cuarto Poder.
De hecho, fuentes populares consultadas por cuartopoder.es ponen todo su empeño en alabar el “buen tino del jefe” a la hora de aplicar el 155
y disolver de inmediato el Parlament para convocar elecciones
autonómicas. Otros se atreven a aventurar que, de no haberlo hecho así
Rajoy, la catástrofe electoral hubiese sido mucho peor
(¿cabía mayor batacazo?). Así pues, entonando el mantra “larga vida a
Mariano”, sus correligionarios esperan y aspiran a que el tsunami
catalán, que ha arrasado al PP y lo ha enviado al Grupo Mixto, y está
por ver qué consecuencias puede tener en la política española, no haga
mella en su líder; ni un rasguño.
Sin
embargo, mientras la mayoría de los miembros del Gobierno consultados
por este diario se encogen de hombros y eluden buscar responsables del
desastre catalán en las filas propias, en el partido corre de boca en
boca el nombre de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.
Todos los dedos acusadores señalan a la vicepresidenta y alguno que otro añade al ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido; por la pésima gestión que se hizo del 1-O, y los intentos fallidos de frenar el referéndum por parte de las fuerzas de seguridad del Estado
enviadas a Cataluña y la falta de previsión a la hora de coordinar el
desastroso dispositivo con los Mossos d´Esquadra.
En ambos casos, y en
el de la vicepresidenta, por ser la mano derecha del presidente y
encargada de todo lo relativo a Cataluña, además de la responsable
política del CNI, que no fue capaz de detectar miles de urnas que se
instalaron en los colegios electorales, o de las relaciones institucionales y políticas con el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, que podría haber sido, según las investigaciones del juez Pablo Llarena,
uno de los ideólogos políticos del operativo secesionista y, por qué no
decirlo, porque en el PP son muchos los que le tienen ganas a la
poderosa vicepresidenta.
El caso es que Rajoy tuvo que dejar claro en su última comparecencia de prensa del año que no piensa hacer cambio alguno en su equipo de gobierno.
Y quiso ser tajante. Se cuidó mucho de recurrir a su manido y
enigmático “…o no”.
Desde su entorno aseguran que, si bien es cierto que
no entra en sus planes crisis de gobierno alguna ni a
corto plazo ni, probablemente, hasta que finalice la legislatura (a
excepción de la sustitución puntual del ministro de Economía, Luis De Guindos,
quien tiene todas las papeletas para ocupar próximamente un puesto en
la cúpula directiva del Banco Central Europeo).
Rajoy enfatizó su
negativa, ante las preguntas de la prensa, para dar también respuesta a
quienes, desde el PP, no sólo son críticos con la gestión de la
vicepresidenta, sino que apuntan que podría costarle el cargo.
Rajoy, pues, lo ha dejado claro para todos aquellos que aventuran
represalias y caídas en desgracia de la vicepresidenta: ella sigue y
seguirá en su puesto. No fue necesario que lo especificase, porque el
mensaje llegaba nítido a quienes han apostado por el fin político de Soraya Sáenz de Santamaría
o, por lo menos, de su estado de gracia, con el presidente.
Otra cosa
es -señalan los más inasequibles al desaliento- el futuro de la
vicepresidenta cuando Rajoy se marche. Su pronóstico, lo pueden
imaginar: “¿en el PP?¡ninguno!”.
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