MADRID.- El agua es un bien común y necesario; y siempre hay algún "listo" dispuesto a aprovecharse de las cosas buenas. Hace décadas se usaba el agua para engordar pesos o mezclarla con sustancias como la leche para estafar a las personas. Ahora, la cosa se ha vuelto más sofisticada y hay quien es capaz de estafar vendiendo hasta el agua. En estos primeros días del año ya hemos visto algunos los primeros (y curiosos) fraudes que aprovechan las modas. Y en algunos casos son modas peligrosas, a juicio de www.hipertextual.com
Procedente del país del sol naciente llega la idea de vender agua
hidrogenada. Esta consiste en agua, común y corriente, a la que se le
inyecta cierta cantidad de hidrógeno para aumentar la cantidad de H2
disuelto, grosso modo. Sus defensores explican que sus efectos (procedente del agua hidrogenada) van desde el poder antiinflamatorio a la reducción del envejecimiento celular, pasando por la reducción de radicales libres.
Todo esto es muy bonito y, para alguien que sepa lo básico de química puede parecerle muy lógico. Pero lo cierto es que el cuerpo es mucho más complejo y tiene sistemas de regulación muy sofisticados. Por el momento, no existen evidencias sólidas, en primer lugar, de que el hidrógeno en el cuerpo humano tenga semejantes propiedades.
En segundo, el hidrógeno es muy poco soluble en agua, así que
inyectarlo solo serviría para producir burbujas y verlo como se escapa.
Otros procesos afirman usar la electrólisis para "fijar" el H2 al agua, algo que tampoco tiene mucho sentido químico, ya que lo que obtendremos será una solución ácida, como mucho, en un proceso conocido de largo en la industria metalúrgica.
En tercer lugar, tampoco existe una base sólida para creer que el
hidrógeno podemos adquirirlo a través del agua. Como decíamos, el cuerpo
es muy sofisticado y está preparado para regular de manera casi
perfecta las sustancias que adquiere. Aunque consiguiéramos hidrogenar
de verdad el agua, probablemente no serviría absolutamente de nada.
La peligrosa moda del agua cruda
Probablemente uno de los disparates más absurdos e indignantes de los últimos tiempos sea la nueva moda de beber "agua cruda". Una tendencia que ha nacido en el mismísimo seno de Silicon Valley
y de la mano de Doug Evans (entre otros), el polémico creador de
Juicero, una serie de exprimidores de zumo con WiFi cuyo valor ascendía a
los 700 dólares.
Pero, volviendo al agua cruda, ¿por qué es peligroso? Muy sencillo:
el agua contiene productos químicos disueltos y bacterias que podrían
resultar peligrosas para la salud. Más de 2.000 millones de personas en el mundo, según la OMS, carecen de acceso a agua potable. Esto supone enfermedades o, incluso, la muerte.
Y ahora, esta moda pretende tirar a la basura los adelantos que nos
han permitido poder acceder a este bien común sin peligro alguno con la
falsa premisa de que el agua cruda "es más saludable". La idea tras esta
propuesta absurda es que el agua tratada es "agua muerta" (sic), que contiene sustancias químicas diseñadas para controlar a la población.
Una estupidez terrible que contrasta con las 842.000 muertes anuales cada año por culpa de la insalubridad del agua,
donde casi la mitad de los fallecidos son niños menores de cinco años, a
causa de la diarrea. Sorprendentemente, este dislate está cogiendo
fuerza entre las clases altas y más pudientes de California. Y ya
veremos cómo termina.
El agua alcalina y las dietas milagrosas
Hemos hablado en más de una ocasión del desempeño de las dietas milagro. Por desgracia, estas abundan y no precisamente para bien. Una de ellas es la dieta alcalina, aquella que promueve que debemos controlar el pH de nuestra sangre para alcalinizarlo, es decir, para hacerlo básico.
La hipótesis dice que la alimentación cambia el pH de nuestros fluidos corporales y que un entorno ligeramente alcalino
(con un pH por encima de 7) podría ser beneficioso para nuestro cuerpo
porque permite asentar más fácilmente las sales que fortalecen nuestros
huesos, eliminar algunos metabolitos peligrosos y modificar nuestra
fisiología en varios aspectos beneficiosos.
Para que esto se produzca, los defensores de la dieta alcalina venden la idea de un cambio en la alimentación así como la venta de agua ionizada alcalina
que cambiaría el pH de nuestra sangre. Pero esto no tiene sentido por
varias cuestiones. En primer lugar, no se puede cambiar (por suerte) el
pH de nuestro cuerpo de manera significativa así como así.
En segundo, las bases de esta hipótesis están en un estudio muy
específico realizado en el S. XIX con conejos, sin evidencias actuales
que la respalden. En tercer lugar, los defensores a menudo usan la
terminología indiscriminadamente, cambiando conceptos sobre el potencial redox, la carga iónica y el pH bien porque no saben qué significan o bien porque quieren confundir al consumidor. Spoiler alert: normalmente lo mezclan todo sin ningún sentido químico apreciable.
Antes de continuar, hemos de decir que hablamos de Europa y Estados Unidos. En ambos lugares las directivas referentes a la potabilización del agua son casi draconianas.
Es decir, no se pasa ni un solo parámetro a la hora de hacer los
análisis. Si algo está mal, automáticamente se corta el suministro.
En concreto, en Europa, los análisis de agua se hacen en continuo y
cada hora, normalmente en más de un punto desde su llegada a la
potabilizadora hasta la salida de distribución. En España esto supone hasta cinco puntos de control constantes que aseguran la calidad del agua en todo momento (que no su sabor, que es otra cuestión distinta).
Por el contrario, el agua de manantial recogida y potabilizada solo
tiene un punto de control antes de su embotellamiento. Aun así, los anuncios venden constantemente la idea de que el agua de mineralización débil es más sana que el agua "dura" del grifo. Esto no es cierto a tenor de las evidencias científicas con las que contamos.
Por el momento, no existe ninguna evidencia de que la mineralización débil tenga beneficios para la salud general de las personas. Tampoco existe ninguna razón para pensar que el agua de grifo, en los parámetros determinados por la directiva europea (y americana) pueda producir ningún tipo de problema
(como piedras en el riñón o problemas con la tensión). Otra cosa muy
distinta, insistimos, es el sabor, que depende exclusivamente de las
sales disueltas y solo depende del gusto y no de la salud.
Adoctrinados por la empresa a la que pertenecen, como si de una
religión se tratase, los vendedores de equipos de ósmosis llegan a tu
casa para ofrecerte sus productos. Con la intención de "demostrar" que tu grifo es una fuente de líquido tóxico y peligroso se disponen a hacerte un experimento con electrolisis en el que verás con tus propios ojos la porquería de tu agua.
Y efectivamente, el agua de tu grifo se pone amarilla, parda y
finalmente negra. La suya, sin embargo, que viene convenientemente
embotellada no. Pero, ¡atención! si quieres darle una lección de
humildad a estos vendedores, un gesto tan sencillo como echarle sal común a su agua será suficiente.
Con una buena cantidad de sal (un puñadito), pronto su agua
embotellada comenzará a tiznarse también. ¿Qué ocurre? ¿La sal está
contaminada? No. La cuestión es que el agua que llevan embotellada es agua destilada y la prueba que realizan se llama electrolisis.
La electrolisis produce una corriente eléctrica que "rompe" el agua,
produciendo una gran cantidad de oxidantes rápidamente. Al oxidar el
metal del diodo, el agua se verá parda y oscura.
¿Y qué ocurre con el agua destilada? Al no tener sales minerales no
conduce la electricidad y no se produce la electrolisis propiamente
dicha. Pero al echarle sal (común de mesa), el proceso comienza
y, entonces, el diodo se oxida de la misma manera que el del agua de
grifo. Por tanto, el color no tiene nada que ver con el agua, sino con
el metal del diodo, aunque te digan lo contrario.
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