MADRID.- El último decapitado. En eso se ha convertido Pedro Antonio Sánchez. El expresidente de Murcia, que ya fue impulsado por Génova a abandonar el Ejecutivo autonómico, ha recibido ahora el último empujón para que tirara la toalla y dimitiese también de sus cargos de diputado en la Asamblea y de presidente del PP regional. Y el artífice de todo ello ha sido Fernando Martínez-Maillo, a juicio del digital progresista Público.
El coordinador general del partido se ha convertido en la mano derecha de su presidente, Mariano Rajoy. Con una secretaria general -María Dolores de Cospedal- desaparecida en la práctica por tener que dedicarse a sus labores de ministra de Defensa, es el número tres el encargado de gestionar todas las crisis internas.
De Rita Barberá a Pedro Antonio Sánchez,
pasando por la extensión de los tentáculos de la dirección nacional en
los congresos regionales del PP en los que se eligió a los
correspondientes barones del partido, Maillo ha tenido un papel fundamental. También, además, a la hora de gestionar las relaciones con sus socios de Ciudadanos.
Su responsabilidad ha ido en aumento desde que, en 2015, se convirtió en uno de los cuatro fichajes de Rajoy para regenerar el partido.
Como vicesecretario de Organización compartió protagonismo con Cospedal
cuando la cúpula abrió un expediente informativo por la Operación Taula
a la fallecida exalcaldesa de Valencia. "Defiende a la gente que no ha hecho nada", le exigió una amenzante Barberá a Maillo. Una vez el Supremo le abrió una causa por presunto blanqueo de capitales, fue Cospedal quien la convenció para que dimitiera, pero quien todavía era uno de sus segundos ya estaba subiendo peldaños.
Tras la crisis de Barberá llegó la de Lezo, con la detención y encarcelamiento del expresidente madrileño Ignacio González y la consiguiente dimisión de Esperanza Aguirre. Ella
se fue, como Pedro Antonio Sánchez, antes de que la echaran, pero fue
Maillo -y no Rajoy ni Cospedal- el primero en enterarse. "Este calvario ha terminado", le escribió por sms apenas una hora antes de su renuncia pública. Una prueba más de quién es el nombre de referencia ahora en el partido.
Asimismo, fue el número tres quien tuvo que
dar la cara por su presidente cuando llegaron los congresos regionales
del PP. Rajoy, Cospedal y otros cargos del partido se recorrieron media
España para felicitar en persona a los recién elegidos nuevos barones
del PP. Cuando llegó el turno de Pedro Antonio Sánchez, ya imputado por el caso Auditorio, todos evitaron la foto con él. Todos, menos Maillo, que también acudió a Murcia, poco después, a aplaudir a quien estaba empujando a marcharse.
También es él quien maneja los palos que desde la dirección nacional mueven los hilos de las organizaciones regionales del partido. Aunque
todo el PP se tiñó de "democracia interna" en la celebración de sus
cumbres internas, el aparato del partido acabó imponiendo su poder en
todas ellas, a excepción de La Rioja. No sin contratiempos, como el de Cantabria, donde la división entre los oficialistas afines a su nueva presidenta, María José Saénz de Buruaga, y los críticos afines a Ignacio Diego sigue patente incluso en el grupo parlamentario regional.
Del mismo modo, fue Maillo quien coordinó en última instancia los siguientes congresos provinciales que, una vez más, transcurrieron sin mayores problemas. La excepción fue Valencia, donde el
coordinador general resolvió el problema imponiendo la creación de una
gestora que se ocupe de la formación hasta que lleguen tiempos mejores.
'Trampas' a Ciudadanos
De otro lado, al margen de la organización
interna del PP, Maillo se ocupa de primera mano de cuestiones de
especial relevancia para el partido. Él, que formó parte de la mesa
de negociación con Ciudadanos que logró el pacto de investidura de Rajoy
entre ambas formaciones, hace un seguimiento continuado del mismo. Es más, fue él el encargado de gestionar la crisis abierta en Murcia, precisamente tras la dimisión de Pedro Antonio Sánchez.
Los de Albert Rivera, que exigían también que abandonara su escaño en la Asamblea, se sintieron engañados pero se sentaron a la mesa para intentar reformular sus conceptos de "imputado por corrupción" de cara a elaborar un nuevo pacto de investidura, esta vez, del sucesor de Sánchez, Fernando López Miras. Tras varios rifirrafes, el acuerdo se redujo a un sólo punto: C's votaría sí al PP -otra vez- si los conservadores apoyaban la reforma del Estatuto de Murcia que eliminaría los aforamientos en la Comunidad.
Aunque, una vez llegó dicha norma al Congreso, los conservadores volvieron a trampear a sus socios, Rivera se salió con la suya. Una derrota para Maillo que, sin embargo, no emborrona su trayectoria en el PP. Suyas son otras victorias como la doble comisión de investigación de financiación irregular de los partidos en Congreso y Senado o las trabas puestas a la limitación de mandatos que pretenden impulsar los naranjas. Y, pese a todo, C's ya ha anunciado que volverá a apoyar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para el 2018.
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