MURCIA.- En el número correspondiente al mes de julio de la revista académica murciana Más Poder Local, de comunicación política e institucional de la Asociación ALICE, que se edita en Murcia y cuyo director es Ismael Crespo, se entrevista al catedrático Ramón Cotarelo.
Para su número 32, dedicado a Emociones y política, le hicieron una entrevista que ahora se publica y se reproduce aquí
íntegra. Es curiosa casualidad que haya coincidido con la conferencia de
Cartagena. Quien la lea quizá no deba olvidar que se hizo a finales del
pasado mes de marzo, lo que obliga a cierta perspectiva.
Más Poder Local (MPL):
Ha sido reiterado por políticos y académicos un supuesto triunfo discursivo de la derecha, a pesar del fracaso de sus políticas. ¿Por qué triunfa el discurso de la derecha?
Ramón Cotarelo (RC):
La realidad es de derechas y carece de discurso. No hay triunfo de la derecha porque este se limita a justificar la realidad existente o mentir sobre su intención de cambiarla cuando es tan cruel e injusta que amenaza con una revolución. El triunfo y la derrota son cosa de la izquierda que alcanza aquel cuando consigue comprender y explicar la realidad, y transformarla, según recomendaba Marx en la 11ª tesis sobre Feuerbach. Si no lo hace, es derrotada. Resumiendo, no hay que buscar las razones del triunfo discursivo de la derecha, sino las de la derrota de la izquierda y estas son muchas. La fundamental, sin embargo, es la incapacidad para formular una teoría que habiendo comprendido y explicado la realidad pueda luego convertirse en práctica. Una teoría que sea un mentís a la principal conclusión del postmodernismo de la imposibilidad de un “metarrelato” dado que la realidad, según se dice, solo es comprensible fragmentariamente, con lo que esta novedad desactiva la vieja afirmación hegeliana de que “la totalidad es la verdad”. Ahora, la totalidad es la no-verdad, como decía Adorno, que se adelantó en esto a los tiempos actuales. Ese resignado abandono de la gran teoría es un retorno al irracionalismo que, llevado a sus últimas consecuencias, supone un atentado contra la verdad como parámetro cognitivo y desemboca en el reinado de la llamada posverdad. Si atribuimos a este el triunfo del discurso de la derecha, coincidiremos en que su razón es solamente el correspondiente fracaso de la izquierda. La derecha triunfa porque, al carecer la izquierda de propuestas propias, se torna realidad el cierre del TINA de Thatcher (There is no alternative)
MPL:
Podemos logró introducir con fuerza el concepto de “casta”, recientemente ha estrenado “trama”, ¿qué hace posible y determina el éxito de un nuevo concepto? ¿Se está limitando el debate político a una lucha por imponer “marcos”?
RC:
Ni “casta” ni “trama” han tenido éxito por su esencia contingente y falta de rigor. En cuanto a qué haga posible el “éxito” de un concepto, depende de qué se entienda por éxito. Si se entiende su funcionalidad como poder creador de teorías emancipadoras, el éxito dependerá de que alumbre líneas de investigación posteriores que sean de beneficio general. Ejemplo, el concepto de la dignidad del ser humano no es muy popular pero, sin él, no hubiera habido Renacimiento, Ilustración etc. Si se entiende su difusión social, el éxito dependerá de la capacidad metafórica del concepto y su identificación con una realidad cotidiana. Ni “casta” ni “trama” identifican la especificidad de España como lo hacen “oligarquía y caciquismo como formas de gobierno de España”, de Joaquín Costa que se traslada a nuestra época dibujando la corrupción moral de un país gobernado por delincuentes amparados por los jueces, protegidos por los militares y bendecidos por los curas. Una verdadera distopia. Lo de los marcos es inevitable, pero no pienso que sea una limitación. ¿Qué otra cosa cabe hacer sino deliberar, discutir, debatir y decidir? Y ningún debate es posible sin posiciones previas, sin las premisas personales que exigía Ayn Rand. Lo importante no es que haya marcos, pues los habrá siempre, y todo el mundo se valdrá de ellos porque muchas veces lo hace incluso inconscientemente. Lo esencial es que haya capacidad para deconstruirlos cuando nos son adversos.
MPL:
Tras la vuelta de Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE ¿cree posible un entendimiento entre Podemos y PSOE?
RC:
Posible lo ha sido siempre. Pero no probable. Ahora ya se revela además como imprescindible pues los dos partidos de la izquierda suponen (correctamente o no, es otro tema) que ninguno de ellos alcanzará mayoría absoluta y ambos se necesitarán si quieren llegar al Gobierno. Y ambos parecen querer, no resignarse a ser izquierda testimonial. Se entenderán si quieren sobrevivir. No hay otro remedio. Pero, para ello, los dos sectores tendrán que soltar lastre: Podemos, el peso muerto del esclerótico comunismo anguitesco y el PSOE, la confabulación derechista de submarinos del PP en forma de “vieja guardia socialdemócrata”.
MPL:
¿Considera que hubiera sido más fácil si Errejón estuviera al frente de Podemos?
RC:
Una cuestión típicamente contrafáctica. No sabemos qué hubiera pasado de suceder lo que no sucedió. A saber. Lo curioso es por qué en cambio sucedió lo que sucedió; esto es, por qué fue derrotado Errejón y, sobre todo, por qué se habla de “derrota” y hasta se asume como tal por los afectados, especialmente teniendo en cuenta que Errejón sigue en el partido cuya línea general, en principio, no comparte. El territorio en el que hay que considerar esto es el de la historia de los partidos comunistas, en donde hay un museo de muestras de este tipo de conflictos y sus variadas soluciones. A la unidad también se encaminará Iglesias por la cuenta que le trae si, después de no asaltar cielo alguno, quiere alcanzar algo de poder terrenal.
MPL:
¿Cómo ve el futuro de la izquierda en España?
RC:
Sombrío. En España no hay izquierda, sino un simulacro sin fuste ni horizonte porque, en realidad, tampoco tiene raíces. No cronológicas, que las tiene y profundas, sino teóricas. Aunque las izquierdas (socialistas y comunistas) se hayan organizado casi siempre como secciones de entes internacionales (I, II, II y media, III y IV internacionales) sus trayectorias han estado determinadas por sus culturas nacionales. No son lo mismo el Partido Laborista que la Socialdemocracia alemana, como tampoco eran lo mismo el Partido Comunista italiano y el francés. El problema de la izquierda española es que carece de esa tradición autóctona pues sus orientaciones han consistido siempre en imitar modelos exteriores. A la fecha de hoy, así sigue siendo. A falta de esa conexión con la cultura política propia (que, a su vez, también es un parcheo de imitaciones exteriores) el discurso de la izquierda española es una mezcla de tópicos y plagios. Podemos es una organización literalmente copiada de otras, desde el nombre del partido hasta el de su secretario general.
MPL:
¿Cree que habrá movimientos en los espacios ideológicos que cubren actualmente los cuatro principales partidos de ámbito estatal, en España?
RC:
Cabe pensar en cambios posicionales con fines mediáticos. Ideológicos, pocos. El fementido bipartidismo se ha convertido en un “bifrentismo” cuya solidez, estabilidad y permanencia están por demostrarse. En el espacio de la derecha, la relación entre el PP y C’s podría alterarse si, como es razonable esperar, la corrupción pasa factura por fin al partido del Gobierno. Pero la ideología será la misma: nacional-catolicismo aliado a neoliberalismo. El intento de C’s de aportar una perspectiva más europea tropieza con el hecho de que la capacidad teórica de los miembros de este partido es inexistente y la seguridad que transmite su líder, ilusoria. En el campo de la izquierda, el enfrentamiento no es nuevo. PODEMOS ha tomado el lugar de la vieja IU, incorporando también al Partido Comunista y esta izquierda no es nueva ni sabe cómo serlo. Lo que ha hecho ha sido beneficiarse de la crisis del PSOE para invertir la proporción tradicional en la izquierda española entre socialistas y comunistas. Y no lo ha conseguido. Sobre todo porque, el ave fénix del PSOE ha renacido. Pero ese renacimiento tampoco es garantía alguna de que haya movimiento perceptible de tipo ideológico. Sánchez asegura estar en la izquierda, pero la afirmación, de momento, no es sino una promesa y más bien propia de la polémica de los universales.
MPL:
Un aspecto al que ha dedicado numerosos análisis es a la cuestión catalana. Más allá de los debates históricos, jurídicos, políticos y económicos, los cuales aborda con profundidad en su libro, "La República catalana", ¿dónde considera que está el fallo comunicativo por parte del Gobierno de España?
RC:
En su incapacidad para revertir la obra de destrucción de España como nación que hizo el franquismo. No solo no la ha revertido, sino que la ha continuado a base de evitar ajustar cuentas con la herencia de la dictadura, de la que sus miembros son los herederos y directos responsables. ¿Fallo de comunicación? ¿Qué le parece que el Rey actual –capitoste y símbolo de la derecha por antonomasia– haya tardado 40 años en reconocer que el franquismo fue una dictadura pero siga sin condenarla explícitamente?
El fallo de comunicación es que ni entiende el país que quiere gobernar y sobre el que quiere reinar. Si algo fue la Transición fue un pacto implícito de mutuas cesiones. Las izquierdas renunciaban a sus símbolos y hasta objetivos estratégicos y las derechas se comprometían a no volver a las andadas de la dictadura nacional-católica, a civilizarse y europeizarse. Las izquierdas cumplieron (al precio de una crisis ideológica que todavía arrastran) pero las derechas, no. El triunfo por mayoría absoluta del PP fue una verdadera restauración de franquismo, un neofranquismo indisimulado que ha roto todos los diques del pacto y literalmente ha provocado en Cataluña el incendio del independentismo.
En resumen el fallo de comunicación está en que el Gobierno, no siendo demócrata, sino franquista, no entiende que la comunicación es legitimación. Para él, la legitimación es el ordeno y mando y la “españolización de los niños catalanes”. Y el resultado ha sido que un Gobierno deslegitimado por su carácter corrupto y presuntamente delictivo de su partido, carece de toda autoridad moral para enfrentarse a las reivindicaciones independentistas. Que un Gobierno con un presidente citado como testigo en un proceso penal y más de 900 cargos de su partido penalmente imputados, pida a los catalanes que cumplan la ley cuando el primero que no lo hace es él es más que un fallo de comunicación. Es un fallo de conciencia y temple moral. Es una prueba de incompetencia y culpabilidad.
MPL:
Cambiando de hemisferio, las pasadas presidenciales argentinas, la crisis en Brasil y Venezuela, y el proceso generalizado de ralentización económica, parecía apuntar a un cambio de rumbo ideológico en el Cono Sur. Sin embargo, parece que estos cambios no terminan de cristalizar. ¿Hacia dónde cree que apunta el futuro político en América Latina? ¿Verdaderamente estamos ante un cambio de rumbo, como se presagiaba hace apenas un par de años?
RC:
No lo sé. América Latina lleva más de doscientos años anunciando cambios políticos, pero la realidad es que el continente (todo él, también el norte) no se ha movido políticamente ni un milímetro en ese periodo, al menos en comparación con Europa. Los mismos países, los mismos regímenes con cambios alternantes entre autoritarismo y seudodemocracias del Sur, excepción hecha de alguna extravagancia como el Imperio del Brasil o el de Maximiliano en México. Más o menos los mismos partidos y las mismas relaciones entre la Iglesia y los Estados. En el Norte, nada de cambios, salvo que se llame cambio al desbarajuste de México. América no ha cambiado nada en doscientos años, ni siquiera en sus esporádicas revoluciones (mexicana, nicaragüense, Arbenz en Guatemala, Cuba, Allende en Chile, etc.) o ideologías peculiares, como el populismo, el laborismo de Vargas, el justicialismo, el aprismo, etc. Si comparamos esta balsa de aceite con Europa, en donde en doscientos años ha habido todo tipo de cambios, han aparecido y desaparecido Estados, partidos, movimientos, revoluciones, etc., y nada es como era cinco años antes, la diferencia es abrumadora. Hablar de cambios en América desde Europa resulta, por lo menos, paradójico.
MPL:
Sabemos que a Palinuro le apasiona el arte ¿Qué obra le inspira más?
RC:
Todas pero en especial, el arte de la Antigüedad clásica (Grecia), el Renacimiento flamenco e italiano y el romanticismo europeo con inclusión de las vanguardias. Del clasicismo, el siglo de Pericles, toda la escultura y el teatro, muy especialmente La Orestiada (Esquilo) y Antígona (Sófocles). Creo que ambas, sobre todo Antígona, debieran ser lectura obligada en la carrera de Políticas. Y, por supuesto, la rquitectura. La pintura flamenca prerrenacentista y renacentista prácticamente sin limitación, desde Holbein el viejo hasta Breughel, pasando por Vermeer, Bouts, Bosco, Teniers, Eyck, etc., y el absoluto maestro, Durero. Del Renacimiento italiano, todo, absolutamente todo: escultura, pintura, arquitectura, literatura, música, teatro y hasta ensayo que, en parte, adquirió formas artísticas en Pico della Mirandola o Baltasar Castiglione. Del Renacimiento arrastro un gusto muy afín con el manierismo y confieso ser admirador incondicional del Parmigianino, (a cuyo lado, Escher tiene poco que hacer) en su autorretrato en un espejo cóncavo. Una genialidad. Y Caravaggio, el pintor que inspiró el tenebrismo español. Monteverdi, Buonarroti, Rafael, Da Vinci, Bramante, Giorgione, Tiziano, Donatello, Torcuatto Tasso. La gloria del espíritu humano.
Del Romanticismo me quedo también con todo, pero muy especialmente con la novela histórica estilo Walter Scott, que recuerda otro género del que también soy admirador, rendido: la literatura caballeresca de la que se burla Cervantes y, muy en concreto, el ciclo artúrico, por el que siento pasión. Se añade la literatura gótica (Walpole y otros) el teatro de Victor Hugo, la pintura y la poesía simbolistas, la música de Beethoven, Schubert y Mahler, las vanguardias, todas las vanguardias, en donde el arte se funde con la política: el prerrafaelismo, los nazarenos, el impresionismo, expresionismo, surrealismo, dadaísmo, futurismo, constructivismo, vorticismo, cubismo, abstracto, etc. Me alargo a la cultura austriaca/vienesa de fin del XIX, primeros del XX: Kafka, Musil y Proust son los pilares de la literatura contemporánea. Su resultado más brillante y el autor quizá más fascinante del XX, Faulkner. Si tengo que elegir por individuos: en escultura, Rodin; en arquitectura Le Corbusier; en pintura, Dalí;en literatura, Thomas Mann; en música, Stravinsky. Por supuesto, muy abierto e interesado por las novísimas corrientes del ciberpunk y arte digital.
MPL:
Finalmente, nos gustaría conocer acerca de tus preferencias en cuanto a series y películas de temática política.
RC:
No sé nada de series porque no veo la TV jamás. En cuanto a cine, la lista sería interminable, desde Nacimiento de una nación (Griffith) hasta cualquiera de las de hoy, como Trumbo (Jay Roach), por ejemplo. Hay películas políticas inolvidables de muy diferentes condiciones: Metrópolis, de Fritz Lang, La voluntad de poder (Leni Riefensthal), Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini), Viridiana (Luis Buñuel), Tierra y libertad (Ken Loach), etc. Precisamente estoy escribiendo un ensayo por encargo sobre Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula), un film típicamente político que ha sido como un resumen de la sociedad mediática y el poder de los medios. En esa línea, en cierto modo, una réplica a Ciudadano Kane (Orson Welles). Incluyo, además, la observación de que no se agota la cosa en la temática política, ya que prácticamente todo el cine es tremendamente político, aunque los filmes concretos parezcan alejados.
Por ejemplo, dos películas que encuentro fascinantes (también políticamente) pero que no son de “temática política”: Jules et Jim y Los 400 golpes (ambas de Truffaut), como política es, por ejemplo, Memorias de África (Sydney Pollack) y, desde luego (aunque en otro sentido), ñordas como Sissi emperatriz (Ernst Marischka) o Raza (José Luis Sáenz de Heredia) y exitazos aparentemente alejados, por ejemplo, algunos films de John Ford (El hombre que mató a Liberty Valance) o Grupo salvaje (Sam Peckinpah).
El cine es el arte político por excelencia y el que ha caracterizado el siglo XX. No obstante, si se me obliga a mencionar un director y una obra en concreto: Costa Gavras y Z una película absolutamente simbólica de un tiempo, una sociedad y un sentido revolucionario de la existencia. Más cercanos, ciertas distopías, como Soylent Green (Richard Fleischer) y Blade Runner (Ridley Scott).
Ha sido reiterado por políticos y académicos un supuesto triunfo discursivo de la derecha, a pesar del fracaso de sus políticas. ¿Por qué triunfa el discurso de la derecha?
Ramón Cotarelo (RC):
La realidad es de derechas y carece de discurso. No hay triunfo de la derecha porque este se limita a justificar la realidad existente o mentir sobre su intención de cambiarla cuando es tan cruel e injusta que amenaza con una revolución. El triunfo y la derrota son cosa de la izquierda que alcanza aquel cuando consigue comprender y explicar la realidad, y transformarla, según recomendaba Marx en la 11ª tesis sobre Feuerbach. Si no lo hace, es derrotada. Resumiendo, no hay que buscar las razones del triunfo discursivo de la derecha, sino las de la derrota de la izquierda y estas son muchas. La fundamental, sin embargo, es la incapacidad para formular una teoría que habiendo comprendido y explicado la realidad pueda luego convertirse en práctica. Una teoría que sea un mentís a la principal conclusión del postmodernismo de la imposibilidad de un “metarrelato” dado que la realidad, según se dice, solo es comprensible fragmentariamente, con lo que esta novedad desactiva la vieja afirmación hegeliana de que “la totalidad es la verdad”. Ahora, la totalidad es la no-verdad, como decía Adorno, que se adelantó en esto a los tiempos actuales. Ese resignado abandono de la gran teoría es un retorno al irracionalismo que, llevado a sus últimas consecuencias, supone un atentado contra la verdad como parámetro cognitivo y desemboca en el reinado de la llamada posverdad. Si atribuimos a este el triunfo del discurso de la derecha, coincidiremos en que su razón es solamente el correspondiente fracaso de la izquierda. La derecha triunfa porque, al carecer la izquierda de propuestas propias, se torna realidad el cierre del TINA de Thatcher (There is no alternative)
MPL:
Podemos logró introducir con fuerza el concepto de “casta”, recientemente ha estrenado “trama”, ¿qué hace posible y determina el éxito de un nuevo concepto? ¿Se está limitando el debate político a una lucha por imponer “marcos”?
RC:
Ni “casta” ni “trama” han tenido éxito por su esencia contingente y falta de rigor. En cuanto a qué haga posible el “éxito” de un concepto, depende de qué se entienda por éxito. Si se entiende su funcionalidad como poder creador de teorías emancipadoras, el éxito dependerá de que alumbre líneas de investigación posteriores que sean de beneficio general. Ejemplo, el concepto de la dignidad del ser humano no es muy popular pero, sin él, no hubiera habido Renacimiento, Ilustración etc. Si se entiende su difusión social, el éxito dependerá de la capacidad metafórica del concepto y su identificación con una realidad cotidiana. Ni “casta” ni “trama” identifican la especificidad de España como lo hacen “oligarquía y caciquismo como formas de gobierno de España”, de Joaquín Costa que se traslada a nuestra época dibujando la corrupción moral de un país gobernado por delincuentes amparados por los jueces, protegidos por los militares y bendecidos por los curas. Una verdadera distopia. Lo de los marcos es inevitable, pero no pienso que sea una limitación. ¿Qué otra cosa cabe hacer sino deliberar, discutir, debatir y decidir? Y ningún debate es posible sin posiciones previas, sin las premisas personales que exigía Ayn Rand. Lo importante no es que haya marcos, pues los habrá siempre, y todo el mundo se valdrá de ellos porque muchas veces lo hace incluso inconscientemente. Lo esencial es que haya capacidad para deconstruirlos cuando nos son adversos.
MPL:
Tras la vuelta de Pedro Sánchez a la Secretaría General del PSOE ¿cree posible un entendimiento entre Podemos y PSOE?
RC:
Posible lo ha sido siempre. Pero no probable. Ahora ya se revela además como imprescindible pues los dos partidos de la izquierda suponen (correctamente o no, es otro tema) que ninguno de ellos alcanzará mayoría absoluta y ambos se necesitarán si quieren llegar al Gobierno. Y ambos parecen querer, no resignarse a ser izquierda testimonial. Se entenderán si quieren sobrevivir. No hay otro remedio. Pero, para ello, los dos sectores tendrán que soltar lastre: Podemos, el peso muerto del esclerótico comunismo anguitesco y el PSOE, la confabulación derechista de submarinos del PP en forma de “vieja guardia socialdemócrata”.
MPL:
¿Considera que hubiera sido más fácil si Errejón estuviera al frente de Podemos?
RC:
Una cuestión típicamente contrafáctica. No sabemos qué hubiera pasado de suceder lo que no sucedió. A saber. Lo curioso es por qué en cambio sucedió lo que sucedió; esto es, por qué fue derrotado Errejón y, sobre todo, por qué se habla de “derrota” y hasta se asume como tal por los afectados, especialmente teniendo en cuenta que Errejón sigue en el partido cuya línea general, en principio, no comparte. El territorio en el que hay que considerar esto es el de la historia de los partidos comunistas, en donde hay un museo de muestras de este tipo de conflictos y sus variadas soluciones. A la unidad también se encaminará Iglesias por la cuenta que le trae si, después de no asaltar cielo alguno, quiere alcanzar algo de poder terrenal.
MPL:
¿Cómo ve el futuro de la izquierda en España?
RC:
Sombrío. En España no hay izquierda, sino un simulacro sin fuste ni horizonte porque, en realidad, tampoco tiene raíces. No cronológicas, que las tiene y profundas, sino teóricas. Aunque las izquierdas (socialistas y comunistas) se hayan organizado casi siempre como secciones de entes internacionales (I, II, II y media, III y IV internacionales) sus trayectorias han estado determinadas por sus culturas nacionales. No son lo mismo el Partido Laborista que la Socialdemocracia alemana, como tampoco eran lo mismo el Partido Comunista italiano y el francés. El problema de la izquierda española es que carece de esa tradición autóctona pues sus orientaciones han consistido siempre en imitar modelos exteriores. A la fecha de hoy, así sigue siendo. A falta de esa conexión con la cultura política propia (que, a su vez, también es un parcheo de imitaciones exteriores) el discurso de la izquierda española es una mezcla de tópicos y plagios. Podemos es una organización literalmente copiada de otras, desde el nombre del partido hasta el de su secretario general.
MPL:
¿Cree que habrá movimientos en los espacios ideológicos que cubren actualmente los cuatro principales partidos de ámbito estatal, en España?
RC:
Cabe pensar en cambios posicionales con fines mediáticos. Ideológicos, pocos. El fementido bipartidismo se ha convertido en un “bifrentismo” cuya solidez, estabilidad y permanencia están por demostrarse. En el espacio de la derecha, la relación entre el PP y C’s podría alterarse si, como es razonable esperar, la corrupción pasa factura por fin al partido del Gobierno. Pero la ideología será la misma: nacional-catolicismo aliado a neoliberalismo. El intento de C’s de aportar una perspectiva más europea tropieza con el hecho de que la capacidad teórica de los miembros de este partido es inexistente y la seguridad que transmite su líder, ilusoria. En el campo de la izquierda, el enfrentamiento no es nuevo. PODEMOS ha tomado el lugar de la vieja IU, incorporando también al Partido Comunista y esta izquierda no es nueva ni sabe cómo serlo. Lo que ha hecho ha sido beneficiarse de la crisis del PSOE para invertir la proporción tradicional en la izquierda española entre socialistas y comunistas. Y no lo ha conseguido. Sobre todo porque, el ave fénix del PSOE ha renacido. Pero ese renacimiento tampoco es garantía alguna de que haya movimiento perceptible de tipo ideológico. Sánchez asegura estar en la izquierda, pero la afirmación, de momento, no es sino una promesa y más bien propia de la polémica de los universales.
MPL:
Un aspecto al que ha dedicado numerosos análisis es a la cuestión catalana. Más allá de los debates históricos, jurídicos, políticos y económicos, los cuales aborda con profundidad en su libro, "La República catalana", ¿dónde considera que está el fallo comunicativo por parte del Gobierno de España?
RC:
En su incapacidad para revertir la obra de destrucción de España como nación que hizo el franquismo. No solo no la ha revertido, sino que la ha continuado a base de evitar ajustar cuentas con la herencia de la dictadura, de la que sus miembros son los herederos y directos responsables. ¿Fallo de comunicación? ¿Qué le parece que el Rey actual –capitoste y símbolo de la derecha por antonomasia– haya tardado 40 años en reconocer que el franquismo fue una dictadura pero siga sin condenarla explícitamente?
El fallo de comunicación es que ni entiende el país que quiere gobernar y sobre el que quiere reinar. Si algo fue la Transición fue un pacto implícito de mutuas cesiones. Las izquierdas renunciaban a sus símbolos y hasta objetivos estratégicos y las derechas se comprometían a no volver a las andadas de la dictadura nacional-católica, a civilizarse y europeizarse. Las izquierdas cumplieron (al precio de una crisis ideológica que todavía arrastran) pero las derechas, no. El triunfo por mayoría absoluta del PP fue una verdadera restauración de franquismo, un neofranquismo indisimulado que ha roto todos los diques del pacto y literalmente ha provocado en Cataluña el incendio del independentismo.
En resumen el fallo de comunicación está en que el Gobierno, no siendo demócrata, sino franquista, no entiende que la comunicación es legitimación. Para él, la legitimación es el ordeno y mando y la “españolización de los niños catalanes”. Y el resultado ha sido que un Gobierno deslegitimado por su carácter corrupto y presuntamente delictivo de su partido, carece de toda autoridad moral para enfrentarse a las reivindicaciones independentistas. Que un Gobierno con un presidente citado como testigo en un proceso penal y más de 900 cargos de su partido penalmente imputados, pida a los catalanes que cumplan la ley cuando el primero que no lo hace es él es más que un fallo de comunicación. Es un fallo de conciencia y temple moral. Es una prueba de incompetencia y culpabilidad.
MPL:
Cambiando de hemisferio, las pasadas presidenciales argentinas, la crisis en Brasil y Venezuela, y el proceso generalizado de ralentización económica, parecía apuntar a un cambio de rumbo ideológico en el Cono Sur. Sin embargo, parece que estos cambios no terminan de cristalizar. ¿Hacia dónde cree que apunta el futuro político en América Latina? ¿Verdaderamente estamos ante un cambio de rumbo, como se presagiaba hace apenas un par de años?
RC:
No lo sé. América Latina lleva más de doscientos años anunciando cambios políticos, pero la realidad es que el continente (todo él, también el norte) no se ha movido políticamente ni un milímetro en ese periodo, al menos en comparación con Europa. Los mismos países, los mismos regímenes con cambios alternantes entre autoritarismo y seudodemocracias del Sur, excepción hecha de alguna extravagancia como el Imperio del Brasil o el de Maximiliano en México. Más o menos los mismos partidos y las mismas relaciones entre la Iglesia y los Estados. En el Norte, nada de cambios, salvo que se llame cambio al desbarajuste de México. América no ha cambiado nada en doscientos años, ni siquiera en sus esporádicas revoluciones (mexicana, nicaragüense, Arbenz en Guatemala, Cuba, Allende en Chile, etc.) o ideologías peculiares, como el populismo, el laborismo de Vargas, el justicialismo, el aprismo, etc. Si comparamos esta balsa de aceite con Europa, en donde en doscientos años ha habido todo tipo de cambios, han aparecido y desaparecido Estados, partidos, movimientos, revoluciones, etc., y nada es como era cinco años antes, la diferencia es abrumadora. Hablar de cambios en América desde Europa resulta, por lo menos, paradójico.
MPL:
Sabemos que a Palinuro le apasiona el arte ¿Qué obra le inspira más?
RC:
Todas pero en especial, el arte de la Antigüedad clásica (Grecia), el Renacimiento flamenco e italiano y el romanticismo europeo con inclusión de las vanguardias. Del clasicismo, el siglo de Pericles, toda la escultura y el teatro, muy especialmente La Orestiada (Esquilo) y Antígona (Sófocles). Creo que ambas, sobre todo Antígona, debieran ser lectura obligada en la carrera de Políticas. Y, por supuesto, la rquitectura. La pintura flamenca prerrenacentista y renacentista prácticamente sin limitación, desde Holbein el viejo hasta Breughel, pasando por Vermeer, Bouts, Bosco, Teniers, Eyck, etc., y el absoluto maestro, Durero. Del Renacimiento italiano, todo, absolutamente todo: escultura, pintura, arquitectura, literatura, música, teatro y hasta ensayo que, en parte, adquirió formas artísticas en Pico della Mirandola o Baltasar Castiglione. Del Renacimiento arrastro un gusto muy afín con el manierismo y confieso ser admirador incondicional del Parmigianino, (a cuyo lado, Escher tiene poco que hacer) en su autorretrato en un espejo cóncavo. Una genialidad. Y Caravaggio, el pintor que inspiró el tenebrismo español. Monteverdi, Buonarroti, Rafael, Da Vinci, Bramante, Giorgione, Tiziano, Donatello, Torcuatto Tasso. La gloria del espíritu humano.
Del Romanticismo me quedo también con todo, pero muy especialmente con la novela histórica estilo Walter Scott, que recuerda otro género del que también soy admirador, rendido: la literatura caballeresca de la que se burla Cervantes y, muy en concreto, el ciclo artúrico, por el que siento pasión. Se añade la literatura gótica (Walpole y otros) el teatro de Victor Hugo, la pintura y la poesía simbolistas, la música de Beethoven, Schubert y Mahler, las vanguardias, todas las vanguardias, en donde el arte se funde con la política: el prerrafaelismo, los nazarenos, el impresionismo, expresionismo, surrealismo, dadaísmo, futurismo, constructivismo, vorticismo, cubismo, abstracto, etc. Me alargo a la cultura austriaca/vienesa de fin del XIX, primeros del XX: Kafka, Musil y Proust son los pilares de la literatura contemporánea. Su resultado más brillante y el autor quizá más fascinante del XX, Faulkner. Si tengo que elegir por individuos: en escultura, Rodin; en arquitectura Le Corbusier; en pintura, Dalí;en literatura, Thomas Mann; en música, Stravinsky. Por supuesto, muy abierto e interesado por las novísimas corrientes del ciberpunk y arte digital.
MPL:
Finalmente, nos gustaría conocer acerca de tus preferencias en cuanto a series y películas de temática política.
RC:
No sé nada de series porque no veo la TV jamás. En cuanto a cine, la lista sería interminable, desde Nacimiento de una nación (Griffith) hasta cualquiera de las de hoy, como Trumbo (Jay Roach), por ejemplo. Hay películas políticas inolvidables de muy diferentes condiciones: Metrópolis, de Fritz Lang, La voluntad de poder (Leni Riefensthal), Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini), Viridiana (Luis Buñuel), Tierra y libertad (Ken Loach), etc. Precisamente estoy escribiendo un ensayo por encargo sobre Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula), un film típicamente político que ha sido como un resumen de la sociedad mediática y el poder de los medios. En esa línea, en cierto modo, una réplica a Ciudadano Kane (Orson Welles). Incluyo, además, la observación de que no se agota la cosa en la temática política, ya que prácticamente todo el cine es tremendamente político, aunque los filmes concretos parezcan alejados.
Por ejemplo, dos películas que encuentro fascinantes (también políticamente) pero que no son de “temática política”: Jules et Jim y Los 400 golpes (ambas de Truffaut), como política es, por ejemplo, Memorias de África (Sydney Pollack) y, desde luego (aunque en otro sentido), ñordas como Sissi emperatriz (Ernst Marischka) o Raza (José Luis Sáenz de Heredia) y exitazos aparentemente alejados, por ejemplo, algunos films de John Ford (El hombre que mató a Liberty Valance) o Grupo salvaje (Sam Peckinpah).
El cine es el arte político por excelencia y el que ha caracterizado el siglo XX. No obstante, si se me obliga a mencionar un director y una obra en concreto: Costa Gavras y Z una película absolutamente simbólica de un tiempo, una sociedad y un sentido revolucionario de la existencia. Más cercanos, ciertas distopías, como Soylent Green (Richard Fleischer) y Blade Runner (Ridley Scott).
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