MADRID.- El Partido Popular se está desmoronando por los continuos escándalos de
corrupción que implican a sus dirigentes más emblemáticos y en unas
elecciones generales anticipadas se desplomaría en las urnas: perdería
24 escaños y a uno de cada cinco de sus votantes, según el último
análisis de las encuestas elaborado para 'Público' por Jaime Miquel y
Asociados.
El blindaje electoral del PP frente a la corrupción se está resquebrajando. Sus votantes huyen en masa hacia su marca blanca (Ciudadanos)
o se convierten en un inmenso granero de nuevos abstencionistas, hasta
socavar por primera vez el búnker de escaños que le garantizaba el
desproporcionado sistema electoral español: si hoy se celebrasen
elecciones generales anticipadas, el Partido Popular quedaría a tanta
distancia de la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados que
ninguna suma de posibles aliados le permitiría gobernar, a pesar de que el número de escaños de C's se dispararía.
Al mismo tiempo, esa gigantesca sangría de
votantes conservadores desencantados hacia el estanque de la abstención
provocaría la participación electoral más baja en casi 40 años: sólo un
68,3% del censo acudiría a las urnas, según las estimaciones del desk research del Observatorio Continuo que elabora el gabinete demoscópico Jaime Miquel y Asociados (JM&A) para Público, evaluando y ponderando las principales encuestas electorales de las últimas semanas.
Que este hundimiento del gran partido conservador se debe a los
continuos escándalos de corrupción que implican a sus dirigentes más
emblemáticos queda patente en que la otra formación política que se
desplomaría sería la antigua Convergència –hoy renombrada Partit
Demòcrata Europeu Català (PDECat)–, también inmersa en numerosos
escándalos de corrupción.
La pérdida por el PP de 1,64 millones de votos
equivale a la fuga de más de uno de cada cinco de los que le expresaron
su apoyo en las urnas en la última consulta electoral para el Congreso.
Eso, en votos válidos equivale a una pérdida del 20,8% de sus votantes en sólo diez meses de legislatura, algo sin precedentes.
Aunque las cifras
absolutas de los daños que sufriría el PDECat –unos 65.000 votos menos,
con una caída de dos décimas porcentuales sobre los votos válidos, y una
pérdida de dos escaños– parecen moderadas, en realidad suponen un durísimo
varapalo de los catalanes al partido que ha gobernado Catalunya durante
27 de los últimos 37 años: casi el 14% de los votantes que le restaban
le darían la espalda, cuando su base electoral ya se había reducido a menos de la mitad en las elecciones generales de estos seis años pasados.
Esos batacazos de partidos
conservadores tambaleantes por su corrupción interna acaban beneficiando
a los partidos emergentes. En el caso del PP, el trasvase de casi
600.000 de sus seguidores hacia Ciudadanos –según las estimaciones de
transferencias de votos, pues no toda la ganancia de C's se debe a
votantes populares– hace despegar definitivamente a la formación de
Albert Rivera, que gana 21 de los 24 escaños perdidos por los populares y
supera el listón del medio centenar de diputados.
En cuanto a Unidos Podemos, consolida y refuerza su posición en el Congreso, donde gana otros tres puestos hasta sumar 74 diputados con sus confluencias.
El PSOE, por su parte, logra mantener su nivel de apoyo total: su porcentaje de votos válidos se mantiene idéntico,
pero aumenta su representación parlamentaria en dos escaños. Eso se
debe al reparto territorial de los escaños.
Por comunidades, el Partido Popular se descalabra en Andalucía (donde pierde 5 escaños), Madrid, Catalunya y las dos Castillas
(donde pierde 3 en cada una) y Valencia, Galicia y Aragón (con 2 menos
en cada una). También cae un escaño en Extremadura. Es decir, su desplome está bien repartido por la geografía española.
El PSOE obtiene ganancias –siempre a la espera del resultado de sus primarias internas, claro– en Catalunya (+2), Valencia y Andalucía (+1 en cada una), y pierde un escaño en Galicia y otro en Aragón.
Pero donde se ve el fenómeno más importante de esta evolución electoral es en el ascenso de Ciudadanos,
casi siempre a costa del PP: gana 4 congresistas en Castilla-La Mancha;
3 en Madrid y otros tantos en Castilla y León y en Andalucía; 2 en
Catalunya y en Galicia, y uno en Valencia, Aragón, Extremadura y La
Rioja. Sólo en esta última es a costa de Unidos Podemos, igual que uno
de los 4 diputados que gana en la comunidad castellano-manchega.
Finalmente, Unidos Podemos sube dos escaños en Aragón y uno en Andalucía, Galicia y Valencia. En Catalunya no varía su cuota en el Congreso de los Diputados, pero vuelve a ganar claramente, con 12 parlamentarios, frente a los 10 de ERC y los 9 del PSC.
El descalabro del PP es especialmente
vistoso en Andalucía, donde pierde la mayoría de diputados al Congreso y
queda tres escaños por detrás del PSOE-A.
No obstante, donde sí se aprecia muy claramente el fin de una era bipartidista es entre la juventud:
de los 386.000 jóvenes que han cumplido los 18 años desde la última
cita con las urnas –y, por tanto, podrían votar por primera vez–, uno de
cada tres se abstendría, pero el reparto de los otros dos tercios es
muy revelador. Mientras un 20% de esos novatos se decantarían por Unidos Podemos, y otro 16% apoyaría a Ciudadanos, el porcentaje de los que expresan sus preferencias por alguno de los dos grandes es exiguo: un 12% por el PP y ¡sólo un 8%! por el PSOE.
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