Aquí, ¿quién
miente?. Los encuestados o los encuestadores. O es un problema de
ineptitud, el margen de error es muy superior al que confiesan, o la
cocina que se practica con los datos en bruto es fraudulenta, cuando no
ideológicamente sesgada. Porque lo cierto y verdad es que los resultados
electorales no se parecen en absoluto a las encuestas publicadas en los
últimos meses.
El
argumento de la foto instantánea –una encuesta en la foto de la
opinión en ese momento—no convence. Y lo que sí parece es que las
encuestas crean opinión, sobre todo en los opinadores
profesionales. Las televisiones públicas y privadas están
colmadas de tertulianos que improvisan sus opiniones sobre lo que
creen que va a pasar y resulta que lo que dice suele coincidir con lo
que dicen las encuestas. No todas las encuestas, sino las encuestas
de los medios a los que el tertuliano es más próximo.
La
formación de la opinión pública es una parte esencial de la vida
democrática. El fracaso de las encuestas, y por extensión de la
mayoría de los medios, sobre lo que se suponía que opinaba la
sociedad sobre los líderes y los partidos políticos debería
obligar, ya que los periodistas somos tan críticos con los demás, a
una sesión de autocrítica. Tengo la sensación que se oirán las
mismas escusas que se escuchan después de cada elección.
Sin
embargo y dado los resultados de las elecciones, es plausible
pensar que las encuestas y las oleadas de tertulianismo mediático
han podido tener un efecto imprevisto y contrario, en el caso,
improbable, de que la fabricación de encuestas tuviera una
intención política. Si admitiéramos esta hipótesis –encuestas
orientadas a dar por muerto a un líder político o a un
partido—habrá ocurrido algo sorprendente. Los ciudadanos
alarmados por lo que opinan sus compatriotas se apresuran a votar
para evitar que la profecía se cumpla.
Los propios partidos, y
sus líderes, suelen vivir obsesionados con los sondeos de
opinión, encuestas de valoración de líderes, y, tal vez, la
financiación de algunas fuerzas políticas dependa a veces de sus
expectativas de éxito. La pregunta me parece pertinente. ¿Quién y
cómo se cocina la información sobre el estado de la opinión
pública? Alguien debería responder porque es fácil decir que a los
españoles les preocupa la corrupción y el paro, la crisis
económica y el terrorismo. Pero ¿sobre esas preocupaciones
universales se puede hacer una proyección de resultados
electorales?
Los resultados en la Comunidad de Madrid y de
Valencia, dos territorios asolados por los escándalos políticos
con una presencia mediática abrumadora, deberían hace
reflexionar a los fabricantes de opinión pública, los mismos que
empapelaron sus despachos con la palabra “Il sorpasso”. En
España, la película, maravillosa, se llamó La escapada. El
domingo algunos escaparon a su muerte anunciada.
(*) Periodista
https://www.capitalmadrid.com/2016/6/27/42751/son-las-encuestas-un-fraude.html
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