La influencia de la desaceleración de la economía china en el resto
del mundo es el tema del momento, el que suscita temores e
incertidumbres más extendidas en los mercados, entre los inversores y en
general en los ambientes económicos y políticos. España, desde luego,
no va a quedar al margen del impacto, eventualmente negativo, de la
pérdida de gas de la segunda economía más importante del mundo. Las
consecuencias negativas serán en algunos casos de tipo directo (menores
exportaciones españolas, menos flujo de turistas chinos, inversiones al
ralentí,…) y en otras, posiblemente las de mayor envergadura, de tipo
indirecto.
La razón de que estas últimas sean potencialmente más importantes que
el impacto de tipo directo se debe a la notable globalización de la
economía española en los últimos años. Al estar tan extendidos los
intereses españoles en el exterior, de modo especial en Latinoamérica,
el daño que le puede infligir a la economía española el menor ritmo de
crecimiento de China procederá en gran medida de la menor pujanza de
esas economías. Hay alguna excepción, como el programa de inversiones
públicas que va a impulsar China, en el que las empresas constructoras
españolas pueden desempeñar un papel bastante activo.
La economía española se viene apoyando en los dos últimos años,
especialmente desde el otoño del año 2014, en varios focos de
crecimiento, algunos interiores, otros externos. Entre estos últimos, la
reducción a la mitad del precio del crudo y de algunas materias primas
junto a la caída del valor del euro frente a otras divisas, en especial
el dólar, han desempeñado un papel esencial.
Las exportaciones y el turismo han sido otros dos pilares importantes
del auge económico español, junto a la mejora del clima económico en la
zona euro, que ha contribuido a potenciar las exportaciones (directas e
indirectas) españolas, así como a mejorar los ingresos turísticos, la
mayor parte de los cuales corresponden a las aportaciones de turistas
procedentes de los países de la Eurozona, aunque este año están
contribuyendo también de forma especial los ingresos que dejan los
visitantes estadounidenses. Las exportaciones a los países emergentes,
en especial de Latinoamérica, han desempeñado un papel esencial en la
expansión de nuestras ventas al exterior, convirtiéndose en uno de los
motores más potentes para la propulsión de la economía española.
Por desgracia, la pujante clientela de los países emergentes, sobre
todo de Brasil, que representa más del 60% del PIB latinoamericano y en
donde la presencia española es especialmente destacable, se verá
bastante dañada, como ya se está reflejando en las cifras preliminares
de algunas empresas, por el desfallecimiento de la economía china. Al
ser menores sus compras en los países emergentes, de modo indirecto
España se ve también afectada, ya que nuestros clientes en Latinoamérica
tendrán menor poder de compra.
El impulso que estaba recibiendo España desde el exterior se podrá
ver, en suma, debilitado, lo que podría incidir en la necesidad de
actualizar, a la luz de los nuevos datos y las nuevas expectativas, la
previsión española de crecimiento para el año que viene. Las previsiones
oficiales aún no han recogido este previsible impacto a la baja en el
crecimiento del PIB español y nada parece indicar que, en plena refriega
electoral, el cuadro macroeconómico vaya a ser reacomodado a la luz de
las nuevas circunstancias. Pero sería interesante ir haciéndose a la
idea de que una parte, quizás pequeña, del potencial económico español
se ha ido al garete de la mano de la crisis china.
(*) Periodista y economista en España
http://www.republica.com/retablos-financieros/2015/08/23/la-crisis-china-nos-incumbe/
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