MADRID.- El reloj Ingeniero de la Cierva, padre del legendario autogiro, aparece para coleccionistas cuando se cumplen 90 años del vuelo inaugural de la aeronave de su invención. Aquellos primeros saltos de poco más de 200 metros realizados en 1923, que se continuaron con vuelos a 30 metros del suelo ya en 1924, confirmaron la viabilidad de un aparato peculiar, sin puntos en común con el aeroplano de los hermanos Wright.
El autogiro, uno de los grandes impulsores del actual dominio de los aires, puso de manifiesto el potencial del murciano Juan de la Cierva, un ingeniero de Caminos adelantado a su tiempo.
Adolfo Arroyo,
director general de Grupo Ayserco, impulsor de la marca Aviador,
comenta: «El
reloj reproduce, con todo detalle, el perfil de aquel aparato volador en
su esfera».
«Las manecillas principales se han
inspirado en la estética Art Decó que imponía su ley en aquella época.
El pulido de su caja de acero, con 44 milímetros de diámetro, ofrece el
brillo de espejo característico de los relojes de pulsera que se
popularizaban en esos mismos años», añade Adolfo Arroyo.
La singularidad del reloj Aviador Ingeniero
de la Cierva se refuerza con una producción en serie limitada. Solo se
realizarán 1.000 unidades con esfera en color blanco y otras tantas con
esfera negra, equipadas siempre con una corona de clara inspiración vintage,
que se extiende también a las correas de cuero, con un sabor retro. El
movimiento japonés Miyota, todo un símbolo de precisión y fiabilidad,
redondea un reloj exclusivo por su valor emocional.
El reloj, numerado, incuye los documentos
acreditativos de su autenticidad y una caja sobria, que completan un
trozo de la Historia de la Aviación, con el sello personal que le
imprime la marca Aviador.
Los primeros vuelos de un "sueño"
El científico-ingeniero Juan de la Cierva nació el 21 de septiembre de 1895 en Murcia, siendo su padre Juan de la Cierva Peñafiel, un célebre empresario, abogado, político conservador y cinco veces ministro en los gobiernos del reinado de don Alfonso XIII. De la Cierva Peñafiel ocuparía la alcaldía de la ciudad de Murcia y el cargo de gobernador de Madrid.
De la Cierva Codorníu, desde su infancia mostró gran interés por la naciente aeronáutica (1903), especialmente desde que quedó fascinado ante la explicación de por qué volaba un avión, ofrecida por su abuelo, el ingeniero de Montes Ricardo Codorníu Stárico, y gracias también a la contemplación de las espectaculares exhibiciones aéreas del piloto francés Julien Mamet, en Madrid y Barcelona (con sus referencias en la prensa).
En 1904 se trasladaba con su familia a Madrid, debido a las obligaciones políticas del padre. En la capital de España atesoró y lideró leales amigos de infancia y adolescencia, entre ellos José Barcala, Tomás de Martín Barbadillo y Pablo Díaz y, claro, su hermano Ricardo de la Cierva, el más joven de toda la "Panda Aviatoria", con los que ejecutó sus primeros y precoces pinitos en el universo aeronáutico.
Juan, que desde su infancia mostraba una seriedad y tenacidad impropias de su edad, y unas sobresalientes capacidades de comprensión y habilidad para la fabricación de cualquier objeto volador, se aventuró en 1910 en la ardua e incierta tarea de construir aeroplanos lo suficientemente grandes como para poder volar en ellos. A escondidas de sus padres y en una pequeña carpintería de la madrileña calle de Velázquez, esquina a Villamagna, construyeron, a base de maderas, telas y cuerdas de piano, un aeroplano-biplano al que pudieron añadir un motor; lo bautizaron con el nombre de "BCD-1", el "Cangrejo Rojo".
Esta máquina, diseñada por la excepcional mente de un adolescente Cierva, y nacida de las manos de él mismo y sus dos amigos Barcala y Díaz, fue el primer aeroplano hecho por españoles que, de forma consistente, voló en España (Madrid, verano de 1912).
A partir de esta hazaña, el genio no dejará de forjarse, y, juntos, realizaron otro aeroplano (monoplano ahora), al que dieron el nombre de "BCD-2", que voló, pero no con la seguridad que "El Cangrejo".
Terminada la etapa de la "Panda Aviatoria", De la Cierva (junto con Barcala), realizó y terminó los estudios universitarios en la Escuela Especial de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, pues por entonces no existían aún los de Aeronáutica. No ejerció como tal ingeniero de Caminos, pero la complejidad de sus bases en el cálculo matemático, le proporcionó la seguridad teórica físico-matemática para lo que habría de ser el desarrollo de una insigne obra.
En esta época, el estudiante-ingeniero continuaba con sus estudios autodidácticos de aeronáutica, siguiendo los trabajos de F. W. Lanchester y N. Jonkowski.
Se trataba del diseño y construcción de una máquina voladora capaz de despegar y aterrizar sostenida por unas alas giratorias, no fijas, y que, por tanto, no se viese afectada por la pérdida de velocidad. Esto llegó a ser el célebre Autogiro, que sería el flamante antecesor del helicóptero.
Entre tanto, Juan hijo, muy a regañadientes, aceptó la proposición de su padre de entrar en política como diputado por Murcia en las Cortes de la nación; y también contrajo matrimonio con la joven santanderina María Luisa Gómez-Acebo; tuvieron seis hijos.
Juan de la Cierva (muy en soledad) comienza a reflejar en papel las primeras ideas referentes a la construcción de esa máquina voladora más segura que los aviones. Sus primeros tres prototipos fracasaron porque los rotores (conjunto de alas giratorias) estaban fijados al eje central de forma rígida. Sin embargo, cuando los articuló libremente, consiguió la suficiente flexibilidad y fuerza de sustentación para que la máquina volara. El primer nombre que dio a la nueva aeronave de alas giratorias fue Autogiróptero, pero pronto lo redujo a Autogiro.
Tras varios fracasos, el aeródromo de Getafe fue testigo, durante varias fechas del mes de enero de 1923, de la elevación y sustentación a 200 metros del suelo del primer autogiro, testificando oficialmente en Cuatro Vientos por el Laboratorio Aeronáutico creado por don Emilio Herrera Linares. En menos de un año realizaría el trayecto desde Cuatro Vientos a Getafe, aterrizando con normalidad y elegancia.
Juan de la Cierva describió la sensación de volar en su aparato con la idea de que era como volar en 'El tapiz de Aladino'. La máquina se sometió a diversas mejoras y pruebas, dándose la circunstancia de que Juan de la Cierva obtuvo en su autogiro el título de piloto aviador de primera clase.
Quizás sea destacable que, en unos trece años, nuestro hombre, con una inteligencia y tenacidad indescriptibles, lograra mejorar su "maquinita" hasta llegar a conseguir de ella el despegue vertical, es decir, sin rodadura, gracias a unos perfeccionamientos técnicos de los rotores, que luego fueron tomados directamente para el helicóptero.
En 1925 se traslada a Londres, a instancias del Ministerio del Aire de Gran Bretaña, y allí crea la compañía comercial "The Cierva Autogiro Company". Más tarde, fundaría en Estados Unidos "The Pitcarm-Cierva Autogiro Company of America", para el desarrollo del autogiro en este país. De la Cierva se había aproximado seriamente a lo que ya entonces era "El sueño americano", y su invento se construiría en serie en USA.
No obstante, Juan de la Cierva siempre inscribió sus patentes en España. El ingeniero murciano realizó demostraciones en Francia, Alemania e Italia y en 1929 protagonizó uno de los grandes hitos en la Historia de la Aviación, realizando la travesía del Canal de la Mancha, la primera vez que una nave de alas giratorias lo hacía, pilotada por él mismo, de Londres a París.
El murciano Juan de la Cierva alcanzaba celebridad internacional como científico e inventor genial. Su esfuerzo y talento se vieron recompensados con los más prestigiosos reconocimientos, condecoraciones y títulos, dentro y fuera de las fronteras de su país. En España fue nombrado Ingeniero Aeronáutico honoris causa y recibió el Premio de la Fundación Duque de Alba de la Academia de Ciencias, entre otros muchos reconocimientos (este premio le había sido concedido años antes al maestro Rey Pastor).
En el marco internacional, la lista de distinciones es interminable, destacando el Trofeo Collier, otorgado por la National Association Aeronautic de Estados Unidos y la Medalla de Oro Guggenheim "por la mayor contribución de la época a la seguridad del vuelo en aeroplano", que recibió en la Exposición Internacional de Chicago (EEUU) de 1932 ante la presencia de diez mil ingenieros de todo el Mundo.
En 1934, el autogiro de Juan de la Cierva acompañaba al vicealmirante R.E. Bird en su expedición al Polo Sur, y en 1935, por primera vez en la Historia, un aeroplano de alas giratorias aterrizaba y despegaba a diario en la azotea del edificio del Post Office Building Philadelphia Administration, con la consiguiente mejora respecto al transporte terrestre del correo hasta el aeropuerto. Entre los múltiples elogios cosechados por el Autogiro de Juan de la Cierva, se encuentra el vertido por Thomas A. Edison en 1930: "El autogiro constituye, después del primer vuelo de los hermanos Wright, el mayor progreso aeronáutico alcanzado por el hombre".
En 1932 ya se habían construido 120 autogiros, que habían recorrido cuatro millones de kilómetros en treinta mil horas de vuelo.
El legado de Juan de la Cierva a la Historia de la Aviación es extraordinario. Sus patentes y avances aeronáuticos de su rotor giratorio, articulado libremente (Autogiro), se han reconocido universalmente como la contribución fundamental para el despegue y vuelo de un aparato que nadie lograba hacer volar, el Helicóptero.
La Guerra Civil española sorprendió a Juan de la Cierva en Inglaterra, desde donde participó contratando el famoso avión 'Dragon Rapide' para el general Franco.
El 9 de diciembre de ese año, Juan de la Cierva fallecía, paradójica y tristemente, en el aeropuerto de Londres-Croydon, en Inglaterra, cuando el avión comercial en el que viajaba con destino a Amsterdam se estrellaba e incendiaba en el momento del despegue.
Los primeros vuelos de un "sueño"
El científico-ingeniero Juan de la Cierva nació el 21 de septiembre de 1895 en Murcia, siendo su padre Juan de la Cierva Peñafiel, un célebre empresario, abogado, político conservador y cinco veces ministro en los gobiernos del reinado de don Alfonso XIII. De la Cierva Peñafiel ocuparía la alcaldía de la ciudad de Murcia y el cargo de gobernador de Madrid.
De la Cierva Codorníu, desde su infancia mostró gran interés por la naciente aeronáutica (1903), especialmente desde que quedó fascinado ante la explicación de por qué volaba un avión, ofrecida por su abuelo, el ingeniero de Montes Ricardo Codorníu Stárico, y gracias también a la contemplación de las espectaculares exhibiciones aéreas del piloto francés Julien Mamet, en Madrid y Barcelona (con sus referencias en la prensa).
En 1904 se trasladaba con su familia a Madrid, debido a las obligaciones políticas del padre. En la capital de España atesoró y lideró leales amigos de infancia y adolescencia, entre ellos José Barcala, Tomás de Martín Barbadillo y Pablo Díaz y, claro, su hermano Ricardo de la Cierva, el más joven de toda la "Panda Aviatoria", con los que ejecutó sus primeros y precoces pinitos en el universo aeronáutico.
Juan, que desde su infancia mostraba una seriedad y tenacidad impropias de su edad, y unas sobresalientes capacidades de comprensión y habilidad para la fabricación de cualquier objeto volador, se aventuró en 1910 en la ardua e incierta tarea de construir aeroplanos lo suficientemente grandes como para poder volar en ellos. A escondidas de sus padres y en una pequeña carpintería de la madrileña calle de Velázquez, esquina a Villamagna, construyeron, a base de maderas, telas y cuerdas de piano, un aeroplano-biplano al que pudieron añadir un motor; lo bautizaron con el nombre de "BCD-1", el "Cangrejo Rojo".
Esta máquina, diseñada por la excepcional mente de un adolescente Cierva, y nacida de las manos de él mismo y sus dos amigos Barcala y Díaz, fue el primer aeroplano hecho por españoles que, de forma consistente, voló en España (Madrid, verano de 1912).
A partir de esta hazaña, el genio no dejará de forjarse, y, juntos, realizaron otro aeroplano (monoplano ahora), al que dieron el nombre de "BCD-2", que voló, pero no con la seguridad que "El Cangrejo".
Terminada la etapa de la "Panda Aviatoria", De la Cierva (junto con Barcala), realizó y terminó los estudios universitarios en la Escuela Especial de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, pues por entonces no existían aún los de Aeronáutica. No ejerció como tal ingeniero de Caminos, pero la complejidad de sus bases en el cálculo matemático, le proporcionó la seguridad teórica físico-matemática para lo que habría de ser el desarrollo de una insigne obra.
En esta época, el estudiante-ingeniero continuaba con sus estudios autodidácticos de aeronáutica, siguiendo los trabajos de F. W. Lanchester y N. Jonkowski.
En 1919, Juan de la Cierva (como
proyecto de fin de carrera) diseña y hace volar el primer biplano
trimotor construido en España (según sus propias palabras sería incluso
el primero en el Mundo), pero en su presentación oficial, en el
aeródromo madrileño de Cuatro Vientos, una impericia del piloto acaba
por estrellar y destruir lo que para él era una inmensa y perfecta gran
obra.
Como consecuencia del estropicio, Juan de la Cierva decide
buscar la forma de llegar a una aeronave más segura que los aeroplanos
al uso (que en la realidad estaban siendo tumbas de cientos de jóvenes
pilotos), rumiando científicamente la obra que le consagraría en el
olimpo de los grandes creadores-inventores de la Historia Universal. Se trataba del diseño y construcción de una máquina voladora capaz de despegar y aterrizar sostenida por unas alas giratorias, no fijas, y que, por tanto, no se viese afectada por la pérdida de velocidad. Esto llegó a ser el célebre Autogiro, que sería el flamante antecesor del helicóptero.
Entre tanto, Juan hijo, muy a regañadientes, aceptó la proposición de su padre de entrar en política como diputado por Murcia en las Cortes de la nación; y también contrajo matrimonio con la joven santanderina María Luisa Gómez-Acebo; tuvieron seis hijos.
Juan de la Cierva (muy en soledad) comienza a reflejar en papel las primeras ideas referentes a la construcción de esa máquina voladora más segura que los aviones. Sus primeros tres prototipos fracasaron porque los rotores (conjunto de alas giratorias) estaban fijados al eje central de forma rígida. Sin embargo, cuando los articuló libremente, consiguió la suficiente flexibilidad y fuerza de sustentación para que la máquina volara. El primer nombre que dio a la nueva aeronave de alas giratorias fue Autogiróptero, pero pronto lo redujo a Autogiro.
Tras varios fracasos, el aeródromo de Getafe fue testigo, durante varias fechas del mes de enero de 1923, de la elevación y sustentación a 200 metros del suelo del primer autogiro, testificando oficialmente en Cuatro Vientos por el Laboratorio Aeronáutico creado por don Emilio Herrera Linares. En menos de un año realizaría el trayecto desde Cuatro Vientos a Getafe, aterrizando con normalidad y elegancia.
Juan de la Cierva describió la sensación de volar en su aparato con la idea de que era como volar en 'El tapiz de Aladino'. La máquina se sometió a diversas mejoras y pruebas, dándose la circunstancia de que Juan de la Cierva obtuvo en su autogiro el título de piloto aviador de primera clase.
Quizás sea destacable que, en unos trece años, nuestro hombre, con una inteligencia y tenacidad indescriptibles, lograra mejorar su "maquinita" hasta llegar a conseguir de ella el despegue vertical, es decir, sin rodadura, gracias a unos perfeccionamientos técnicos de los rotores, que luego fueron tomados directamente para el helicóptero.
En 1925 se traslada a Londres, a instancias del Ministerio del Aire de Gran Bretaña, y allí crea la compañía comercial "The Cierva Autogiro Company". Más tarde, fundaría en Estados Unidos "The Pitcarm-Cierva Autogiro Company of America", para el desarrollo del autogiro en este país. De la Cierva se había aproximado seriamente a lo que ya entonces era "El sueño americano", y su invento se construiría en serie en USA.
No obstante, Juan de la Cierva siempre inscribió sus patentes en España. El ingeniero murciano realizó demostraciones en Francia, Alemania e Italia y en 1929 protagonizó uno de los grandes hitos en la Historia de la Aviación, realizando la travesía del Canal de la Mancha, la primera vez que una nave de alas giratorias lo hacía, pilotada por él mismo, de Londres a París.
El murciano Juan de la Cierva alcanzaba celebridad internacional como científico e inventor genial. Su esfuerzo y talento se vieron recompensados con los más prestigiosos reconocimientos, condecoraciones y títulos, dentro y fuera de las fronteras de su país. En España fue nombrado Ingeniero Aeronáutico honoris causa y recibió el Premio de la Fundación Duque de Alba de la Academia de Ciencias, entre otros muchos reconocimientos (este premio le había sido concedido años antes al maestro Rey Pastor).
En el marco internacional, la lista de distinciones es interminable, destacando el Trofeo Collier, otorgado por la National Association Aeronautic de Estados Unidos y la Medalla de Oro Guggenheim "por la mayor contribución de la época a la seguridad del vuelo en aeroplano", que recibió en la Exposición Internacional de Chicago (EEUU) de 1932 ante la presencia de diez mil ingenieros de todo el Mundo.
En 1934, el autogiro de Juan de la Cierva acompañaba al vicealmirante R.E. Bird en su expedición al Polo Sur, y en 1935, por primera vez en la Historia, un aeroplano de alas giratorias aterrizaba y despegaba a diario en la azotea del edificio del Post Office Building Philadelphia Administration, con la consiguiente mejora respecto al transporte terrestre del correo hasta el aeropuerto. Entre los múltiples elogios cosechados por el Autogiro de Juan de la Cierva, se encuentra el vertido por Thomas A. Edison en 1930: "El autogiro constituye, después del primer vuelo de los hermanos Wright, el mayor progreso aeronáutico alcanzado por el hombre".
En 1932 ya se habían construido 120 autogiros, que habían recorrido cuatro millones de kilómetros en treinta mil horas de vuelo.
El legado de Juan de la Cierva a la Historia de la Aviación es extraordinario. Sus patentes y avances aeronáuticos de su rotor giratorio, articulado libremente (Autogiro), se han reconocido universalmente como la contribución fundamental para el despegue y vuelo de un aparato que nadie lograba hacer volar, el Helicóptero.
La Guerra Civil española sorprendió a Juan de la Cierva en Inglaterra, desde donde participó contratando el famoso avión 'Dragon Rapide' para el general Franco.
El 9 de diciembre de ese año, Juan de la Cierva fallecía, paradójica y tristemente, en el aeropuerto de Londres-Croydon, en Inglaterra, cuando el avión comercial en el que viajaba con destino a Amsterdam se estrellaba e incendiaba en el momento del despegue.
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