La fusión entre Liberbank e Ibercaja pendía de un hilo. Pues el hilo se rompió en la tarde del martes, cuando, de forma unilateral, el aragonés Amado Franco, presidente de Ibercaja, rompía la fusión con Liberbank y además, con C3 (que ya suman siete antiguas entidades). La culpa la tiene Oliver Wyman, quien ha impuesto unos deberes muy gravosos tanto al antiguo Círculo Católico Burgos como a la antigua Cajastur.
Se suponía que tras la aprobación del rescate bancario europeo nadie se atrevería a contradecir a Bruselas y, de paso, al Banco de España
y al FROB. Pero Franco se ha atrevido, bajo el argumento de que no está
dispuesto a mezclar lo bueno -Ibercaja- con lo malo de otro.
Y a partir de ahí, como en una caída de dominó, ha reventado toda la reconversión bancaria del Gobierno. Braulio Medel, desde Unicaja,
asegura que él tampoco quiere cargar con Banco CEIS (Caja España y Caja
Duero) y allí al fondo, la mediterránea BMN, no puede cumplir con el
capital que le exigen. Todo se ha ido a la porra.
Al FROB y al Ministerio se le abren
ahora varias opciones, ninguna deseable. La primera sería una fusión de
todas las entidades sobrantes, una nueva Bankia, pero ya se sabe lo que
ocurre con las fusiones: mezcla un banco malo con otro malo y tendrás
tres problemas.
También se le puede dotar de
convertibles a cada una, pero ya se sabe que el peso que soportarán será
aún mayor. Al final, la tentación es la de fusionarlas todas y
nacionalizarlas, al modelo de NCG Banco o Catalunya Caixa.
Porque ni Santander ni BBVA y Caixabank,
los bancos buenos, están por la labor de hacerse con retales salvo que
el Estado aporte dinero. Y el Gobierno no está dispuesto a repetir más
casos como el de Sabadell-CAM. No olvidemos que la reconversión más cara para los españoles no ha sido Bankia, sino la CAM.
La razón le asiste, señor Franco, pero menuda la que ha armado.
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