La Dehesa de Campoamor, ya sin glamour, se ha convertido en la playa de los trepas y de gentes comunes en busca de mejores relaciones sociales. A un paso del chalé, en Torre Horadada, del acojonado mindundi (y con esta van cuatro sus residencias privadas), acuden para dejarse ver todos los aspirantes a ocupar cargos o mejorar su estatus político-administrativo de cara al otoño. También lo frecuentan algunos ex que dan más pena que rechazo provocaban; una fauna vanidosa y presuntuosa, sin desperdicio. Funcionarios autonómicos con aspiraciones en el régimen neofranquista de Murcia han sustituido conscientemente a aquellos otros del Estado anterior en una especie de “zona nacional” de la nostalgia, visible aún en ancianos de la primera época incapaces de aguantar la Ley de Memoria Histórica a tenor de la música con connotaciones que suena en sus teléfonos móviles.
Al que no se ha visto este año (en que algunos ya han preferido de nuevo peregrinar al vecino Cabo Roig de renaciente abogado del Estado) ha sido al ex consejero Francisco Marqués, hoy director general de “Hefame” si es que ya no se ha resuelto su contrato blindado a tenor de los últimos acontecimientos policiales. Su antiguo mentor debe estar bastante asustado.
El fenómeno no es nuevo pero este verano ha sido el éxtasis pese a que los vecinos del norte se apartan del apestado sátrapa de palacio y ofrecen signos de un final de etapa turbulento. Lo de la Fiscalía Anticorrupción comienza a causar estragos. Es la excusa perfecta para Lolita a la hora de forzar más pronto que tarde una sonada dimisión. El proceso político está en marcha apadrinado por los propios postuladores de otra época, alguno hecho una fiera. Atención, porque los casos de Águilas, Torre Pacheco y Totana acabarán salpicando en las alturas. Y faltaba De Ramón dando la vara de Castellana a Génova y por donde menos se le espera. ¡Qué tipo!
Este enclave veraniego del franquismo tardío no es ya ni sombra de lo que fue. Dice mi actual compañero, uno de los primeros pobladores estivales del lugar en los años 60 del pasado siglo, que toda esta laya de advenedizos de baja estofa y nuevos ricos huertanos han vulgarizado su veraneo. Sólo rescoldos decadentes de una elegancia sitiada humean en rincones aislados de una urbanización que es pura sombra de su esplendor de otros tiempos mientras Cabo Roig se mantiene chic gracias a sus promotores de Moratalla. Su realidad actual es la de reserva de trepadores mal informados de las últimas novedades y hasta algunos también sujetos a investigación.
Fue precisamente Bartolomé Bernal, abuelo del actual fiscal superior, uno de los grandes artífices de la calidad de la Dehesa de Campoamor. Promotor inmobiliario destacado a nivel nacional en el franquismo, construyó unos edificios que el paso del tiempo ha certificado como excelentes. No en vano las familias Franco y Carrero Blanco eligieron el lugar para pasar sus discretos septiembres. La verdad, según cuentan, es que entre sus primeros residentes existía verdadera sensación de poder para gentes pudientes, hoy arruinadas, y murcianos conscientes de que nunca lo hemos tenido en Madrid desde el Conde de Floridablanca.
Campoamor hizo fortuna con tan distinguida presencia regular aunque mucho más las familias Tárraga y Segura Viudas, propietarios de la finca unos e inversores en su avanzada infraestructura los otros. Los herederos de ambas han terminado por romper el hechizo y sucumbir hasta masificar su concepto elitista. Lo cual no obsta para salvarse por comparación con el entorno más amplio. Lo que parecía en su tiempo más un enclave balear o gerundense ha terminado en playa más selecta de las vegas Media y Baja, y en destino preferido de nuevos ricos sin apellidos de abolengo.
Uno de los retoños de la época, el político del PP Luis Fernando Cartagena, hoy en la cárcel de Albacete por sentencias firmes de delitos dolosos, era hijo del entonces alcalde franquista de Orihuela, Pedro Cartagena, que fue quien dio todas las facilidades político-administrativas a un fabricante de chocolate de San Pedro del Pinatar para poder desarrollar un primer plan parcial. A cambio, don Antonio Tárraga le regaló un chalé junto al restaurante-cafetería “Montepiedra”, sólo comparable a los pisos que recibieron como detalle doña Carmen Polo y doña Carmen Pichot, esposas de los prebostes de aquel régimen, en el edificio “Diez Picos”.
De aquello, hoy, sólo queda como más glamourosa la exhibición de una aristocracia porcina, de Beniaján para más señas, a la que pertenece un prolijo columnista local, que suele ejercer de mamporrero mediático del presidente tras renunciar al foro y no aprovechar su pertenencia, a la vez, a una saga de juristas de origen lorquino y apellido compuesto. Tienen el único “Mercedes” con chofer-guardaespaldas visible en las calles de la Dehesa de Campoamor. Y dinero para enterrar a sus actuales propietarios.
Repleta de aparentes-decadentes, para mí deprimentes y patéticos, esta playa del sur alicantino acoge también a bastantes empleados de una entidad financiera, pilotada por un falsario, ávidos por cruzarse con él en las arenas de Barranco Rubio. Parece que la tiene hecha y ha sido otra “rara avis” este verano, lo que presagia fuertes “tormentas” en el otoño, y hasta “tsunamis” que todo lo arrastren hasta purificar estructuras tras la Navidad. Y también trufada de “pelotas” nacidos en otras localidades costeras, como Águilas o Mazarrón, en busca del encuentro “casual” con fulano o mengano para arrancar un saludo y marcharse tan ufanos como confiados.
Este “quiero y no puedo” define hoy la sociología predominante. Es una mezcla desactivada de un beaterío incapaz de sentar un pobre a su mesa e hijos de franquistas sin moral o conciencia muy laxa. La condición humana se refleja a fondo entre chalets y torres de apartamentos, en un continuo desfile de pasarela de abuelas bien vestidas para pasar la tarde del club náutico (hoy abierto al vulgo) a la capilla y de la iglesia a la horchatería, chabacano punto de encuentro que denota el bajo nivel al que descendió el perdido glamour en busca de un centro tan inferior de relación social. Por algo, en tiempos, veraneaban aquí los dueños de “Bagatelle”, “La Camisería Inglesa” y “Roger”, únicas boutiques de una Murcia que se fue.
“Estoy, luego existo”, parece ser la máxima de estas gentes recién llegadas y acampadas en predios a los que antes no pudieron acceder. No es el caso de un prominente ex gestor cultural sevillano a quien su pudiente esposa se le ha puesto demasiado gorda como para exhibirla con tanta frecuencia ni la de un librero jerezano, con más suerte y sin codicia, que la conserva casi en su peso original de cuando novios en la Dehesa de Campoamor.
Ahora es pasto de “los madriles” frente a aquellos madrileños de Chamartín o Chamberí en sus primeros años porque hasta los guiris de los 90 han desaparecido de los apartamentos-jaula para alquilar por quincenas. Mala venta tienen ahora sus bienes raíces cuando en época del embajador del Perú y su bella hija Rosana la demanda multiplicaba por diez a la oferta. Hasta una joven Pilar Valiente, luego malograda presidenta de la CNMV, ocupaba con sus padres y hermanos uno de los primeros bungalows construidos en España.
La realidad actual es la estación término sin retorno del bridge al dominó, del agua de Vichy a la sangría, del club náutico a la horchatería, de una playa elegante a vulgar costa de Orihuela, de selecto balneario a refugio del tráfico de drogas, de la Guardia Civil a “Securitas”, y define su degradación pasar de “Don Mariano al “Día” y la gasolinera de “Cepsa” (también punto de encuentro “casual” de quienes persiguen un determinado saludo de magistrados, políticos, financieros o nuevos ricos). El cine “Navia” es el único vestigio inhiesto de los días de gloria perdidos porque hasta la bolera es ahora un vulgar bar de copas con pretensiones selectivas.
Incluso el hotel “Montepiedra” intenta volver a su esplendor desde un “tres estrellas” remedo del Benidorm más cutre por sus charangas de los 70 para parejas “de modé”. Por algo, un catedrático de la UMU define ahora Campoamor, más como un camposanto que como panteón de hombres ilustres. Lejos, muy lejos, queda la fiesta anual en la casa del poeta asturiano, las puestas de largo de las jovencitas burguesas, una discoteca “Xairo” sólo para residentes, un Club Náutico muy selectivo, y la venta discriminada de apartamentos para ir acumulando pedigrí más que fortunas.
8 comentarios:
Buena descripción de la Fauna Humana que merodea por la sabana de Montepiedra al acecho cual buitre de una presa. Pero el Aguila Imperial sobrevuela sin perder de vista los movimientos de hienas, zorros y chimpances para dejar caer sus garras judiciales y llevarlos a buen nido en Sangonera.
y digo yo, ¿y tanta fauna no pica ni muerde?
Tb existen personas normales que vienen a disfrutar de sus vacaciones porque Campoamor es de los poquitos sitios de costa donde es posible encontrar algo de verde entre la voragine de duplex de la costa....
¡Mejor imposible, mi más cordial enhorabuena!
Vera Mª Cubi, deberías hablar con Esteban para que te publique este "apunte de verano" en La Verdad...el impacto seria "cojonudo". De paso podrías aprovechar para detallar un poco más "la realidad". Estoy seguro de que habría un antes y un después en muchos nucleos familiares murcianos...
Con afecto, JCGH
Casi perfecta descripción de un Museo Arqueológico Viviente del Tardo Franquismo y la Fea Burguesía. ¿Es que la mata no da para más?
Demasiada bilis... y quien se esconde tras el seudónimo de la autora, además de faltas de puntuación y sintaxis debería revisar sus fuentes para evitar unos cuantos errores hilarantes (hay que ser ignorante para citar a "los Tarragas" como propietarios y a los "Segura Viudas" como inversores...) ¡patético! En fin, un@ aficionada con pretensiones con ganas de dar "cannaza" a las fieras...
Pobrecita!! no sabe qué hacer para llamar la atención!! ni idea de lo que habla!
Enhorabuena, muy buen artículo absolutamente fiel a la realidad, te lo dice alguien de 45 años que pasó en Campoamor casi todos los veranos de su infancia y juventud y que hace ya unos cuantos años que decidió no volver previendo lo que allí estaba ya sucediendo.
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