En la reciente, esporádica y protocolaria visita del obispo de Cartagena, con residencia en Murcia, nos ha sorprendido a todos con la petición formulada a la alcaldesa de la ciudad, que le da nombre a su obispado, para que iniciara la reconstrucción de la iglesia de Santa María la Mayor, propiedad del mismo, por ser esta, el símbolo de la evangelización de España, al haber desembarcado el Apóstol Santiago, en la entrañable Santa Lucía, es decir, en Cartagena.
La gran mayoría de los cartageneros apoyamos esta iniciativa por parte del obispo, pues una parte importante de los mismos, llevamos proponiendo iniciativas importantes y entusiastas plataforma sociales, sin haber tenido repuestas afirmativas concretas, más bien promesas incumplidas, por parte de los anteriores obispos de Cartagena, siempre residenciados en la capital, aunque los berberiscos que lo asediaban y ponían en peligro, hace varios siglos, que no aparecen por nuestras costas.
Espero y deseo que la pública petición del titular de nuestro Obispado, no tenga la misma finalidad y razón de ser, que las promesas electorales que nuestros políticos nos hacen en todos los mítines electorales.
Dada nuestra negativa experiencia histórica, para que los cartageneros le demos alguna credibilidad a la misma, el obispo debería haber tomado la iniciativa económica de concretar su aportación a una posible y aconsejable Fundación, que tomara las riendas de su posible reconstrucción, donde debería integrarse el Ayuntamiento, Comunidad Autónoma, Ministerio de Cultura y la Cajas de Ahorros que operan en nuestra Comunidad y que tan generosas han sido con la restauración de bienes culturales y religiosos en la capital de la Región.
Dada la petición directa a nuestra alcaldesa ésta debería convocar un Pleno Extraordinario para tomar el acuerdo unánime de apoyar dicha petición y al mismo tiempo solicitar del mismo una mayor concreción a su solicitud contestando a la petición que el Cabildo de Cartagena le hacía al obispado el 4 de Septiembre del 1.604, donde textualmente le decían:
“El Obispo y Cabildo en Murcia, se aprovechan de todos los diezmos del Obispado, que suben a 20.000 ducados anuales y los gastan en la ciudad de Murcia, con detrimento de Cartagena”.
Los tiempos ni las monedas son las mismas, pero la desproporción salta a la vista. Una cosa es ser fieles devotos y otra es ser tontos consentidos.
La gran mayoría de los cartageneros apoyamos esta iniciativa por parte del obispo, pues una parte importante de los mismos, llevamos proponiendo iniciativas importantes y entusiastas plataforma sociales, sin haber tenido repuestas afirmativas concretas, más bien promesas incumplidas, por parte de los anteriores obispos de Cartagena, siempre residenciados en la capital, aunque los berberiscos que lo asediaban y ponían en peligro, hace varios siglos, que no aparecen por nuestras costas.
Espero y deseo que la pública petición del titular de nuestro Obispado, no tenga la misma finalidad y razón de ser, que las promesas electorales que nuestros políticos nos hacen en todos los mítines electorales.
Dada nuestra negativa experiencia histórica, para que los cartageneros le demos alguna credibilidad a la misma, el obispo debería haber tomado la iniciativa económica de concretar su aportación a una posible y aconsejable Fundación, que tomara las riendas de su posible reconstrucción, donde debería integrarse el Ayuntamiento, Comunidad Autónoma, Ministerio de Cultura y la Cajas de Ahorros que operan en nuestra Comunidad y que tan generosas han sido con la restauración de bienes culturales y religiosos en la capital de la Región.
Dada la petición directa a nuestra alcaldesa ésta debería convocar un Pleno Extraordinario para tomar el acuerdo unánime de apoyar dicha petición y al mismo tiempo solicitar del mismo una mayor concreción a su solicitud contestando a la petición que el Cabildo de Cartagena le hacía al obispado el 4 de Septiembre del 1.604, donde textualmente le decían:
“El Obispo y Cabildo en Murcia, se aprovechan de todos los diezmos del Obispado, que suben a 20.000 ducados anuales y los gastan en la ciudad de Murcia, con detrimento de Cartagena”.
Los tiempos ni las monedas son las mismas, pero la desproporción salta a la vista. Una cosa es ser fieles devotos y otra es ser tontos consentidos.
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