El señor presidente, en una de sus habituales salidas de tono y ante la desesperación que anida en su fuero interno, ha llegado a decir que si se es de determinada tierra no se vote a determinado partido. Es el colmo de la falta de respeto a las ideas de los demás cuando oculta con esa recomendación la mieditis que le acongoja si la democracia sigue su curso y termina pidiéndole explicaciones judiciales sobre sus fechorías. Sabe muy bien lo que personalmente, que no ya políticamente, se juega en las próximas horas. Y por eso se tira al monte con un patrioterismo de taberna a ver si sus paisanos pican, le hacen caso y él salva su pellejo de nuevo.
El señor presidente, en un acto de humillación a las gentes, ha tenido la desfachatez política de presentar a la consideración de los votantes, una lista de candidatos de muy dudosa catadura en la mayoría de los casos porque son contadísimas las excepciones. En esa lista hay una mujer de la que se oye hablar de todo y poco bueno. Las malas compañías que frecuenta, desde una perspectiva política, es ya suficiente para desconfiar de ella. Y si entramos en el abandono sufrido desde su entorno más próximo, tendríamos las claves de algunas causas. Ciertas adicciones y bajas pasiones, entre otras, básicamente. Su vocación de huída hacia latitudes lejanas es, en el fondo, una huída de si misma por consciente de haber llegado a donde ha llegado. Su cara en los carteles refleja su interior perfectamente. Lástima que quien anunció revelaciones, se haya arrepentido. Es la primera toga de esta conjura de golfos.
El señor presidente avala luego a un personaje tétrico donde los haya, vinculado a casi toda la corrupción urbanística de la costa sur y más que visto por estar en el centro de casi todas las operaciones urbanísticas dudosas con reparto de botín. Aficionado al "pilé", su envilecimiento político ya es tal, que ataca en el contrario a su propia inmoralidad estructural. Conocido de tiempo en su pueblo como un "chorizo", se permite juzgar la conducta de gentes con una integridad que él hace tiempo que perdió en el camino. Y hasta su dignidad de presunto delincuente de cuello blanco cuando pugna por el negocio con un consanguineo presidencial. Mafia de tres al cuarto, es el lugarteniente del gran capo, ahora en serios apuros. Y la segunda toga dela conjura.
El señor presidente sigue apoyando también la permanencia pública de la "cerebro" jurídica de una norma político-administrativa, que es la madre de todo el desorden urbanístico que nos está arruinando tras la veneración por el ladrillo. Esta otra inmoral política, quiere pasar por ser, en el colmo de su impostura, una abnegada madre de familia; es de lo peor que ha hecho fortuna en una tierra de analfabetos políticos y granujas de factura institucional. Escondida en la discreción parlamentaria, sólo reaparece lo justo para su reelección y poco más. De cuatro en cuatro años renueva acta para engrosar luego el "lobby" más fundamentalista de la Cámara. No está en la disciplina de los ciudadanos sino de las oligarquías y la secta que la promociona y utiliza. Es la tercera toga.
El señor presidente se ve forzado a renovar su confianza política en otro personaje del pasado proyectado en el presente. Muñidor de la corrupción urbanística de mayor relumbrón, pasa más horas en los gimnasios que en el Parlamento para no perder ese aspecto de fascista italiano del sur. Situado en la derecha más extrema, por no decir en la extrema derecha, se ha colado en nuestra pequeña democracia con el objetivo último de destruirla desde dentro y, de paso, hacerse rico por el atajo visto que su despacho profesional de pueblo hace tiempo que llego a su máximo nivel de incompetencia. Es el franquismo rural en su última versión de los 50 y la cuarta toga.
Luego están los contables. Uno de la secta y descarado, y el otro, joven "neocons" pasado de moda. Son dos impresentables políticos pero no corruptos activos aunque lo sean pasivos por no denunciar lo que ven en el interior de sus filas. Dentro del conjunto, desentonan por vivir fuera aunque sean de dentro. Viven en la capital y tienen una perspectiva poco pueblerina como virtud sobre el resto. Pueden servir de purgante ante la que se avecina y tienen mucho más futuro que los otros si saben reciclarse a tiempo. Son, con mucho, lo menos malo en esa lista infumable.
También hay un boticario y dos politicastros. El primero es el único normal de todo el elenco presidencial. Los otros llevan tanto tiempo repitiendo, que ya viven de la política gracias a muchos votos inconscientes. También son prolongación de un negro pasado que, como fantasma viviente, aspira ahora a proyectarse en el futuro. Por no acudir, no se les ve ni en los plenos ordinarios. Uno es sospechoso de cierta corrupción pero no es tampoco de los peones peores. El otro es un extremista que respeta la Constitución a regañadientes. Pero si pudiera, la cambiaria.
Este es el cartel que, sin pudor político, nos presenta este presidente que se permite la licencia de pedirnos que no se vote a determinada formación en vez de limitarse a presentar su oferta y solicitar el apoyo de los ciudadanos. Es un despropósito más de quien, agotado y paralizado por tanta porquería e incompetencia en la gestión, no le queda más recurso que culpar al otro de los nulos resultados de su propia incuria acumulada. Con los vientos que ahora soplan desde el océano, este monigote de cartón piedra está más cerca de perecer en la hoguera de sus propias vanidades. Es ya cuestión de poco tiempo. El lunes hablaremos del Gobierno.
El señor presidente, en un acto de humillación a las gentes, ha tenido la desfachatez política de presentar a la consideración de los votantes, una lista de candidatos de muy dudosa catadura en la mayoría de los casos porque son contadísimas las excepciones. En esa lista hay una mujer de la que se oye hablar de todo y poco bueno. Las malas compañías que frecuenta, desde una perspectiva política, es ya suficiente para desconfiar de ella. Y si entramos en el abandono sufrido desde su entorno más próximo, tendríamos las claves de algunas causas. Ciertas adicciones y bajas pasiones, entre otras, básicamente. Su vocación de huída hacia latitudes lejanas es, en el fondo, una huída de si misma por consciente de haber llegado a donde ha llegado. Su cara en los carteles refleja su interior perfectamente. Lástima que quien anunció revelaciones, se haya arrepentido. Es la primera toga de esta conjura de golfos.
El señor presidente avala luego a un personaje tétrico donde los haya, vinculado a casi toda la corrupción urbanística de la costa sur y más que visto por estar en el centro de casi todas las operaciones urbanísticas dudosas con reparto de botín. Aficionado al "pilé", su envilecimiento político ya es tal, que ataca en el contrario a su propia inmoralidad estructural. Conocido de tiempo en su pueblo como un "chorizo", se permite juzgar la conducta de gentes con una integridad que él hace tiempo que perdió en el camino. Y hasta su dignidad de presunto delincuente de cuello blanco cuando pugna por el negocio con un consanguineo presidencial. Mafia de tres al cuarto, es el lugarteniente del gran capo, ahora en serios apuros. Y la segunda toga dela conjura.
El señor presidente sigue apoyando también la permanencia pública de la "cerebro" jurídica de una norma político-administrativa, que es la madre de todo el desorden urbanístico que nos está arruinando tras la veneración por el ladrillo. Esta otra inmoral política, quiere pasar por ser, en el colmo de su impostura, una abnegada madre de familia; es de lo peor que ha hecho fortuna en una tierra de analfabetos políticos y granujas de factura institucional. Escondida en la discreción parlamentaria, sólo reaparece lo justo para su reelección y poco más. De cuatro en cuatro años renueva acta para engrosar luego el "lobby" más fundamentalista de la Cámara. No está en la disciplina de los ciudadanos sino de las oligarquías y la secta que la promociona y utiliza. Es la tercera toga.
El señor presidente se ve forzado a renovar su confianza política en otro personaje del pasado proyectado en el presente. Muñidor de la corrupción urbanística de mayor relumbrón, pasa más horas en los gimnasios que en el Parlamento para no perder ese aspecto de fascista italiano del sur. Situado en la derecha más extrema, por no decir en la extrema derecha, se ha colado en nuestra pequeña democracia con el objetivo último de destruirla desde dentro y, de paso, hacerse rico por el atajo visto que su despacho profesional de pueblo hace tiempo que llego a su máximo nivel de incompetencia. Es el franquismo rural en su última versión de los 50 y la cuarta toga.
Luego están los contables. Uno de la secta y descarado, y el otro, joven "neocons" pasado de moda. Son dos impresentables políticos pero no corruptos activos aunque lo sean pasivos por no denunciar lo que ven en el interior de sus filas. Dentro del conjunto, desentonan por vivir fuera aunque sean de dentro. Viven en la capital y tienen una perspectiva poco pueblerina como virtud sobre el resto. Pueden servir de purgante ante la que se avecina y tienen mucho más futuro que los otros si saben reciclarse a tiempo. Son, con mucho, lo menos malo en esa lista infumable.
También hay un boticario y dos politicastros. El primero es el único normal de todo el elenco presidencial. Los otros llevan tanto tiempo repitiendo, que ya viven de la política gracias a muchos votos inconscientes. También son prolongación de un negro pasado que, como fantasma viviente, aspira ahora a proyectarse en el futuro. Por no acudir, no se les ve ni en los plenos ordinarios. Uno es sospechoso de cierta corrupción pero no es tampoco de los peones peores. El otro es un extremista que respeta la Constitución a regañadientes. Pero si pudiera, la cambiaria.
Este es el cartel que, sin pudor político, nos presenta este presidente que se permite la licencia de pedirnos que no se vote a determinada formación en vez de limitarse a presentar su oferta y solicitar el apoyo de los ciudadanos. Es un despropósito más de quien, agotado y paralizado por tanta porquería e incompetencia en la gestión, no le queda más recurso que culpar al otro de los nulos resultados de su propia incuria acumulada. Con los vientos que ahora soplan desde el océano, este monigote de cartón piedra está más cerca de perecer en la hoguera de sus propias vanidades. Es ya cuestión de poco tiempo. El lunes hablaremos del Gobierno.
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