Si Esperanza Aguirre hubiera subrayado el pasado lunes la derrota de Rajoy en las elecciones generales del domingo, y hubiera anunciado su deseo de presentarse como candidata a la presidencia del PP en el congreso de este partido y, posteriormente y si gana, a la jefatura del Gobierno de España, otro gallo le hubiera cantado. Y, por lo menos, habría llevado la iniciativa y condicionado e impedido la derrota del Comité Ejecutivo del PP del pasado martes, donde acabó tocándole las palmas a Rajoy, como una más.
Pero la presidenta madrileña no se atrevió a dar el paso al frente, y pensó que con soltar a sus leales perros de presa de la prensa —El Mundo, la COPE y Telemadrid— ya había despejado el camino, convencida de que Rajoy iba a tirar la toalla, y ajena a las conversaciones secretas que, tras la derrota electoral, celebraron los barones periféricos y Gallardón con el líder derrotado del PP.
Ha hecho bien Eduardo Zaplana anunciando que deja la portavocía del PP en el Congreso de los Diputados porque, de todas las maneras, lo iban a relevar y resultaba ridículo, y poco responsable por parte de Rajoy, prolongar su situación. Y lo mismo debería hacer Ángel Acebes, obligándole al líder del PP a enseñar sus cartas sobre ese misterioso equipo personal, con el que dice que se presentará a la reelección como presidente del partido, por más que Acebes perdió la excelente oportunidad del Comité Ejecutivo, que es el órgano que puede nombrar, entre congresos del PP, al nuevo responsable de la Secretaría General.
Pero estamos en tiempos de mucha tensión interna del PP que, por lo que se ve, nadie había previsto y preparado, a pesar de que el fracaso electoral era de todo punto previsible y lo anunciaron las encuestas. Pero este partido es así y, tras el jaque de Rajoy diciendo que quiere una tercera oportunidad para disputar la Presidencia del Gobierno a Zapatero, sólo estamos en la primera fase de una crisis donde nadie dice la verdad, algo habitual en la política de España, sin que nadie pague por ello.
Mintió Rajoy a la hora de justificar su permanencia en el cargo y su deseo de seguir en esa misma posición, devaluando su derrota y diciendo que los diez y pico millones de votos son suyos. Ha mentido la casi totalidad de los barones del partido cuando, metidos en la encerrona del Comité Ejecutivo del martes, no hicieron la obligada autocrítica y le rindieron un homenaje a Rajoy, por haberlos llevado a la derrota. No ha dicho la verdad Gallardón, ni cuando insinuó, al ser expulsado de la lista del PP por Madrid, que iba a dejar la política, ni cuando dice ahora que se queda para apoyar a Rajoy en reconocimiento a su valerosa decisión. ¿Valerosa por qué? Y nadie se cree que Aznar esté al margen de todo esto.
Y, desde luego, no ha dicho la verdad Esperanza Aguirre cuando afirmó que ella es del equipo de Rajoy —la foto del “mal trago” de agua, o sapos, que le publicó su diario de cabecera, El Mundo, lo explicaba todo— y añadió que no tiene la intención de competir con el líder por la Presidencia del PP, cuando lleva años dedicada a ello, y ella misma había desencadenado la ofensiva —a hurtadillas, y ése fue su error— en el día después de la derrota, lanzando a sus peones mediáticos a pedir la dimisión de Rajoy, lo que fue denunciado por el propio líder del PP, reclamando su independencia y la del partido frente a estas maniobras de corte mediático y fácticas.
Posiblemente, quien más ha mentido ha sido Aguirre, y a la que más se le vio el plumero de la ambición fue a ella, que perdió los papeles cuando le amenazó a Rajoy con autoincluirse en las listas del PP por Madrid si en ellas iba Gallardón. Como se ha equivocado lanzando a sus fanáticos de la información antes de tiempo, porque estaba convencida de que Rajoy, tras su “adiós” del balcón de Génova, estaba haciendo las maletas.
Además, las maniobras de Aguirre han sido tan burdas que ha conseguido poner en su contra a una mayoría de los barones periféricos. Los que, se dice, que de acuerdo con Rajoy pactaron la continuidad del líder del PP, al menos hasta el congreso del mes de junio, precisamente para frenar en seco el ataque de Aguirre, lo que, de momento, han conseguido, dejándola al descubierto. Pero esto tampoco quiere decir que la presidenta de Madrid haya perdido todas sus posibilidades. Dado su empuje y empecinamiento, nada se debería descartar al respecto, incluso que se atreviera a lanzar el nuevo partido, o tercera vía, que no osó poner en marcha Gallardón.
Todavía faltan por saber cuáles serán los próximos episodios de esta crisis del PP, pero cuatro son los posibles escenarios:
1. En primer lugar, cabe la posibilidad de que Rajoy cumpla su palabra y pretenda quedarse toda la legislatura como líder del PP, lo que no sería de extrañar, conociendo su afición al cargo, a pesar del fracaso en las elecciones.
2. En segundo lugar, puede que Rajoy sólo siga hasta la celebración del congreso del PP en junio, para ganar tiempo frente a Aguirre y negociar con otros barones su sucesión, a favor de Gallardón, u otro candidato, por el momento desconocido, si fuera cierto que los jefes de la periferia del PP desean un líder ajeno a la lucha del poder entre los primeros actores de Madrid, Aguirre y Gallardón.
3. Como tercera opción está el modelo del PNV, que separa la función del presidente del partido de la candidatura o cabecera del cartel a la Presidencia del Gobierno en el 2012, lo que sería pilotado por Rajoy de cara al siguiente congreso del PP previsto para el 2011.
4. Por último, y en la misma idea del congreso del PP del 2011, está la posibilidad de que, una vez conocidos los resultados de Rajoy en las elecciones europeas del 2009 y autonómicas del 2010 (en Cataluña, País Vasco y Galicia), en dicho congreso popular se nomine a otro líder y candidato del PP.
Naturalmente, en todo esto desempeñará un papel la labor de Zapatero al frente del Gobierno y la de Rajoy al frente de la oposición y del PP, así como la marcha de la economía y las relaciones del Ejecutivo con los nacionalistas. Por lo que sería prematuro aventurar un pronóstico final. Entre otras cosas porque Zapatero podría adelantar las elecciones generales y Rajoy podría no convocar el congreso del PP del 2011, como ya hizo con el que se debió celebrar en el otoño del 2007. De momento, estamos en los encuentros en la primera fase de la crisis del PP. Luego ya se verá.
Pero la presidenta madrileña no se atrevió a dar el paso al frente, y pensó que con soltar a sus leales perros de presa de la prensa —El Mundo, la COPE y Telemadrid— ya había despejado el camino, convencida de que Rajoy iba a tirar la toalla, y ajena a las conversaciones secretas que, tras la derrota electoral, celebraron los barones periféricos y Gallardón con el líder derrotado del PP.
Ha hecho bien Eduardo Zaplana anunciando que deja la portavocía del PP en el Congreso de los Diputados porque, de todas las maneras, lo iban a relevar y resultaba ridículo, y poco responsable por parte de Rajoy, prolongar su situación. Y lo mismo debería hacer Ángel Acebes, obligándole al líder del PP a enseñar sus cartas sobre ese misterioso equipo personal, con el que dice que se presentará a la reelección como presidente del partido, por más que Acebes perdió la excelente oportunidad del Comité Ejecutivo, que es el órgano que puede nombrar, entre congresos del PP, al nuevo responsable de la Secretaría General.
Pero estamos en tiempos de mucha tensión interna del PP que, por lo que se ve, nadie había previsto y preparado, a pesar de que el fracaso electoral era de todo punto previsible y lo anunciaron las encuestas. Pero este partido es así y, tras el jaque de Rajoy diciendo que quiere una tercera oportunidad para disputar la Presidencia del Gobierno a Zapatero, sólo estamos en la primera fase de una crisis donde nadie dice la verdad, algo habitual en la política de España, sin que nadie pague por ello.
Mintió Rajoy a la hora de justificar su permanencia en el cargo y su deseo de seguir en esa misma posición, devaluando su derrota y diciendo que los diez y pico millones de votos son suyos. Ha mentido la casi totalidad de los barones del partido cuando, metidos en la encerrona del Comité Ejecutivo del martes, no hicieron la obligada autocrítica y le rindieron un homenaje a Rajoy, por haberlos llevado a la derrota. No ha dicho la verdad Gallardón, ni cuando insinuó, al ser expulsado de la lista del PP por Madrid, que iba a dejar la política, ni cuando dice ahora que se queda para apoyar a Rajoy en reconocimiento a su valerosa decisión. ¿Valerosa por qué? Y nadie se cree que Aznar esté al margen de todo esto.
Y, desde luego, no ha dicho la verdad Esperanza Aguirre cuando afirmó que ella es del equipo de Rajoy —la foto del “mal trago” de agua, o sapos, que le publicó su diario de cabecera, El Mundo, lo explicaba todo— y añadió que no tiene la intención de competir con el líder por la Presidencia del PP, cuando lleva años dedicada a ello, y ella misma había desencadenado la ofensiva —a hurtadillas, y ése fue su error— en el día después de la derrota, lanzando a sus peones mediáticos a pedir la dimisión de Rajoy, lo que fue denunciado por el propio líder del PP, reclamando su independencia y la del partido frente a estas maniobras de corte mediático y fácticas.
Posiblemente, quien más ha mentido ha sido Aguirre, y a la que más se le vio el plumero de la ambición fue a ella, que perdió los papeles cuando le amenazó a Rajoy con autoincluirse en las listas del PP por Madrid si en ellas iba Gallardón. Como se ha equivocado lanzando a sus fanáticos de la información antes de tiempo, porque estaba convencida de que Rajoy, tras su “adiós” del balcón de Génova, estaba haciendo las maletas.
Además, las maniobras de Aguirre han sido tan burdas que ha conseguido poner en su contra a una mayoría de los barones periféricos. Los que, se dice, que de acuerdo con Rajoy pactaron la continuidad del líder del PP, al menos hasta el congreso del mes de junio, precisamente para frenar en seco el ataque de Aguirre, lo que, de momento, han conseguido, dejándola al descubierto. Pero esto tampoco quiere decir que la presidenta de Madrid haya perdido todas sus posibilidades. Dado su empuje y empecinamiento, nada se debería descartar al respecto, incluso que se atreviera a lanzar el nuevo partido, o tercera vía, que no osó poner en marcha Gallardón.
Todavía faltan por saber cuáles serán los próximos episodios de esta crisis del PP, pero cuatro son los posibles escenarios:
1. En primer lugar, cabe la posibilidad de que Rajoy cumpla su palabra y pretenda quedarse toda la legislatura como líder del PP, lo que no sería de extrañar, conociendo su afición al cargo, a pesar del fracaso en las elecciones.
2. En segundo lugar, puede que Rajoy sólo siga hasta la celebración del congreso del PP en junio, para ganar tiempo frente a Aguirre y negociar con otros barones su sucesión, a favor de Gallardón, u otro candidato, por el momento desconocido, si fuera cierto que los jefes de la periferia del PP desean un líder ajeno a la lucha del poder entre los primeros actores de Madrid, Aguirre y Gallardón.
3. Como tercera opción está el modelo del PNV, que separa la función del presidente del partido de la candidatura o cabecera del cartel a la Presidencia del Gobierno en el 2012, lo que sería pilotado por Rajoy de cara al siguiente congreso del PP previsto para el 2011.
4. Por último, y en la misma idea del congreso del PP del 2011, está la posibilidad de que, una vez conocidos los resultados de Rajoy en las elecciones europeas del 2009 y autonómicas del 2010 (en Cataluña, País Vasco y Galicia), en dicho congreso popular se nomine a otro líder y candidato del PP.
Naturalmente, en todo esto desempeñará un papel la labor de Zapatero al frente del Gobierno y la de Rajoy al frente de la oposición y del PP, así como la marcha de la economía y las relaciones del Ejecutivo con los nacionalistas. Por lo que sería prematuro aventurar un pronóstico final. Entre otras cosas porque Zapatero podría adelantar las elecciones generales y Rajoy podría no convocar el congreso del PP del 2011, como ya hizo con el que se debió celebrar en el otoño del 2007. De momento, estamos en los encuentros en la primera fase de la crisis del PP. Luego ya se verá.
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