La última oleada de encuestas, correspondiente al pasado fin de semana y este lunes, reduce la diferencia entre los dos grandes y vuelve a dejar al PSOE dentro de los límites del llamado “empate técnico” (en el borde de los 3 puntos de diferencia), que había desbordado ligeramente, al alza, en las oleadas anteriores.
Por tanto, también se aleja del otro umbral, el de la ventaja obtenida hace cuatro años, en las últimas elecciones generales (4,9 puntos).
La incapacidad del PSOE de desbordar esos dos umbrales, al menos en los sondeos, significa que no ha capitalizado debidamente el hecho de haber tenido a su disposición todos los resortes del poder a lo largo de la Legislatura que acaba de terminar.
Pero no significa que el PP, cuya tarea de oposición también es valorada por el elector al expresar su intención de voto, haya sabido capitalizar su trabajo, sus iniciativas, sus propuestas alternativas o los propios errores del Gobierno socialista.
Eso queda meridianamente claro a la vista de todas las encuestas publicadas en los dos últimos meses. Todos los indicadores clásicos son favorables al PSOE: la intención directa de voto (respuesta espontánea), estimación de voto (laboratorio, la llamada “cocina”), la percepción del partido ganador (¿qué partido cree usted que va a ganar?), la preferencia (¿qué partido quiere usted que gane?), la valoración de líderes, la capacidad para resolver los problemas en los distintos campos de la gobernación del Estado, etc.
Solo en el indicador “índice de fidelidad” gana claramente el PP. Eso viene a constatar la firmeza y la capacidad de alineamiento de los votantes de la derecha con la causa electoral del PP. Dicho de otro modo: el PP tiene un suelo muy firme, que se mantiene casi inalterable en torno al 38% de los votos.
En cambio, el techo del PSOE aparece cambiante, con subidas o bajadas entre el 39% y el 42%, mientras los expertos dicen que aún subirá más si la participación fuera similar o no muy inferior a la registrada el 14-M de hace 4 años (75,6 %). Si el idioma de los últimos sondeos lo pasamos al lenguaje político, tendrá sentido lo que Zapatero comentó ante los micrófonos chivatos de Gabilondo: “La tensión nos conviene”.
Es confesar que la tensión es movilizadora de su electorado, que la movilización supone participación y que la participación favorece al PSOE.
De ahí la importancia de la reciente macroencuesta del CIS, que reducía la ventaja del PSOE sobre el PP a solo 1,5 puntos. Distancia mínima. En consecuencia, tensión máxima en los términos expresados por Zapatero.
No digo que el CIS haya querido echarle una mano, pero es evidente que le favorece porque moviliza al electorado perezoso de la izquierda.
Por tanto, también se aleja del otro umbral, el de la ventaja obtenida hace cuatro años, en las últimas elecciones generales (4,9 puntos).
La incapacidad del PSOE de desbordar esos dos umbrales, al menos en los sondeos, significa que no ha capitalizado debidamente el hecho de haber tenido a su disposición todos los resortes del poder a lo largo de la Legislatura que acaba de terminar.
Pero no significa que el PP, cuya tarea de oposición también es valorada por el elector al expresar su intención de voto, haya sabido capitalizar su trabajo, sus iniciativas, sus propuestas alternativas o los propios errores del Gobierno socialista.
Eso queda meridianamente claro a la vista de todas las encuestas publicadas en los dos últimos meses. Todos los indicadores clásicos son favorables al PSOE: la intención directa de voto (respuesta espontánea), estimación de voto (laboratorio, la llamada “cocina”), la percepción del partido ganador (¿qué partido cree usted que va a ganar?), la preferencia (¿qué partido quiere usted que gane?), la valoración de líderes, la capacidad para resolver los problemas en los distintos campos de la gobernación del Estado, etc.
Solo en el indicador “índice de fidelidad” gana claramente el PP. Eso viene a constatar la firmeza y la capacidad de alineamiento de los votantes de la derecha con la causa electoral del PP. Dicho de otro modo: el PP tiene un suelo muy firme, que se mantiene casi inalterable en torno al 38% de los votos.
En cambio, el techo del PSOE aparece cambiante, con subidas o bajadas entre el 39% y el 42%, mientras los expertos dicen que aún subirá más si la participación fuera similar o no muy inferior a la registrada el 14-M de hace 4 años (75,6 %). Si el idioma de los últimos sondeos lo pasamos al lenguaje político, tendrá sentido lo que Zapatero comentó ante los micrófonos chivatos de Gabilondo: “La tensión nos conviene”.
Es confesar que la tensión es movilizadora de su electorado, que la movilización supone participación y que la participación favorece al PSOE.
De ahí la importancia de la reciente macroencuesta del CIS, que reducía la ventaja del PSOE sobre el PP a solo 1,5 puntos. Distancia mínima. En consecuencia, tensión máxima en los términos expresados por Zapatero.
No digo que el CIS haya querido echarle una mano, pero es evidente que le favorece porque moviliza al electorado perezoso de la izquierda.
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