Después de una semana de desencuentros públicos entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana que se oficializaron con la suspensión del pleno de investidura de Carles Puigdemont
el pasado martes, todo apunta a que este domingo, después de alrededor
de siete horas de reunión en Bruselas, se han sentado las bases para un
reencuentro de las dos formaciones independentistas.
Si en las próximas
horas no se tuerce nada, no es descartable pensar que el pleno del Parlament
puede ser convocado nuevamente a partir del martes. Esa es al menos la
voluntad de los negociadores, aunque los precedentes de la pasada
semana, con una erosión pública de las dos formaciones, obliga a
extremar la cautela en esta aparente recta final.
Mientras el independentismo tiene ganas de que se cierre el acuerdo,
las dos formaciones escarmentadas por los últimos acontecimientos miran
de sacarse de encima la presión de la negociación. Pocas declaraciones
públicas, comunicados de los dos partidos repletos de vaguedades y un Instagram de Puigdemont con un poema de Martí i Pol es lo único que ha salido a la superficie. Las dos reuniones de las próximas horas de la permanente de Esquerra y del grupo parlamentario de JuntsXCAT
en la capital belga marcarán el perímetro del acuerdo y la voluntad
real o no de cerrarlo.
Todo lo que sea alargarlo mucho más empieza a ser
tremendamente incómodo en las filas del independentismo, como han
expresado en las últimas horas tanto la ANC como Òmnium, dos entidades claves a la hora de recoser las diferencias entre las dos formaciones, pese a tener en prisión a sus líderes, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, el primero, alejado de la entidad después de haberse incorporado a la candidatura de Puigdemont como número dos, pero con una notable influencia en la organización.
El hecho de que la cumbre independentista en Bruselas haya coincidido
con los 100 días de aplicación del artículo 155 de la Constitución
debería servir para hacer más evidente cómo el Estado ha ocupado sin
ningún complejo las instituciones autonómicas hasta desnaturalizar el
papel de la Generalitat.
En estos 100 días se ha hecho evidente que detrás del acto formal del
Senado de aprobar el artículo 155 había una intención deliberada del
Estado de ir mucho más allá en la liquidación de la autonomía.
También
sabemos que, aunque el Parlament no
hubiera habido proclamado la República, sustancialmente la represión
que luego se ha ido aplicando no habría sido muy diferente. Hay gente
que no quiere verlo así y que defiende incluso lo contrario, que habría
habido un 155 blando. Eso es simple y llanamente desconocer cómo aborda
Madrid un conflicto territorial como el actual.
De ahí la enorme importancia de la unidad del independentismo ante un
tiempo que ni será corto ni será fácil. Pero será literalmente
imposible si lo aborda dividido.
(*) Periodista y ex director de La Vanguardia