De seguir así vamos de cabeza a las
terceras elecciones en un año. Quizá sea una efecto retardado de la
dictadura. Los españoles pasaron tantos años sin votar, sometidos a la
esclarecida guía de los franquistas, mentores ideológicos de estos
peperos, que ahora se desquitan como se ve de tres en tres
Las
explicaciones, advertencias y avisos de los partidos, sus
interpretaciones y la adjudicación de buenos y malos en la obra son
bastante risibles en general. Nadie coincide con nadie en nada excepto
en una cosa: la decisión ha de tomarla el PSOE porque todo depende del
PSOE. Tiene su guasa. El partido más atacado (las jeremiadas de Podemos
hablando de que todo el mundo los critica a ellos es falsa), el más
vilipendiado, el que nadie puede ver ni en pintura y carece de todo
respaldo mediático (a diferencia del PP y Podemos que tienen periódicos,
televisiones y periodistas a su servicio) es justamente el que todos
necesitan y sin el cual ninguna combinación es posible. El Partido que,
para la derecha, está repleto de radicales y, para Podemos y sus
realquilados de IU, es idéntico al PP, es el que todos quieren de
compadre en las alianzas. Pero no por ello ninguno osa modular sus
ataques. Es propio de la habilidad hispana: se insulta a quien se
necesita de aliado y ni de chiripa se le piden disculpas.
Nadie
en el PP, un partido de presuntos ladrones, corruptos y cómplices se
atreve a levantar la voz contra el Sobresueldos, un personaje
absolutamente desprestigiado que se aferra al cargo quizá para no tener
que afrontar un futuro penal aciago. Si el PP prescindiera de este
inenarrable individuo e hiciera otra oferta, quizá encontrara una
respuesta distinta que contribuiría a hacer patente lo que todo el mundo
intuye ya: que el bipartidismo se mantiene.
La
respuesta favorable de C's podría darse por segura, incluso al extremo
de pasar de la abstención a un voto afirmativo con matices. Y tampoco
sería muy hosca en el PSOE en donde las presiones a favor de la
abstención, procedentes de los sectores reaccionarios del partido
(González, Rubalcaba, Borrell, Guerra, etc) redoblarían y dejarían en
posición aun más débil a Sánchez.
La
respuesta de Podemos sería aquí, como casi siempre por otro lado,
irrelevante, aunque el coro de sus periodistas afines (incapaces de
distinguir las mixtificaciones de Iglesias de una crítica al orden
constituido) la presentaría casi como venida del reino del saber. Estos
de Podemos son los que forzaron las segundas elecciones con el objetivo
de desempatar, cuando no había empate. Ahora ya no pueden seguir
mintiendo tan descaradamente y su posición es en verdad chunga. No son
decisivos para nada y ocultan su intrascendencia con engolados y
cavernosos conceptos: si el PSOE se abstiene, la oposición pasará por
derecho a UP. Y, de paso, el jamón que regaló el Sobresueldos a Obama.
La oposición seguirá siendo el PSOE y ya se verá a qué se opone de
verdad Podemos que, cual es habitual, no está claro.
Aburre
mencionarlo: hay dos combinaciones posibles de mayoría absoluta sin la
peste del PP: a) PSOE+Podemos+C's y b) PSOE+Podemos+indepes
catalanes+nacionalistas vascos. Pero ninguna de las dos parece viable
mientras Podemos y C's no suavicen su recíproco odio o el PSOE pierda el
miedo al referéndum catalán.
Si
todo sigue igual, las terceras elecciones serán obligadas. En opinión
de Palinuro, esas elecciones serán la resurrección del bipartidismo y la
reducción de Podemos y C's a magnitudes simbólicas. Y a ellas no
debiera concurrir ninguno de los cuatro fracasados candidatos hasta la
fecha.
De la refundación a la República Catalana.
El
Rey Felipe VI, ese monarca declarado “persona non grata” en un puñado
de municipios catalanes, llegó hace unos días a Cataluña predicar la
necesidad de la convivencia, cosa que no hace en el resto del Estado
que, al parecer, no lo necesita. El primer ejemplo de su modo de
entender la convivencia lo dio luego excluyendo a los partidos catalanes
y vascos de la invitación al almuerzo que se iba a celebrar con el
presidente Obama. Por entonces todavía pensaba el monarca que habría un
almuerzo o una cena con el presidente estadounidense y que no tendría
que ir a pedir una hamburguesa a un MacDonalds porque Obama se reunió a
comer con su gente y canceló el resto de los ágapes.
Este
giro de los hechos libró a los representantes catalanes y vascos de
escenificar el mismo ridículo que hicieron los líderes de los partidos
de ámbito estatal a los que Obama despachó a razón de tres minutos por
cabeza, como si fuera un médico de la seguridad social en un ambulatorio
del PP. Al tiempo, pueden plantear legítimamente el alcance del
concepto de “convivencia” que excluye a los partidos nacionalistas de
los actos de Estado.
Por
eso, porque hay que precaverse frente al concepto de “convivencia” de
la monarquía española, CDC acaba de refundarse cambiando su nombre por
el de Partit Demòcrata Català. Tras el asunto de Pujol y la escisión de
UDC, era imprescindible que Cataluña contara con una organización
partidista que encauzara hacia la independencia a unos sectores
políticos y sociales no representados en las existentes. La cuestión del
nombre produjo algún desconcierto cuando los delegados, con buen tino,
rechazaron el de Partit Nacional Català que Puigdemont y Mas favorecían.
Es mucho más inequívoco el término “demócrata”.
Pero
lo definitivo no está en lo nominal, sino en el contenido en la
definición del partido. Este se quiere demócrata, catalanista,
independentista, europeísta y humanista y republicano. Los factores
esenciales son el independentismo y el republicanismo en los que
cristaliza una evolución histórica del nacionalismo catalán moderado, de
clase media, burgués y tradicionalmente acomodado con la concepción
autonomista con que la Constitución de 1978 relevó el viejo
regionalismo. El independentismo y el republicanismo sin ambages no
solamente clarifican un sector importante, decisivo, de la política
catalana sino que también arman un bloque transversal juntamente con ERC
que equivale a un gran frente independentista “de todo el pueblo” o
“catch all”, con clara vocación ganadora.
El
partido refundado era justamente la pieza que faltaba para hacer frente
a los acontecimientos que previsiblemente se acelerarán a partir de
septiembre y, sobre todo, de la Diada. A partir de ese momento y del
resultado de la cuestión de confianza pendiente, se sabrá si Cataluña se
dirige a nuevas elecciones o si aplica ya la segunda parte de la hoja
de ruta mediante un RUI o una DUI, cuestión que está por dilucidar.
Por
supuesto, estos acontecimientos tendrán lugar en un ambiente en el que
habrá que tomar en consideración las decisiones que se adopten en
Madrid, tanto en el ámbito procesal como en el político, esto es, si los
cuatro grandes partidos consiguen o no formar algún tipo de gobierno en
España o deben realizar unas terceras elecciones. Todo ello tendrá
influencia, sin duda, en el desarrollo de la circunstancia catalana,
pero no será ya determinante. A la vuelta del verano, Cataluña deberá
dar los primeros pasos para configurar la República Catalana. Por eso un
Partit Demòcrata Català independentista y republicano es imprescindible
para asociar a un centro y centro derecha que coincide con la izquierda
en la voluntad independentista pero quizá en poco más.
El
próximo día 23 se celebrará la segunda parte del Congreso fundacional
del PDC, en el que este elegirá sus cargos orgánicos. Parece haber tres o
cuatro candidaturas a los del órgano ejecutivo de coordinación del
partido y se perfila una, quizá dos para la presidencia y la
vicepresidencia, lor órganos personales más importantes del partido, sin
funciones ejecutivas pero si de coordinación.
A
la hora de elegir a los titulares de esos cargos, el criterio que debe
prevalecer es la probada capacidad de dirigir a Cataluña a la
independencia.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED