Unas elecciones europeas, que a todo el mundo importan un pepino, las gana hasta el Pato Donald. Podemos
 no era un bluff al principio, pero se convirtió en un bluff cuando se 
echó en brazos de Anguita. Y, si sigue con él, puede que no llegue ni a 
las elecciones de mayo.
El PSOE tiene 140 años. No es el PASOK y ningún advenedizo va a borrarlo del mapa. La estúpida fórmula PP=PSOE es más negativa que positiva para quienes la emplean.
Después
 de 30 años en el poder, en el PSOE hay corrupción, pero no es un 
partido corrupto, como el PP. Hacer amalgama y no diferenciar es propio 
de gente con pocas luces.
Ni
 en Andalucía ni en la Patagonia es buena fórmula descolgarte 
despreciando a quienes quieres que te voten. Los de Podemos han 
conseguido que los andaluces les tomen la medida y vean que ellos sí son
 casta. De verdadera risa.
Tener mal perder cuando se pierde es penoso; pero tener mal perder cuando has ganado algo es literalmente de orates. Porque estas elecciones fueron una confrontación entre PSOE/Podemos. Los demás no contaban.
Una de tres: o se es un poco más listo y menos engreído; o se estudia algo más; o se buscan asesores más competentes. Y ojo a la falta de respeto al electorado andaluz. A ver si va a resultar que hay más señoritos de los que creíamos.
Hay
 interpretaciones según las cuales Podemos triunfó en Andalucía; pocas, 
pero las hay, pues toda colectividad tiene sus incondicionales, esos que
 los ingleses llaman die hards. Pero hablan de triunfo en tono 
menor. Nada de arrollador. Y el término "terremoto" ha desaparecido. 
Para la mayoría, lo de ayer fue una derrota de Podemos. La primera. No 
en términos absolutos (15 nada desdeñables escaños) sino relativos a las
 pretensiones de ser el partido más votado. Esas pretensiones venían 
dictadas por la embriaguez del resultado de las elecciones europeas. Los
 estrategas olvidaron que los resultados electorales nunca son 
extrapolables a nada de antemano y menos los de unas elecciones europeas
 que el electorado apenas se toma en serio.
Podemos
 arrancó con una promesa muy atractiva en tiempos de crisis económica y 
política: constituir una izquierda radical y democrática, algo entre la 
socialdemocracia y el comunismo. El sempiterno sueño de la Nueva izquierda.
 Su oposición al PSOE fue clara  desde el principio; sus relaciones con 
IU, en cambio, o sea con el comunismo, no lo fueron en absoluto. 
Absorbió su base electoral pero no pudo mantener a distancia el aparato 
que se obstinaba converger. Acabó en una forma confusa en que hay pero 
no hay convergencia. E identidad de discursos en el ataque común al 
PSOE. Es decir, como siempre, no hay terceras partes. 
 
Nada entre el PSOE
 e IU, sobre todo cuando esta saca a Anguita en la campaña poco menos 
que pidiendo el voto para Podemos con el único fin que siempre persigue,
 hundir el PSOE y el único que realmente consigue, hundir su propia 
opción. Y eso es lo que Podemos ha cosechado: rota su imagen de nueva izquierda
 aparece la realidad de la vieja izquierda neocomunista, anguitiana, del
 sorpasso. Lo que importa es que no gobierne el PSOE. Lo he leído por 
ahí. Lo que quiere la derecha. En su origen y primeros recorridos, 
Podemos traía una promesa interesante de nueva política. Al 
situarse en el territorio de la vieja izquierda antisocialista 
asegurando al tiempo no ser de derechas ni izquierdas, se ha convertido 
en un bluff. Y en Andalucía se lo han visto
Son
 cosas elementales. El PSOE tiene 140 años, se confunde con la historia 
de este país, cuenta con una memoria de generaciones y voto de tradición
 familiar. No es un chiringuito como el PP, armado para ganar elecciones
 y vivir del erario a base de corrupción, aunque no deje de haber habido
 casos. Pero nadie se atreve a decir que el PSOE sea un partido 
corrupto. Eso es lo que busca la frecuente equiparación entre el PP y el
 PSOE que el PP no acepta y el PSOE tampoco (y con bastante sentido 
ambos, por cierto) y solo convence a los que la acuñan, cuyo ánimo es 
más bien como de brocha gorda. El PSOE no es el PASOK, otro chiringuito 
fundado por la familia Papandreu en los años 70 del siglo XX, y no va a 
venirse abajo como un castillo de naipes por mucha ilusión que le echen 
quienes soplan.
¿Los
 otros contendientes? El PP, batacazo, ha perdido 17 escaños. ¿Pocos? 
¿Muchos? Nada extraño. El PP no está para elecciones en Andalucía o en 
la ínsula Barataria. Más duros tienen pinta de ser los resultados de las
 municipales y autonómicas de mayo. Y de las catalanas de septiembre ja 
en parlarem, pues prometen ser suculentas. Ciudadanos sí que ha tenido 
un exitazo con sus nueve diputados. Seguramente vienen todos del PP y, 
de ser así, C's se configura como verdadera amenaza de sifón de la 
derecha. Cunden los nervios en el PP porque su marca blanca es demasiado
 blanca y puede aventajarlo en votos. Pero a quien más daño 
hace Ciudadanos es a Podemos. Esos 9 escaños valen por los 15 de los 
otros. Cuando Podemos quiere justificar sus pobres resultados señalando 
falta de medios y de visibilidad mediática, Ciudadanos presenta unas 
cuentas mucho más pobres; rayanas en cero: cero medios, cero 
visibilidad, los andaluces no conocen ni las caras de los candidatos y 
menos sus nombres. Y nueve diputados. 
 
Estas
 elecciones, en el fondo, eran una pugna dentro de la izquierda: la 
socialdemocracia frente al neocomunismo de fuerte componente 
carismático. Una lucha por la hegemonía. Podemos la teorizaba con 
propuestas miríficas, de esas de empoderar a la gente, recuperar la dignidad, asaltar los cielos, la soberanía, la patria y Simón Bolívar.
 Pero la practicaba a la más tradicional usanza de la vieja política: 
con un acto de masas, un mitin multitudinario en el velódromo de Dos 
Hermanas, ante 14.000 seguidores, cuando los socialistas 
solo congregaron 5.000, los del PP otros tantos, los de Ciudadanos se 
reunieron en la lonja del pescado y los de UPyD, tomando el té de las 
cinco. 14.000 enfervorizados seguidores del sí se puede en un 
espacio público. Para un partido que presume de ser en parte mediático y
 en parte un ciberpartido, ese acto recuerda mucho los mítines de la 
República en alguna plaza de toros con un político declamando ante un 
micrófono de RKO. Resumo con el colofón de ayer: o se es más listo y 
menos engreído; o se estudia algo más el terreno que se pisa, se conoce 
al enemigo y, sobre todo y en este caso especialmente, al amigo; o se 
buscan asesores más competentes.
 
Tocan
 ahora las coaliciones y, por supuesto, también la posibilidad de 
gobierno minoritario con apoyos ocasionales que quizá sea lo más 
conveniente mientras el personal se aclara. Y un dato sobresale ya: el 
eje de todas ellas es el PSOE. Los de Podemos, en su inimitable 
jerigonza, lo llaman la centralidad del tablero, pero quienes 
la ostentan son los socialistas. Díaz dijo que no pactaría con el PP ni 
con Podemos. Pero no hay nada escrito. Su obligación es formar el mejor 
gobierno posible para Andalucía. Si es en solitario, en solitario. Si es
 en coalición, en coalición y ninguna es descartable. Palinuro, ya se 
sabe, propugna la alianza con Podemos. También estos tendrán que comerse
 sus palabras de aliarse con el PSOE solo si cambia de rumbo 180º. A lo 
mejor lo más adecuado es que ellos cambien 120º y el PSOE 60º. Eso ya se
 verá. Sin concesiones no hay coaliciones. Pero Podemos no puede 
olvidar, aunque no le interese decirlo, que el PSOE no los necesita para
 gobernar. Centralidad.
 
 
(*) Profesor emérito de Ciencia Política en la UNED