El
titular del Juzgado Central de Instrucción nº 6, que le ha tomado
declaración en dependencias judiciales durante poco más de tres horas,
argumenta la medida ante el riesgo de destrucción de pruebas, según las
citadas fuentes.
La Unidad de Delincuencia Económica y
Fiscal (UDEF) de la Policía Nacional le detuvo en Murcia a primera hora del pasado
miércoles en un operativo dirigido por el magistrado instructor y
coordinado con la Fiscalía Anticorrupción y la Agencia Tributaria.
En
la operación se practicaron registros en las instalaciones deportivas
del Cádiz y Granada -club en el que fue presidente entre los años 2009 y
2016--, además de en Barcelona y Murcia, localidad esta última donde
reside.
A tenor de las
investigaciones iniciadas, el Granada CF y el Cádiz CF colgaron sendos
comunicados en sus respectivas páginas web en los que confirmaron las
pesquisas, se desvincularon de los hechos que se le imputan a Pina y
mostraron su disposición a colaborar con la Justicia.
Una historia de Quique Pina
Dice el refrán que “el que avisa no es traidor”. El abogado granadino
Enrique Zarza se lo había advertido en más de uno de los encuentros que
mantuvieron en el hotel Nazaríes, a los pies de La Alhambra: “Quique, al
final te van a detener y vas a ir a la cárcel por los 380.000 euros que le debes a mi cliente”, relata hoy El País.
Corría el año 2011, Enrique Pina (Murcia, 1969),
conocido en el mundo del fútbol como “Quique Pina”, era el presidente
del Granada C.F. desde 2009. Pero el exjugador del Barinas, que había
traído a España a jugadores como Riquelme o Saviola, ya había hecho su
primera gran operación: vender el Club de Futbol Ciudad de Murcia al
también empresario granadino Carlos Marsá.
El conseguidor e
intermediario de aquel negocio millonario fue Antonio Jiménez Zorrilla,
el cliente de Zarza, que tuvo que exigir en los tribunales los 380.000
euros de su comisión. El caso llegó hasta el Tribunal Supremo, que le
dio la razón a Zarza. Pero Pina se declaró insolvente y puso sus
empresas y cuentas a nombre de sus padres, hermana y socios, que hacían
las veces de testaferros. “Él no aparece como administrador en ninguna
parte”, aseguran fuentes vinculadas al caso.
Así empezó
una (poco) deportiva carrera de fraudes y pufos ocultos bajo la popular aureola del fútbol y que terminó —como le advirtió Zarza— con
su detención este jueves
en su mansión de Molina de Segura (Murcia). Los agentes de la Unidad de
Delitos Económicos y Fiscales (UDEF) de la Policía Nacional presumen, a
falta de analizar la documentación incautada en los registros, posibles
delitos de fraude fiscal, blanqueo de capitales y falsedad documental.
Pina, insolvente para la Hacienda pública, vivía en grandes
casas, se movía en coches de alta gama, lucía relojes caros y se
compraba barcos. De nada le sirvió acabar pagando en 2014 los 380.000
euros que debía, que Zarza retirase la denuncia y que el juez archivase
la causa. Para entonces, el juzgado ya había encargado un informe a la
UDEF, que durante dos años le ha seguido los pasos de cerca.
Un camino sinuoso de empresas y sociedades interpuestas cuyo único fin
era evadir grandes cantidades de impuestos, que podrían sumar hasta 200
millones. Y cuyo destino final es un fondo de inversión en Luxemburgo,
Fifteen Securisitation S.A., que pertenece a
la familia italiana de Gino Pozzo,
propietario del
Granada C.F. en España, pero también del
Watford en
Inglaterra y del
Udinese en Italia. En cada uno de esos países Pozzo
tiene su agente, y en el caso de España era Pina.
Su labor consistía fundamentalmente en mantener en sus
empresas y sociedades la titularidad del 90% de los derechos de los
jugadores traspasados por los clubes de fútbol que dirigían, fuese el
Granada o el
Cádiz. De este modo, en cuanto se producía la venta del
jugador, cargaban una factura al club por el 90% de su valor. El club
pagaba y ese dinero tomaba rumbo a Luxemburgo, sus arcas se quedaban con
un escueto 10% de la venta del jugador y cotizaban por esa misma
cantidad.
Si, por ejemplo, se vendía un jugador por 6,5 millones, el
club ganaba 650.000 y pagaba a Hacienda por esa misma cantidad, el resto
se amasaba en el fondo de inversión de la familia Pozzo, junto con lo
obtenido de la venta de jugadores de otros de sus equipos, como si se
tratase de una caja única.
“Esto es como si dos socios tienen un bar y uno de ellos se
mete en el bolsillo cada noche el 90% de los beneficios de la caja y
deja el resto para que sobreviva el negocio y para que solo cotice por
el 10% de las ganancias”, resume Zarza. La clave de este montaje
fraudulento es que el bolsillo y la caja son de los mismos propietarios.
“Ellos se venden y compran a sí mismos y el beneficio son todos los
impuestos que eluden en esas transacciones económicas, que acaban
arruinando a los clubes”, explica Zarza.
El abogado, ya conocido en todo Cádiz y que lleva años predicando en el desierto —incluida la Liga Profesional y el
Consejo Superior de Deportes—
sin que nadie le haga caso, ha sido contratado por la empresa
Sinergy,
que también ha sufrido las estafas de Quique Pina. “Eran los accionistas
mayoritarios del Cádiz C.F. desde 2011, cuando presentaron una oferta
más competitiva que la del empresario murciano”, cuenta el abogado.
“Entonces le quitaron la gestión deportiva del equipo a Pina, que en
aquel momento era además presidente del
Granada, pese a que ambas
escuadras competían en la misma liga”, recuerda Zarza.
Pero “el
empresario murciano se asoció con Manuel Vizcaíno, actual presidente del
Cádiz, y constituyeron la sociedad
“Locos por el balón”. Hicieron una
subasta de las acciones del
Cádiz y se quedaron con el equipo por 50.000
euros”, asegura Zarza, “
Sinergy había pagado un millón por el equipo”.
La subasta en cuestión fue declarada ilegal por un juzgado de primera
instancia y por la Audiencia Provincial de Cádiz en julio de 2017.
Pero la justicia siempre va muy por detrás de los presuntos
delincuentes. Y casi al mismo tiempo que Pina era trasladado a la
Audiencia Nacional, su socio Vizcaíno daba una rueda de prensa y
anunciaba el regreso de un mito del
Cádiz y del fútbol: Mágico González.
Y, de nuevo, esa aureola (mágica) camuflaba millonarios tejemanejes
empresariales.