MADRID.- En España, con una tasa de paro del 16%, no debería producirse escasez
de mano de obra. Sin embargo, lo que están mostrando las estadísticas
son tensiones crecientes en el mercado laboral. Según los datos de la encuesta trimestral de coste laboral del INE,
las vacantes crecieron hasta 120.000 con el final del estado de alarma.
Se trata del mayor número registrado en una década, que es un 60%
superior al de hace un año, tal como recoge Cotizalia. Durante esas semanas de reapertura, las empresas del sector de la hostelería y de la agricultura
advirtieron de los problemas que estaban teniendo en algunas partes del
territorio para encontrar trabajadores. En los servicios, los puestos
de trabajo sin cubrir en el segundo trimestre del año fueron un 63%
superiores a los del mismo periodo del año anterior.
En ningún caso esta estadística muestra una situación dramática en el
mercado laboral, pero sí indica un aumento de las tensiones desde el
final del estado de alarma. Hay dos motivos que explican que la
situación no sea tan preocupante como en otros países europeos. El
primero es que la tasa de desempleo es
mucho más alta que la de las principales economías desarrolladas (por
ejemplo, es el triple que la de Reino Unido). El segundo es que el país
está en una fase temprana de la recuperación porque la contracción de la actividad fue mucho más profunda.
A medida que el crecimiento se consolide se generarán desequilibrios
entre oferta y demanda de trabajo, anticipan los expertos. “Muchas
empresas empiezan a tener problemas para cubrir las vacantes. El temor
es que, si esto está pasando con una recuperación que está retrasada,
qué va a pasar el día que avance el crecimiento y lleguen los fondos
europeos”, advierte Rafael Domenech, responsable de análisis económico de BBVA Research.
Uno de los factores que explica el aumento de las vacantes es que la pandemia ha frenado la inmigración
de trabajadores. El porcentaje de los extranjeros en la población
activa española creció sin pausa durante todo el último ciclo expansivo
(2013-2019), mientras que la población activa española fue reduciéndose
paulatinamente a medida que aceleraban las jubilaciones.
En 2019, por ejemplo, la población activa extranjera aumentó en 183.200
personas, mientras que la española se redujo en casi 21.000 personas.
Esta reposición de mano de obra extranjera se frenó con la pandemia y, por primera vez desde la última crisis financiera,
el peso de los extranjeros en la fuerza de trabajo se ha reducido. La
situación sanitaria está lejos de normalizarse en muchos países emisores
de emigrantes hacia España, por lo que es previsible que la reposición
de mano de obra se mantenga en niveles bajos durante algunos meses más.
Esto afectará a los sectores de menor valor añadido: hostelería, transportes, ocio, limpieza, cuidados personales, etc.
En cuanto a la población nacional, en estos meses de pandemia se ha producido una recolocación de trabajadores
desde algunos de los sectores más golpeados por la crisis hacia otros
más estables, lo que explicaría la ausencia de trabajadores. La
hostelería es el claro perdedor.
Primero, porque es la actividad que
está más lejos de volver a los niveles precrisis. Y, segundo, porque las
condiciones laborales son duras (salarios bajos,
largas jornadas de trabajo, empleo los fines de semana, etc.). Los
trabajadores de ese sector que han encontrado un empleo en otra
actividad difícilmente volverán en el futuro.
“Hay que analizar por qué no se producen las condiciones para que estos
trabajadores vuelvan a sus sectores de origen”, explica Marcel Jansen,
investigador y profesor de economía en la Universidad Autónoma de
Madrid, “es posible que tengan horarios mejores, o mayor retribución. En
este sentido, considero que, parafraseando a Joe Biden, ‘págales más”.
En paralelo, la demanda de mano de obra en estos sectores está
creciendo rápidamente a medida que se recupera la normalidad turística.
Es previsible que este desajuste se prolongue durante varios meses. La negociación colectiva
tiene un papel clave para que empresas y trabajadores busquen fórmulas
para volver a atraer trabajadores a estas actividades, ya sea con mayor
remuneración o con mejores condiciones de horario, carga de trabajo,
días libres, etc.
Lo que está por venir
La escasez coyuntural de trabajadores sin cualificación se resolverá
cuando se recuperen los flujos migratorios. Sin embargo, existe un problema estructural
que está en su fase inicial, pero que se agravará en los próximos
meses: el desajuste entre la formación de los trabajadores y la demanda
de mano de obra de las empresas.
A partir del cuarto trimestre de este
año, toda Europa,
al igual que EEUU, va a comenzar un intenso proceso de transformación
con dos pilares fundamentales: la transición ecológica y la
digitalización, para los que España no tiene una fuerza laboral
preparada.
“Se está produciendo un desajuste entre los perfiles que demandan
las empresas y las cualificaciones que tienen los trabajadores”, explica
Jansen, "llega hasta el punto de que trabajadores despedidos ni
siquiera tienen la cualificación requerida para ocupar un puesto
vacante en su mismo sector".
En su opinión, “los problemas en la hostelería o el comercio minorista se irán resolviendo en los próximos meses, lo que preocupa es el desajuste que
pueda producirse con la transformación digital”, remarca Jansen. “El
tensionamiento en el mercado de trabajo va a crecer cuando llegue la
‘lluvia de millones’ y salgan las convocatorias”, señala Domenech, "esto ya no es solo conocimientos en nuevas tecnologías, necesitaremos también profesionales de la construcción con formación".
En el sector del suministro de energía y agua apenas había 4.200
desempleados en el segundo trimestre del año, según los datos de la EPA. Esto es, en este sector había prácticamente pleno empleo
ya antes del verano y de la llegada de los fondos europeos. En la
construcción, el número de desempleados era de 119.000 personas, el dato
más bajo desde que existen registros. Ni siquiera en el año 2008, en pleno pico de la burbuja, había tan pocos parados en la construcción.
Se están produciendo dos fenómenos en paralelo: crecen las vacantes y también el paro de larga duración.
En el segundo trimestre había casi 940.000 desempleados que llevan más
de dos años buscando un empleo, esto es, que estaban sin trabajo desde
antes de la pandemia. También está creciendo el número de parados que
llevan más de un año y menos de dos buscando un empleo, son ya 800.000
personas.
Estos son trabajadores que fueron despedidos al inicio de la pandemia y
que todavía no han vuelto a encontrar un empleo pese a la reactivación
económica. Se muestran así las primeras señales del desajuste en el
mercado laboral que previsiblemente se agravarán en los próximos meses.
Sencillamente, esos trabajadores no son aptos para ocupar los nuevos
empleos que se están creando.
Se va a producir, por lo tanto, una situación inédita de
alto desempleo y crecimiento de las vacantes por el desajuste entre
oferta y demanda en el mercado laboral. La relación entre paro y
vacantes se mide en la curva de Beveridge. En los
últimos trimestres, la curva ha
escalado en vertical. Esto significa que, sin apenas variaciones en la
tasa de paro, están creciendo rápidamente las vacantes.
Si se compara con el año 2019, el último previo a la pandemia
(pintado en amarillo), la curva se está desplazando hacia arriba y a la
izquierda, lo que indica que están aumentando las vacantes y también el
desempleo. Está por ver cómo encaja la demanda de mano de obra con los
trabajadores en paro, pero todo indica que será necesaria una recualificación de trabajadores para que puedan cubrir los puestos de trabajo que van a crecer rápidamente en los próximos meses. De lo contrario, las empresas tendrán que posponer proyectos, o cancelarlos directamente, por falta de trabajadores que los lleven a cabo.
España lleva décadas arrastrando los pies
ante este problema que ya es inminente, y eso a pesar de las continuas
advertencias de los organismos internacionales, como la Comisión Europea
o el FMI. El mundo académico vive de espaldas a las necesidades del
mercado laboral y, en los últimos meses, con el agravante de la escasez
de plazas de Formación Profesional para los jóvenes.
Además, las
políticas activas de empleo son la gran asignatura pendiente del país,
ya que los servicios de empleo no tienen un buen perfilado de los
parados para cubrir las vacantes que reciben. Tampoco ofrecen una
correcta orientación a los desempleados sobre sus posibilidades y
oportunidades en el mercado laboral. En consecuencia, no realizan la
necesaria intermediación entre empresas y desempleados, lo que supone una condena a perpetuar la situación actual.