1. Donde se cuenta que lo de Catalunya es un jaleo de tres pares
de narices que no es fácil solventar. También donde se concluye que si
fuéramos conscientes del jaleo en el que estamos metidos, llamaríamos a
la prudencia y a escuchar la parte de verdad que tienen siempre los
“otros”, empezando por el Rey y terminando por Tintín y los belgas.
Las discusiones más terribles dentro de un país suelen tener tres
motivos: la disputa acerca de los bienes materiales (tierras, cosechas,
oro, coltán, petróleo, esclavos, casas, especias); las disputas
religiosas; y las disputas territoriales (reclamaciones de fronteras,
búsqueda de salida al mar, minorías étnicas oprimidas o exigencias por
parte de naciones sin Estado). Si se mezclan las cuestiones
materiales, religiosas y territoriales el incendio está servido.
Cuando
estallan, derraman sangre y cualquiera que quiera poner sensatez será
víctima del linchamiento. Por parte de unos o de otros, porque en esa peleas no estar conmigo es estar contra mí.
Cuando dos locos están partiéndose la boca y se mete uno a pacificar,
los dos locos le pegan una paliza y luego siguen con sus guantazos. Le
ha pasado a Podemos por decir que no tienen razón ni los del bloque del
155 (PP, PSOE y Ciudadanos) ni los independentistas.
Los sentimientos nacionales y las religiones conviven
pacíficamente cuanto no te obligan a elegir. Esa “conllevancia” es
inteligente porque hace un poco más laicas a las religiones y un poco
menos arrogantes a los nacionalismos. Lo importante se coloca en otras
partes y es más sencillo que nazca la empatía y la fraternidad.
En
España nos ha faltado inteligencia. Hemos tenido las tres discusiones y
por lo general mezcladas. La Inquisición fue brazo religioso y
político de la monarquía imperial. La llamada guerra civil de 1936 fue,
además de un conflicto territorial y religioso, una lucha entre nuestra
débil burguesía -cuyos cañones bendijo la iglesia- y una clase obrera en
proceso de organización -que expresó contundentemente su ira
anticlerical- en complicidad con sectores de las clases medias.
Los
amigos de la jerarquía católica se quedaron con los bienes de los
republicanos y recentralizaron España para que las clases trabajadoras
vasca y catalana -las zonas más industrializadas- no pusieran en
cuestión el poder que se gestionaba desde el centro. La burguesía
catalana se ha llevado bien con la burguesía española, han robado de
manera parecida, han golpeado a las mayorías de manera parecida y se han
mentido entre sí de manera parecida.
La burguesía catalana ha estado
muy cómoda. Chantajeaba cuando podía prestar sus votos para darle una
mayoría al PSOE o al PP, tenía impunidad (de ahí el tres per cent de CDC
y los robos de los Pujol) y mantenía una relación con la Europa
neoliberal que le permitía hacer sus negocios y dar imagen de
modernidad. Los problemas siempre son de verdad cuando se cruza pueblo
de por medio.
Desde el siglo XVII se registran conflictos territoriales claros
dentro de la Península Ibérica. Ahí está la independencia de Portugal
tras la Guerra de la Restauración entre el Reino de Portugal y la
Monarquía Hispánica; también la guerra de Sucesión y el conflicto entre
Austrias y Borbones que provoca los decretos de Nueva Planta, expresión
del castigo Borbón a Catalunya. Ahí están las guerras carlistas que
tanto tienen que ver con los Fueros del País Vasco y Navarra. Todos los
conflictos territoriales en España han tenido que ver con intereses
monárquicos. Si tuviéramos esto más claro, seríamos más republicanos.
Los reyes siempre piensan primero en ellos y luego en el país.
El problema es que las cuestiones teóricas e históricas reclaman un
compromiso social con la teoría y la historia, es decir, reclaman la
voluntad de hacerte preguntas incómodas. ¿Y para qué vas a hacer ese
esfuerzo? En el silencio nacional, las disputas o no existen o no se
ven. Cuando las naciones conviven dentro de un mismo Estado sin
exageraciones son como los brazos y las piernas en los que no reparas
cuando no te faltan.
La gente tiene identidad aquí y ahora y la verdad,
sea la que fuere, te puede traer al pairo. Te sientes español o catalán o
extremeño o vasco y no te haces muchas más preguntas. Cuando tienes una
nación que nadie cuestiona llegas a pensar que no eres nacionalista.
Nacionalistas son los otros. Nos pasa mucho a los que no somos de
nacionalidades históricas. Creemos que siendo españoles como lo somos no
hacemos daño a nadie. Pero así no vamos muy lejos. Por no hacernos preguntas las cosas no desaparecen.
Las cosas de la identidad hay que enfriarlas. Porque las naciones son
a menudo lo único que creemos que tenemos. Son como las religiones:
cuanto más cercanas, más cainitas. Es como esos odios entre dos
pueblos que están al lado, sea en las Castillas, en Extremadura, en
Cantabria, en Galicia o en cualquier rincón de España. En el día a día
se odian pero coinciden en colgar bandera españolas de sus balcones
porque ven a los catalanes como una amenaza. Algunos incluso gritan ¡A
por ellos!
Podríamos verlo mejor desde lejos: puedes ser un boer y matar
a los malditos negros porque te quieren quitar tu Sudáfrica (aunque los
negros estuvieran antes que tú), ser un cowboy norteamericano y matar a
los malditos sioux o a los malditos mexicanos porque te quieren quitar
Missouri o Texas (aunque fueran de ellos), o ser Churchill y matar a los
malditos indios o a los malditos turcos porque quieren quitarle
grandeza a la Reina de Inglaterra (aunque Gandhi o los turcos sólo
defendían su tierra). Estas cosas no nos las solemos preguntar. De
hecho, en España lo hacemos solo cada medió siglo. Pero siempre emerge y
siempre alguien la lía. A ver si lo solventamos de una vez.
2. Dónde se cuenta que España está mal enseñada y mal aprendida,
es decir, que España está por reinventar y que su reinvención pasa por
recuperar esa España oculta, exiliada, silenciada que hablaba más de
patria y de fraternidad y menos de nación y superioridad .
Decirle a alguien que su tierra es algo diferente a lo que siente y
siempre ha sentido es como decirle a un hijo que sus padres en verdad
no son sus padres. Algo así como lo que se vivió en Argentina cuando al
hijo de un desaparecido le decían: tus verdaderos padres están muertos y
los que crees que son tus padres tuvieron algo que ver con su muerte.
¡Ostras! Te lo cuenten como te lo cuenten, lo primero que vas a hacer es
negarlo.
Los españoles hemos vivido pensando que España es ese mapa
que nos enseñaron en la escuela, los ríos y sus cuencas, la noticia
diaria del tiempo, las referencias del pasado magnificadas para que nos
creamos grandes e importantes. La verdadera historia de España está
llena de silencios. José Bono colgó del Congreso los retratos de los
reyes visigodos y no puso ningún rey árabe. ¿No eran españoles o no eran
españoles de la España de Bono?
Tampoco conocemos a las poetas del
exilio ni hay memoria de que a los Borbones ya les echamos de España en
el siglo XIX. Fernando VII era un Borbón, pero era un asesino. ¿Se
merece una calle? Decimos España pero no sabemos que somos el segundo
país del mundo con mayor número de fosas y desaparecidos. Lorca es uno
de los 114.000 desaparecidos que hay en España. España es ese sitio
donde se habla español y si no lo hablas es porque quieres ofender a
alguien.
Estamos buenos. Nunca nos han enseñado ni catalán, ni gallego
ni euskera en la escuela. Ni una palabra. ¿Cómo vamos a entender a
Catalunya si no nos han enseñado que allí tienen una lengua propia, si
no nos han contado que allí muchos sueñan en catalán, que allí tienen
una historia compartida con nosotros junto a una historia propia.
Nuestra ida de España siempre ha estado mutilada. Que vaya alguien a
decirle a esas personas que han tenido mil preocupaciones -pero no la de
preguntarse por España- que les han engañado.
Es el problema que tiene
Podemos. Pero tampoco es imposible entenderlo. Fernando VII acuñó
monedas en 1823 y firmó como Rey de las Españas. Porque igual España es
eso: Españas. Los Reyes Católicos estaban interesados en hacer un
imperio católico, no en construir España, y dejaron que los catalanes y
otros pueblos fueran sintiéndose una nación. Vemos a España en los Reyes
Católicos pero solo porque la miramos desde hoy. En el siglo XV nadie
se sentía español. Eso empezamos a hacerlo muy tarde.
Pero Catalunya, aunque fuera a la fuerza, convivió con España y fue
haciéndose parte de España, igual que a la fuerza muchos indígenas
terminaron sintiéndose mexicanos (fue la invasión francesa de 1808 la
que nos ayudó a empezar a sentirnos todos españoles). Pero sin dejar de
sentirse catalanes. Es verdad que había gente que se sentía solamente
catalana, pero había más gente que se sentía parte de España al tiempo
que catalana, reclamando por eso ser una nación con una especial
vinculación con la nación española.
Y eso se multiplicó cuando cientos
de miles de andaluces y extremeños se fueron a buscar el trabajo que no
les daba ni Andalucía ni Extremadura, siempre tan gobernadas por
caciques. Y ahora ya van tres generaciones que vienen de otros lados
pero viven en Catalunya. ¿No es lo más sensato que puedan sentirse
catalanes y también lo que les vincula al resto de España? Lo que se
solventa sumando suele ser menos traumático que lo que se solventa
restando. Pero esto es un jaleo. Fácil fácil no es.
Rajoy y el PP, con su empeño en cargarse el Estatut, han cabreado a
muchos catalanes que han terminado diciendo: si para los españoles
somos tóxicos, venenosos y una mierda, pues ahí os quedáis. Lo que
haríamos cualquiera de nosotros con quien nos tratase mal. El problema
es que esos catalanes no pueden irse a ningún lado. Por eso intentan
convertirse en un Estado propio. Pero hay más catalanes que no quieren
marcharse de España. Aunque también están enfadados. Y hay muchos
catalanes que están enfadados con los independentistas que les han
maltratado cuando la burguesía catalana hacía y deshacía con impunidad.
¡Más jaleo! Alguien me podrá decir lo contrario, pero ver a Puigdemont
en Bélgica me parece tan español….
El resto de España también tiene algo que decir al respecto porque
somos un Estado desde hace varios siglos y eso marca ciertas reglas
(qué curioso: somos un Estado viejo y una nación joven). Si no se puede
romper un matrimonio sin más no vas a poder hacerlo con un país. Estas
cosas se hace negociando o guerreando. Y no tenemos la más mínima
intención de guerrear entre nosotros. Así que toca hablar. Cuando
uno mira la declaración unilateral de independencia no cabe sino pensar
¿dónde tenía esta gente la cabeza? ¿Cómo han podido estar tan cegados?
Pero Catalunya se siente una nación. Nadie en su sano juicio
pensará en arrestar, multar, encarcelar, desterrar o fusilar a, por lo
menos, dos millones de catalanes. Claro que hay gente que piensa que hay
que someterlos a la fuerza (basta escuchar los entornos belicosos del
PP o de Ciudadanos, que a veces son peores), pero no están en su sano
juicio (a gente como Girauta les falta solo la camisa azul y los
correajes). Ya expulsamos en el siglo XV a judíos y moriscos y hay
quienes sostienen que la España de caciques vagos y clientelistas es una
consecuencia de aquella decisión.
Los catalanes llevan reclamando ser
reconocidos como nación desde hace siglos y lo consiguieron con la
Constitución de 1978 que recoge que España está constituida por
nacionalidades y regiones. Hay imbéciles que insultan a Catalunya por
querer ser reconocida como nación y al tiempo dicen defender la
Constitución. Mienten o son brutos. Porque la Constitución dice que
Catalunya es una nación, que es lo que significa la palabra
“nacionalidad” escrita en la Constitución de 1978 cuando los militares
de entonces todavía mandaban mucho. Que Catalunya es una nación ya lo
decidimos en 1978. Ese no es el problema.
El problema, desgraciadamente,
tiene mucho que ver con que CiU iba a perder las elecciones, con que al
PP le resultaba mejor hablar de Catalunya en vez de la corrupción y los
recortes, y que la crisis llevó en Catalunya a una parte de la
indignación hacia cuestiones de identidad gracias a un sentimiento que
siempre ha estado ahí, a la presión de los grupos independentistas y al
dinero que le metió al asunto la Generalitat.
Después de todo esto (que
va desde la recogida de firmas de Rajoy contra el Estatut y la cerrazón a
hablar con el Gobierno catalán, a la susurrada declaración unilateral
de independencia, las cargas policiales el 1-O y el encarcelamiento de
políticos y los Jordis, pasando por el despiste inaceptable del PSOE y
el apoyo de Felipe VI al partido más corrupto de Europa.
Los
responsables de este desaguisado preguntan ahora: ¿y qué solución
proponéis vosotros? Antes de responder es honesto decir: la habéis liado
muy gorda y no hagas como si esto no viniera de demasiadas meteduras de
pata. La solución sería más sencilla si no hubierais, unos y otros,
roto todos los puentes. A políticos tan patanes había que deportarles un
sitio donde hubiera poca gente.
3. Dos cosas que dice Podemos pero que no son tan sencillas de entender: la plurinacionalidad y el derecho a decidir.
Podemos debatió en Vistalegre su hoja de ruta. Fue un debate agrio
tras tres años haciendo elección tras elección. Hubo gente que presentó
propuestas alternativas a las que representaba Pablo Iglesias, pero las
bases eligieron su Secretario General y su dirección política. Podemos
dio una lección no rompiéndose en Vistalegre. Y hay que ver que el poder
lo intentó. Los medios siempre hacen de altavoz para cualquier persona
de Podemos que quiera hacer daño a Podemos. Si viene de cargos públicos
es una deslealtad. Siempre se puede dimitir de cualquier cargo.
De
Vistalegre, y para enfado de los portavoces del desastre, Podemos salió
reforzada. Ahí está, por ejemplo, la lista en Madrid encabezada por
Julio Rodríguez. Podemos es tan importante para la democracia en España y
en Europa que el poder siempre va a tener dispuestas las treinta
monedas del ego o de la soberbia para brindárselas a altavoces que hagan
ruido. Ningún ego debiera estar por encima de la tarea política marcada
por las bases. El asunto territorial es esencial para el futuro de
Podemos.
España, repite Podemos, es plurinacional. Pero claro, para que
España sea plurinacional, las partes que construyen esa pluralidad
tendrán que quedarse en España. Porque si se fueran, España se quedaría
uninacional a secas (que es lo que quiere el PP y Ciudadanos). Por
tanto, no basta con decir que España es plurinacional. Hay que decir a
continuación que la plurinacionalidad, desde nuestra perspectiva,
también debe ser española. Vamos a ver este embrollo.
Con la idea de plurinacionalidad se cubre el hecho de que hay una
nación catalana, una nación gallega y una nación vasca refrendadas
históricamente, al lado de sentimientos de identidad fuertes que podrán
convertirse en naciones si crece ese sentimiento. Hay quienes piensan y
sienten que Andalucía es una nación (y se ganó en referéndum optar a la
independencia como las históricas), pero ese sentimiento no es
mayoritario en Andalucía y la identidad andaluza, llena de dignidad (y
de cuentas pendientes) no ha desarrollado el sentimiento de querer tener
un autogobierno confrontado con España.
Podríamos decir lo mismo de
Canarias y, si apuramos, del conjunto del Estado. Por tanto, sin querer
hacer un juego de palabras, el reto que tiene Podemos se solventaría si
entendiéramos que al tiempo que se dice que España es plurinacional, hay
que decir que la plurinacionalidad queremos que sea española. Si
apostáramos por la independencia, entonces la plurinacionalidad
desaparecería. Queremos resolver ver la herida territorial, queremos que
las naciones de España se vean reconocidas pero no queremos que nadie
se vaya. Aún más, la única garantía de que España no se rompa es
Podemos.
Y para terminar de ser sinceros, hay que decir que España es
varias Españas y que la plurinacionalidad también es a su vez
plurinacional. No es un retruécano. Hay varias Españas dentro de España.
El PP tiene una, vieja y autoritaria, Ciudadanos otra, con la cara
lavada pero vieja y autoritaria, el PSOE la suya (variable como la
dirección del viento) y Podemos está intentando hacer valer la propia.
La de Podemos ha estado silenciada. Es la de Lorca, Machado, las 13
Rosas, María Zambrano, las mujeres que lucharon por la amnistía, la de
la gente que fue a ayudar en el Prestige o a apagar incendios en
Galicia.
La España del 15M, la que acoge saharauis, la que llora con los
muertos en las pateras, la que cuida, la que acompaña a las mueres
violadas y maltratadas, la que quiere sanidad pública y educación
pública, la que se abochorna de los casi 1000 cargos del PP imputados y
se abochorna de que Ciudadanos y el PSOE sostengan a M. Rajoy. Todas
esas Españas comparten en teoría la defensa de las fronteras, la
integridad territorial y casi nada más. Porque para Podemos España
pierde soberanía con el artículo 135, con el CETA o el TTIP, pérdida que
han hecho posible el PSOE, el PP y C’s. Hablan de España pero la
entregan a las multinacionales.
Para Podemos la patria son los cuidados
que nos brindamos, pero para el PP o C’s, al tiempo que hablan de España
desahucian, privatizan la educación o la sanidad o hacen leyes
laborales que golpean a los españoles. Son ideas bastante diferentes de
España. Pero es esencial entender que si la existencia de Catalunya (y
las otras nacionalidades) obligan a España a ser plurinacional,
Catalunya también es plurinacional. Es plurinacional porque dentro de la
manera de sentirse catalanes hay gente que quiere sentirse española, y
hay otros que quieren sentirse musulmanes o negras o chinos.
Estamos en
el siglo XXI y estamos todos muy mezclados. Si las naciones son tan
complejas ¿por qué no buscamos entonces la solución en otro lugar que no
sea la nación? Catalunya podría votar ser independiente, pero Barcelona
votaría quedarse en España. Si hay una ley de referéndum, esto tendrá
que contemplarse: si un territorio decide no marcharse, tiene derecho a
quedarse.
La idea del “derecho a decidir” es sencilla de entender pero difícil
de aplicar. El derecho a decidir implica que los catalanes podrían votar
en territorio catalán acerca de su relación con España. Ese referéndum,
como pasó en Quebec o en Escocia, se organizaría desde el Estado, se
pactarían la pregunta o preguntas, tendría garantías, medios,
posibilidades para hacer campaña, porcentajes, procedimientos.
En esa
campaña estaría Podemos en contra de la independencia y a favor de un
encaje de Catalunya en España donde se solventase de una vez este
problema. No es nada sencillo. Insistimos: ¿si hay territorios que
quieren independizarse y otros no? Si Barcelona decide no ser
independiente y seguir en España pero gana la independencia en el resto
de Catalunya ¿qué pasa? Pensar que podían declarar la DUI como quien
grita en el fútbol es intolerable. Lo que han hecho los independentistas
ha sido muy chusco.
El proceso que cierre el tema territorial de Cataluny debe tener
pasos. Es un asunto de voluntad política. Con el artículo 92 de la
Constitución podría iniciarse una pregunta acerca de la voluntad de los
catalanes de que se abra esa discusión. Eso daría información y
normalizaría el debate. Y una vez que el debate esté normalizado, todo
lo demás es mucho más sencillo. Es bastante probable que lo que saliera
de esa discusión es la prueba de que los catalanes quieren sentirse una
nación y gobernarse como nación en su múltiple relación con España. Es
lo que dicen todas las encuestas.
Irse de España en un mundo globalizado
no es muy inteligente, además de que hay más catalanes que quieren
quedarse que catalanes que quieren marcharse. Contemos. Esa Catalunya
que saldría de un referéndum acerca del encaje en España sería parte del
Estado español con todos sus derechos y deberes. Y esto no se volvería a
discutir hasta pasado un tiempo. Porque de lo contrario habría mucha
incertidumbre, no se cerrarían las heridas, sospecharíamos unos de otros
y seguiría siendo algo que produce hartazgo.
Para algunos catalanes,
Catalunya será parte constitutiva de la nación española en la dualidad
que señalamos. Para otros podrán sentirse solamente catalanes pero no
dudarían de su pertenencia al Estado y, como decíamos, de sus deberes y
derechos. Con esa pregunta empezaría él proceso. Y todos expresarían qué
modelo de país queremos, en lo identitario y también en lo social. Y
ahí se vería que el PP y Ciudadanos son unos mentirosos.
4. Donde se expresa lo que le ha faltado a Podemos a la hora de
explicar la más sensata de las posiciones en un país que está gritando
cada día su insensatez.
Hay algo que aunque me lo juren no me lo creo. Si hay un accidente
de autobús en Cádiz, en Sevilla, en León o en Cáceres donde fallezcan
60 personas, Catalunya se conmociona como nos conmocionamos en Madrid
cuando el atentado en las Ramblas. No se estremecen igual en Catalunya
cuando el accidente es en Lisboa o en Toulusse, de la misma manera que
en el conjunto de España no sentimos más atropellados por ese camión en
Barcelona que por cualquier otro atentado en Francia, Austria, Rabat,
Bagdad o Noruega.
Una nación es, entre otras cosas, ese lugar donde
una accidente o un atentado te duele como algo propio. Catalunya siente
con España como España siente con Catalunya. Pero Catalunya es una
nación porque se ve a sí misma como una nación, pero esa nación, que
también es plural, se siente igualmente parte de España. ¿Dónde está el
miedo a que esto se sincere? ¿A que decidieran marcharse? Quien piense
así no conoce ni a Catalunya ni a España. La discusión no es religiosa.
La discusión no es territorial (porque el grueso de los catalanes
quieren seguir siendo españoles).
La discusión es material: de qué forma
va a estar Catalunya en España, cómo va a seguir construyendo nación
catalana y qué compromisos va a asumir con el conjunto de España tanto
en términos de ayudar a construir el compromiso político como en
términos de solidaridad interterritorial. Un alemán de Baviera se siente
bávaro pero no cuestiona Alemania. Al revés, la construyes. Ese es el
federalismo que debiéramos haber construido pero que las peculiaridades
de la Transición impidieron. Si la Transición hubiera cogido el toro por
los cuernos, no tendríamos esta crisis de Estado monumental que tanto
daño está haciéndonos dentro y fuera.
¿Qué relación quiere tener Catalunya con España? Muchas veces, aún
sin decirlo, se piensa en una idea confederal, esto es, dos naciones
que se piensan y se sienten diferentes pero que comparten Estado en
tanto en cuanto puedan tener cada uno el suyo. En este caso, en tanto en
cuanto Catalunya pudiera tener el suyo. Ese no debe ser el proyecto de
Podemos. Eso es lo que no ha sido nunca capaz de explicar con
claridad ni Catalunya sí que es Pot ni los Comúns ni, en ocasiones,
Podemos en el conjunto de España.
Dicho de otra manera: claro que hay
una nación catalana, compuesta por las ciudadanas y ciudadanos que viven
y trabajan en Catalunya, cuya ciudadanía forma parte de maneras muy
diferentes de la nación española (unos la siente más, otros la sienten
menos) y forman parte con todas sus consecuencias del estado español.
Pero también existe España y existe una relación entre España y
Catalunya que no es confederal. La relación entre Catalunya y Aragón o
Andalucía o Castilla-La Mancha no es la que hay entre los cantones
suizos o entre flamencos y valones en Bélgica.
Cuando Catalunya pueda encontrarse como nación sin posibilidad de
chantaje con el esto de España, empezaremos a construir el proyecto
compartido. Esto implica que Catalunya debe tener autogobierno y como
principal elemento de ese autogobierno, debe poder decidir en algún
momento cómo se relacionan con el resto de España. Porque ese referéndum
donde Catalunya debe expresar su compromiso consigo misma, con la
nación española y con el estado español debe servir para que dejemos de
hablar del asunto, cerremos esa herida histórica y podamos enfrentar los
muchos retos que nos brinda la globalización neoliberal.
Esa pregunta a los catalanes no puede limitarse ni a la que han
expresado los independentistas con su aventurerismo pueril condenado a
la derrota, a sembrar melancolía y a avivar a a bestia fascista que
andaba dormida -¿quiere irse de España y tener un Estado propio?- ni la
de la España monárquica canovista -¿Quiere usted quedarse en España tal y
como estaba hasta ahora?-, sino que debe abrir una nueva posibilidad:
¿quiere usted pertenecer a una España comprometida, con todas sus
consecuencias, con la defensa de la identidad nacional plural, con la
solidaridad y la fraternidad entre todos los españoles?
Si el PP no tuviera cada día un caso de corrupción, otro gallo cantaría. Pero el problema viene de lejos. En La Transición contada a nuestros padres (perdón
la autocita) ya contaba que se habían hecho bien las cosas para los
franquistas y la monarquía y regular para la democracia. Ahí está el
Senado, que era una Cámara para frenar los cambios dándole mayoría al PP
por una ley electoral que estaba ya diseñada en la Ley para la Reforma
Política. Ahí está la monarquía, que no arbitra mucho. Ahí está M.Rajoy,
que manda SMS y recibe sobresueldos pero no dimite. Ahí está la
Fundación Francisco Franco y ahí está España como el país grande más
desigual de la Unión Europea.
Avivar el fantasma de que España se rompe le da lo mismo al PP en
Catalunya, mientras que le da votos en el resto de la España menos
dispuesta a pensar nuestro país tal cual es. En el caso de Ciudadanos,
el daño que hace es enorme. Por un lado, porque aviva el centralismo
canovista que conduce irremediablemente a un choque con Catalunya, con
el País Vasco, con Galicia y vaya usted a saber si no con unos cuantos
sitios más. Los de Ciudadanos son igual de aventureros que los
Independentistas, si bien desde la acera contraria. Puigdemont y Rivera
son ambos grandes negadores de España.
Por otro lado, porque la
lepenización de Ciudadanos, va a repetir el discurso nacionalista
agresivo, pero no va a solventar los problemas que tienen los catalanes y
catalanas con trabajos precario, desahuciados, exiliados o que no
tienen acceso a estudios, sanidad o pensiones dignas. No olvidemos que
Ciudadanos es un partido creado por los bancos.
5. Conclusiones para que nos entendamos a nosotros mismos y lo podamos contar a los vecinos:
1. Podemos tiene que enseñar que España es plurinacional, pero
también tiene que enseñar que la plurinacionalidad es a su vez
plurinacional (no hay una sola Catalunya en Catalunya) y la
plurinacionalidad es también española. Podemos no apuesta por la
confederalidad. España también es tarea de Cataluya.
Podemos
no es independentista y habla especialmente a los catalanes que se
quieren quedar en España. Defiende los derechos de los que no piensan
como nosotros, porque somos demócratas, pero hay que dejar claro que lo
que plantean nos parece una invitación al desastre (aunque solo sea
porque todos perderíamos peso en la Unión Europea y, por tanto, en el
mundo). Hemos defendido los derechos de los presos políticos, porque
somos demócratas, pero lo que han hecho caminando por la vía unilateral
es aberrante. Puigdemont en Bélgica y Junqueras en la cárcel es una
señal del disparate.
2. Para que Podemos sea entendido por los que quieren una nueva
España, tiene que recuperar la patria española que defendió en sus
orígenes. Debe también reconocer sus errores: hemos dejado que el PP se
recupere con el discurso tramposo de España porque no hemos sido capaces
de hacer valer esa otra España.
Hay que hacer valer esa España
valiente frente a los patriotas del PP que tienen el dinero en Suiza y
en Panamá y que han saqueado las arcas públicas porque están en política
para forrarse. No es lo mismo desde Catalunya sentirse parte de una
España emergente y europea que de una España casposa llena de corrupción
y amenazante. Con Podemos en La Moncloa se hace casi imposible que
nadie quiera irse de España. Y eso lo saben los independentistas porque
la única fuerza que les ha derrotado en las generales y en el
ayuntamiento de Barcelona ha sido Podemos.
3. Podemos tiene que apoyar el derecho a decidir pero tiene que dejar claras las normas.
La Ley de claridad que aprobó Canadá para hacer su referéndum de
independencia nos vendría muy bien porque clarifica cómo se hace un
referéndum pactado. Todas las partes del territorio pueden irse o
quedarse, hacen falta porcentajes altos, concierne a los naciones pero
también a España y al igual que establece derechos establece
obligaciones. Con estas reglas, los que quieren irse se lo piensan dos
veces, se toman muy en serio el asunto y no frivolizan. Es decir,
dialogan. Algo de gran relevancia cuando el independentismo va a seguir
sacando un muy alto resultado electoral en Catalunya.
4. Podemos tiene que dejar claro que los independentistas del
PdeCat son los mismos burgueses que han hecho exactamente lo mismo que
el PP en el conjunto de España. Podemos tiene ahora mismos una
obligación de hacer de cemento de esa nueva España.
Tiene que ayudar
a que el PSOE deje de estar en el bloque decadente junto a Ciudadanos y
el PP, cumpliendo Sánchez así su promesa de plurinacionalidad expresada
en sus primarias, y tiene que ayudar a que ERC deje de apoyar el
independentismo unilateral y entienda que hay una España diferente con
la que se puede hablar desde el compromiso y la solidaridad.
5. Por último, Podemos debe recuperar el horizonte del proceso
constituyente que solvente de una vez por todas la herida histórica, que
permita los referéndum (con una Ley de claridad previa) y que blinde
los derechos sociales en todo el territorio.
Que cambie la ley
electoral y haga del Senado una cámara de los territorios y termine con
su consideración de Cámara de bloqueo; que entre en el siglo XXI y
entienda que el Estado tienen que ser en buena medida municipal,
dotándoles de un tercio del presupuesto; que no permita que el Ejecutivo
estrangule otros niveles del Estado ni que convierta las cuestiones de
financiación en un chantaje; que cierre las competencias con las
Comunidades de manera definitiva, impidiendo de nuevo chantajes en
virtud de las necesidades parlamentarias; que impida que los corruptos
hagan política; que garantice la independencia de los jueces; que ordene
el desbarajuste del café para todos, respetando las identidades
culturales de los territorios (esencial en cuestiones de educación,
cultura y lengua) pero saliendo del absurdo de las duplicidades y de la
fragmentación ineficiente armonizando la fiscalidad entre territorios,
unificando los diferentes calendarios médicos, la movilidad laboral en
todo el territorio, los mismos sueldos a los funcionarios, la
coordinación de los servicios sanitarios y, algo intolerable a día de
hoy, que lleve instituciones de Estado a otros territorios (por ejemplo,
el Tribunal Constitucional a Bilbao o Barcelona, la Comisión Nacional
del Merado de Valores a Segovia, Patrimonio a Santiago, etc.
En
España se está normalizando la precariedad mientras las grandes cifras
de la economía mejoran. Eso va a aumentar la frustración de mucha gente
que no va a entender por qué le va mal. Si los demagogos agitan el
fantasma nacionalista, tendremos servido el enfrentamiento entre
españoles. El patrioterismo es una salida demasiado fácil para los que
no tienen escrúpulos. Podemos tiene una tarea esencial con el bienestar y
la paz en España. Para terminar con las desigualdades, crear empleo,
derechos sociales, y cerrar la discusión nacional a satisfacción de la
mayoría. No es nada sencillo, pero el reto merece la pena. Y sólo lo
puede hacer Podemos.
(*) Profesor titular de Teoría del Estado en la Universidad Complutense de Madrid