MADRID.- Este año se cumple el 40 aniversario de la aprobación por las Cortes del
Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), que se ha
convertido en el tributo más relevante del sistema fiscal español. El
IRPF fue una consecuencia de los Pactos de la Moncloa de 1977,
que en el ámbito tributario perseguían modernizar un sistema fiscal
anacrónico e ineficiente, según Cinco Días.
Con la perspectiva de 40 años, se puede
calibrar la relevancia de la aprobación del IRPF. En su momento recibió
una atención mediática discreta y mucho menor que el decreto de medidas
urgentes de reforma fiscal de 1977, que en mitad de una grave crisis
económica y de un descomunal déficit público, introdujo el impuesto
sobre el patrimonio, reguló por primera vez el delito fiscal y aprobó
una amnistía tributaria, que también entonces se llamó eufemísticamente
regularización voluntaria.
Antes de la aprobación del IRPF ya existía un impuesto llamado
popularmente impuesto sobre la renta. Su nombre oficial era impuesto
general sobre las personas físicas, que en opinión del ministro de
Hacienda, Francisco Fernández Ordóñez, ni era un
impuesto, ni era general ni era sobre la renta.
“No es un impuesto, sino
una suma de impuestos; no es general, sino discriminatorio; y no es
sobre la renta porque carece incluso de un concepto fiscal económico
moderno de renta”, dijo durante la tramitación parlamentaria del nuevo
tributo. El antecesor directo del IRPF incluía en sí los llamados
impuestos de producto o reales. La aprobación del actual IRPF también
supuso convertir en tributos locales la Contribución Territorial Rústica
y Pecuaria y la Contribución Urbana, que son el origen del IBI actual.
Por eso muchos mayores aún hablan de pagar la contribución cuando les
toca abonar el IBI.
El primer IRPF tenía 28 tramos y tipos impositivos que iban del 15%
al 65,5%. En esa época eran habituales los tipos máximos nominales
elevados. Tenía la obligación de realizar la declaración todo aquel que obtuviera ingresos superiores a 300.000 pesetas.
Aunque era un impuesto sobre las personas físicas, el tributo se
configuraba como un gravamen que recaía en la unidad familiar, lo que
años más tarde originó la primera gran reforma del tributo.
A partir de 1978, Hacienda lanzó una campaña de concienciación
fiscal. De nada servía haber modernizado un impuesto si los
contribuyentes escapaban de él. Fue en esos años en los que salió la
campaña “Hacienda somos todos”. En concreto, el lema completo era “Ahora, Hacienda somos todos. No nos engañemos”.
Personajes populares de la época como Bárbara Rey protagonizaron
anuncios en televisión. El objetivo era crear algo parecido a una
conciencia fiscal en un país “de listos, duchos en la chapuza, la
improvisación y la picaresca”.
La definición corresponde a Gonzalo Torrente Ballester,
que también realizó en 1979 un anuncio de televisión animando a los
españoles a declarar. Que Hacienda ahora iba en serio, Lola Flores lo
empezó a comprender demasiado tarde. La folclórica no presentó la
declaración del IRPF de los años 1982 a 1985, ambos incluidos y tenía la
obligación de hacerlo. El fiscal llegó a pedir seis años de cárcel para
Flores y fue el primer caso mediático en el que un famoso se veía en
apuros por un fraude fiscal. Luego vendrían muchos más. Era el ejemplo
de que algo empezaba a cambiar.
El IRPF nació con tal afán de transparencia que el Gobierno aprobó en
1978 la publicación de los datos de contribuyentes. Las llamadas
“listas” se colgaban en las sedes de Hacienda y cualquier español podía
bucear en los inmensos tomos para conocer con nombres y apellidos las
declaraciones de sus conciudadanos.
Las listas se publicaron en 1979 y
1980. Esta práctica se suprimió en 1981, después de que ETA secuestrara
al empresario Luis Suñer, que aparecía como el español con más ingresos en la lista inaugural que publicó Hacienda en 1979.
La primera gran reforma del impuesto se produjo en 1991 y fue
consecuencia de una sentencia del Tribunal Constitucional, que tumbó
partes esenciales del tributo. En concreto, los 12 magistrados por
unanimidad aseguraron que los matrimonios tenían derecho a realizar la
declaración de forma individual, algo que el tributo no contemplaba.
Además, la obligación de declarar de forma conjunta violaba la “intimidad económica conyugal”.
Así, el impuesto hizo honor a su nombre y a partir de la reforma se
puso el foco en la persona física y no en la familia. Aun así, se dejó
la opción de la tributación conjunta, que aún hoy se mantiene y que
resulta interesante en aquellos casos en los que solo un miembro de la
pareja trabaja.
Uno de los cambios más evidentes a lo largo del tiempo en el IRPF es
la reducción de la tarifa y de los tramos. En 1978, el impuesto contaba
con 28 escalones, en 1991 ya eran 17 y en 2001 se limitaban a cinco, los mismos que en la actualidad.
A pesar de que el impuesto ha sufrido multitud de reformas, la
recaudación ha mostrado una cierta estabilidad. En 1978, primer año con
el nuevo tributo, la recaudación se situó en torno al 4% del PIB. En
1989 superó el límite del 7% y, desde entonces, se ha movido en torno a
este nivel.
El récord de recaudación se logró en 1992,
cuando el IRPF aportó a las arcas públicas el equivalente al 7,9% del
PIB. El año pasado, la recaudación superó los 85.000 millones, el máximo
histórico en términos nominales y representa el 7,4% del PIB.
Actualmente, el 50% de la recaudación del IRPF va para las
comunidades autónomas, que han ido ganando capacidad de actuación.
Cataluña ha desarrollado un papel fundamental en este proceso.
El
Gobierno de Jordi Pujol arrancó de Felipe González la cesión del 15%
del impuesto, porcentaje que fue aumentando en negociaciones sucesivas
hasta alcanzar el actual 50%. Los Gobiernos autonómicos tienen hoy
competencia para modificar los tramos y tarifas en la mitad del
impuesto.
En cambio, Madrid y en menor
medida las dos Castillas sobresalen por aplicar la menor presión fiscal
en España sobre las rentas del trabajo.Un asalariado con una nómina
anual de 25.000 euros brutos paga 3.745 euros por IRPF en Cataluña, un
6,9% más que en Madrid.
La evolución de la declaración de la renta en estos 40 años refleja
el avance de la tecnología. Los españoles han pasado de hacer cola para
comprar un impreso para presentar la declaración a poder realizar este
trámite desde un teléfono móvil.
En 1979, el primer año en el que se
declaró el nuevo Impuesto sobre la Renta, el Colegio de Gestores
solicitó una ampliación del plazo de presentación ante la falta de
impresos. Los formularios se agotaron en los estancos en Barcelona,
obligando a los contribuyentes a acudir a la Delegación de Hacienda, donde también se podían adquirir los impresos. Ello generó largas colas que tuvieron su reflejo en la prensa de la época.
En
la campaña de renta de 2017 que empezó el pasado miércoles, la
principal novedad es la puesta en marcha de una aplicación móvil que
permite que los contribuyentes puedan descargarse sus datos fiscales y
presentar la declaración a través del teléfono.
Hacienda espera recibir casi
20 millones de declaraciones de la renta.
En 1980, gestionó 5,7 millones. Los impresos, que se adquirían en los
estancos, costaban 35 pesetas y se rellenaban principalmente a mano.
Hoy, los formularios se descargan por internet y desde 2014 está
prohibido presentar la declaración a boli. 35.000 contribuyentes aún
rellenaban los formularios a mano cuando se vetó definitivamente esta
posibilidad.