VALENCIA.- El
sol del universo zaplanista es la lealtad, entendida como devoción por
el padrino; hija del negocio y esposa del silencio. La gestión de la omertà fue
siempre una disciplina artística para Zaplana. Cayó Rafael Blasco, se
derrumbó Serafín Castellano, que un día fue delfín zaplanista, pero las
desgracias nunca salpicaron a Eduardo. Las inversiones en silencio,
comprado con chequera pública, lograron que Vicente Sanz nunca cantara.
Ni Vicente Conesa, ni otros contratistas de Terra Mítica como José
Herrero o Antonio Moreno, pese a que todos, absolutamente todos,
acabaron siendo carne de condena judicial, según www.eldiario.es Pero, al contrario que a
Francisco Camps, a Eduardo Zaplana los que le salieron ranas nunca
pasaron de renacuajos. Nunca hubo un Bigotes de medio pelo que lo empujara al cadalso. A Camps, en cambio, hasta Ricardo Costa se le sublevó.
Pero la omertà ha
ido agrietándose conforme se acercaba el macrojuicio Erial, que se
dirime en la sección cuarta de la Audiencia de Valencia. La lealtad es
una chaqueta que suele colgarse en la percha que hay justo en la puerta
de entrada a los cementerios.
Así arranca el libro “Los tentáculos del
truhan”, y disculpen la autocita. No hay peor camposanto que una cárcel.
Vista la acumulación de pruebas recabadas por la investigación,
miembros ilustres de la banda de Zaplana han decidido sellar acuerdos
con la Fiscalía para aceptar los hechos delictivos a cambio de reducción
de condenas.
Con esa disposición se encuentran los empresarios José Cotino y
Vicente Cotino (sobrinos del difunto ex conseller Juan Cotino), además
del amigo y testaferro de Zaplana, Joaquín Barceló, Pachano, y
el ex jefe de gabinete del presidente, Juan Francisco García. Los Cotino
Escrivá están acusados de pagar unos diez millones de euros en
comisiones, a través de Asedes Capital (matriz del Grupo Sedesa) a la
red de Zaplana por la adjudicación amañada de las concesiones de las ITV
y el Plan Eólico. Con la transferencia posterior de esas concesiones,
Sedesa dio un pelotazo de 86,5 millones de euros.
Las mordidas supuestamente fueron catalizadas mediante la
compraventa de acciones entre empresas creadas adrede en España y
Luxemburgo, además de por la clásica vía del abono de facturas a
consultoras, una de ellas de Juan Francisco García (Dobles Figuras
Consultores).
Juanfran y Pachano eran, según la investigación, los
tenedores de las acciones de las mercantiles radicadas en Luxemburgo:
Imison Internacional y Fenix Investments. Barceló figuraba, además, como
titular del dinero de la cuenta de Andorra, que llegó a presentar un
saldo cercano a los 10 millones de euros.
Juan Francisco García, por su
parte, era quien controlaba Fenix Investments, cuya liquidación le
reportó 2,3 millones de euros, un dinero, procedente de las comisiones,
que afloró ante el fisco español gracias a la amnistía fiscal decretara
por Cristóbal Montoro y que acabó disparando las alarmas en la Agencia
Tributaria.
Quien fue mano derecha de Zaplana recibió presuntamente otros
1,3 millones como pago directo de Asedes Capital a su consultora. La
colaboración de Juanfran con el fiscal resultará clave porque, además de
gestionar una de las dos empresas que sirvieron para exportar las
comisiones a Luxemburgo, el ex jefe de gabinete de Zaplana presidió la
mesa de contratación que adjudicó las ITV en un proceso que la Agencia
Valenciana Antifraude consideró irregular.
Controlador del tráfico en las cloacas
Juan Francisco García no es un cualquiera en el quién es quién
del zaplanismo. Vendría a ser una especie de director general de tráfico
en las cloacas. Pachano, por su parte, es uno de los grandes amigos del
ex presidente desde la adolescencia y miembros ambos de la ilustre peña
festera Picarol de Benidorm.
En la causa Erial, Barceló tiene asignado
por la investigación el papel de principal testaferro. La luxemburguesa
Imison International, que pescó una parte de las mordidas, estaba a su
nombre. Actuaba también como administrador de la sociedad Costera del
Glorio, así como de Gesdesarrollos Integrales o Medlevante, mercantiles
que están también acusadas en este proceso como personas jurídicas.
Estas empresas, según la investigación, fueron utilizadas para
blanquear parte de los fondos repatriados, que sirvieron para comprar
propiedades inmobiliarias, como solares en la Marina Baixa. El piso de
Zaplana en la calle Nuñez de Balboa, en el Barrio de Salamanca de
Madrid, se escrituró a nombre de Costera del Glorio.
Fondos de esta
empresa se transfirieron a una cuenta personal de Pachano y de ahí
saltaron a otra del propio Zaplana. La esposa de Barceló, Elisa López,
también formaba parte de los órganos de administración de esas empresas y
su intervención ha sido decisiva para que el amigo de Zaplana haya
abandonado el barco.
Terra Mítica, una familia
Tan de la confianza de Zaplana eran Juan Francisco García y
Joaquín Barceló, que ambos desempeñaron papeles cruciales en Terra
Mítica, la niña de los ojos del ex presidente. El parque temático de
Benidorm fue la primera estafa con denominación de origen PP en el
Consell.
Fue el lugar donde se pagaron todos los patrocinios de los
inicios de la carrera del ex ministro y se sellaron bocas (por ejemplo
la del empresario Vicente Conesa, sabedor de los pecados del alcalde
Zaplana) para evitar desgracias políticas.
Allí colocó Zaplana a su íntimo Pachano como director de
relaciones institucionales. Y sobre lo que se cocía en el subsuelo del
parque temático lo sabía todo el entrañable Juanfran. Terra Mítica era
el útero de la corrupción zaplanista.
Un espacio cálido para los
negocios de familia. Allí se colocó a Justo Valverde, entonces cuñado del
presidente, como jefe de contrataciones. No por ser cuñado, sino por la
idoneidad de un coronel del Ejército del Aire en un complejo con
destacadas atracciones aéreas, como el Ave Fénix o la Montaña Rusa de
madera.
La situación judicial de Zaplana se complica. Los supuestos
pagadores de las mordidas (los Cotino Escrivá) y quienes figuraban en
las empresas de las comisiones y del blanqueo (Barceló y Juan Francisco
García) abandonan a su jefe.
Quien montó y gestionó las sociedades
luxemburguesas, Beatriz García Paesa, y quien le dio el relevo como
gestor del dinero de las comisiones (Fernando Belhot) se ratificarán en
su declaración en la que atribuyen a Zaplana ser el propietario de los
fondos que administraban.
Por eso, porque el dinero no era suyo, sino
del ex presidente, Belhot transfirió 6,7 millones de euros de la cuenta
del banco suizo Julius Baer a la del juzgado.
Le queda Francisco Grau, el contable
Antes de García Paesa y Belhot, el encargado de montar el
entramado financiero para exportar y ocultar el dinero fue Francisco
Grau, a quien en su día nombró secretario del consejo de administración
de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM).
Grau, el contable de
Zaplana, sigue fiel al jefe. A día de hoy. El fiscal Pablo Ponce pide
para él ocho años de cárcel y 20 millones de multa. Lo mismo que para la
secretaria personal del ex ministro, Mitosuko Henríquez, y para Joaquín
Barceló.
Ocho años es poca cosa comparado con los 14 años que se reclaman
para Juan Francisco García o para los hermanos Cotino Escrivá. Están en
el pódium de los encausados amenazados de mayor condena, justo por
detrás de Zaplana, para quien se piden 19 años de prisión por
pertenencia a organización criminal, blanqueo, cohecho, falsedad en
documento mercantil y prevaricación administrativa.
Pero, claro, también
está considerado el mayor beneficiario de un bote de 20,6 millones en
mordidas. Y, por lo que se ve, a algunos les compensa menos que a otros
la regla de tres entre comisiones y pernoctaciones entre barrotes.