FLORENCIA.- En las semanas previas a la guerra, con más de 150.000 tropas rusas
acechando en la frontera ucraniana, la diplomacia occidental comenzó a
hablar de la posible 'finlandización de Ucrania' como una vía factible para apaciguar a Vladímir Putin. El concepto hace referencia al estatus de neutralidad que adoptó Finlandia durante la Guerra Fría. Pese a que resistió el intento de invasión soviética durante la II Guerra Mundial, el país nórdico fue obligado a ceder una parte importante de su territorio al gigante vecino.
También renunciaron a entrar en la OTAN o en el Pacto de Varsovia. A
cambio, y sobre el papel, mantendrían su soberanía e independencia. En
la práctica, la URSS ejerció una enorme influencia en la política
finlandesa hasta su implosión en 1991.
Pocos años después de la caída del bloque socialista, Finlandia empezó una cooperación militar con la OTAN que
no ha hecho más que profundizarse en las últimas tres décadas. En 1995,
el país entró en la Unión Europea y dio carpetazo definitivo a medio
siglo de 'neutralidad'. Los finlandeses son los primeros en rechazar que
su modelo sea deseable para Ucrania.
Entre ellos, el ex primer ministro Alexander Stubb,
quien entre 2008 y 2016 ocupó las carteras de Exteriores y Finanzas,
además de liderar el Gobierno finlandés durante un año. Ahora es
profesor en el Instituto Universitario Europeo de Florencia, desde donde
atiende a El Confidencial a
través de una videollamada para explicar su visión de la invasión rusa
con la perspectiva que da compartir 1.340 kilómetros de frontera con la
Rusia de Putin.
PREGUNTA. ¿Por qué no podemos aplicar la ‘finlandización’ a Ucrania?
RESPUESTA. La ‘finlandización’ es un concepto que solo puede ser
sugerido por aquellas personas que no entienden lo que significa. En
esencia, consiste en la sumisión, en el sacrificio de tus valores frente
a un gran agresor, en la limitación de tu espacio de maniobra, de tu
soberanía, de tu autonomía, de tu democracia. Estamos viendo la
europeización y ya hemos visto durante muchos años la democratización de
Ucrania. La 'finlandización' no solo fue un periodo oscuro en la
historia de Finlandia, sino que tampoco es en absoluto una solución para
la crisis actual. La gente que habla de ello debería olvidarlo.
P. ¿Qué lecciones de seguridad para Europa podemos sacar de la experiencia finlandesa?
R. Ahora que la guerra continúa en Ucrania, la
respuesta es que ninguna. Nada se interpondrá en el camino de Rusia. Ha
atacado a un Estado nacional soberano e independiente tres veces en los
últimos 14 años. Primero, en 2008 en Georgia, cuando mediaba en la paz
como presidente de la Organización para la Seguridad y Cooperación en
Europa (OSCE) y ministro de Asuntos Exteriores. Luego, en 2014, en la
península de Crimea,
y ahora en 2022, en toda Ucrania.
Creo que lo único que entienden el
actual régimen ruso y Putin es el poder. Y si muestras alguna debilidad
ante Putin, atacará, eso es lo que ha hecho ahora. Así que, ¿lecciones
finlandesas de neutralidad de la Guerra Fría? Ninguna es aplicable.
Ahora estamos en un nuevo mundo. Estamos en una guerra caliente y la era
de la posguerra fría ha terminado. Este es el momento de 1989 de mi
generación, pero con una gran diferencia: cuando cayó el Muro de Berlín,
estábamos celebrando y descorchando champán y tirando petardos. Ahora
estamos luchando y lanzando misiles.
P. Ha hablado alguna vez del método finlandés: el corazón
caliente y la cabeza fría. ¿Este sí podemos aplicarlo? ¿Teme una
escalada y un desbordamiento de la guerra?
R. Sí, tenemos que tener el corazón caliente con el pueblo de Ucrania.
Pero una cabeza fría con cualquier tipo de decisiones de seguridad que
tomemos ahora. Tengo que matizar que, sin embargo, no temo una escalada o
un desbordamiento a corto plazo. Creo que Putin no tiene la capacidad
militar para actuar en este momento en otro lugar.
Pero hay que recordar
que tiene tres objetivos. El número uno es la invasión de Ucrania y el
reconocimiento de Crimea por parte de la comunidad internacional. La
respuesta a eso es que no. El número dos es la expulsión de la OTAN
de las fronteras rusas, lo que básicamente significaría que los Estados
bálticos ya no serían parte de la OTAN. Polonia tampoco lo sería. Y la
respuesta a eso es que de ninguna manera. Y la tercera es evitar que
Finlandia y Suecia se unan a la OTAN, y hará todo lo que esté en su mano
para intentar conseguir sus objetivos.
Putin está pensando en su legado
en este momento. Quiere hacer que Rusia sea grande de nuevo. Quiere ser
el gran líder ruso, como Iván el Terrible, Pedro el Grande o Stalin.
Nunca deberíamos subestimar su capacidad de actuar de acuerdo con lo que
cree. Por lo tanto, a largo plazo sí temo que si no se le detiene o si
los ucranianos no le detienen, no sabemos dónde va a terminar esta
guerra.
P. La opinión pública en Finlandia y
Suecia está cambiando rápidamente de idea sobre la OTAN, pero de momento
no han dado el paso de entrar. ¿Solo formarán parte de la Alianza
Atlántica si hay una agresión rusa?
R. Aquí
es donde vuelvo a lo de ‘corazón caliente, cabeza fría’. Vivo a 500
metros de Santa Croce, la tumba de Maquiavelo. Voy a parafrasearlo,
porque no recuerdo la cita ni puedo encontrarla, pero dijo algo así como
que la clave de la supervivencia de los Estados pequeños es el
'timing', la gestión de los tiempos. Y creo que eso es lo que están
pensando ahora países como Finlandia y Suecia.
Queremos asegurarnos de no agravar la crisis actual y convertir el
noreste de Europa en otro punto caliente de la guerra.
Estoy seguro de
que ahora mismo los dirigentes finlandeses y suecos están conversando
con nuestros socios de la OTAN. Por suerte, Finlandia tiene una defensa
fuerte e independiente, disponemos de 64 F-18, y acabamos de pedir más
F-35 [ambos, modelos de cazas estadounidenses]. Siempre hemos realizado
entrenamientos con las tropas de la OTAN, participamos en las
operaciones de la OTAN en Afganistán... Nos sentimos muy seguros. Pero
creo que el cambio radical en las encuestas de opinión en Finlandia
también empujará a muchos de nuestros líderes políticos a pensar y
reflexionar sobre la pertenencia a la OTAN. Y al final, se convierte en
una cuestión del manejo de los tiempos.
P. Durante su tiempo en la política, coincidió con Putin en
varias ocasiones. ¿Qué pensó de él entonces y cómo ha cambiado su
visión?
R. He estado en la misma habitación
con él cuatro veces, siempre como ministro, en la delegación de dos
presidentes y un primer ministro. Es una persona muy preparada, racional
y analítica. Se conoce a sí mismo y tiene un círculo muy cerrado de
asesores de confianza. Toda la especulación, las teorías que hablan de
una persona que está fingiendo estar loco solo para incitar el miedo en
el otro lado o aquellos que están intentando descifrar su estado
mental... Mira, nadie lo sabe y no tiene sentido intentarlo. Pero lo que
sí sabemos es que no es estúpido, eso seguro. Si lo fuera, no llevaría
20 años al frente de Rusia.
P. ¿Occidente ha entendido demasiado tarde lo que realmente quería Putin?
R. Sí, completamente. Creo que hubo una oportunidad para acercar a
Putin y a Rusia a la esfera europea y occidental, entre 2001 y 2003. Es
muy fácil decir ahora, en retrospectiva, lo que deberíamos haber hecho
en ese momento. Pero las campanas de alarma tendrían que haber empezado a
sonar más en 2007, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, y desde
luego después de la guerra de Georgia.
Di un discurso después de ejercer como mediador de paz en Georgia al
frente de la OSCE. Entonces esbocé la perspectiva de las amenazas que
vemos hoy. Y si hay una cosa en la vida en la que de verdad, de verdad,
de verdad quería equivocarme, era esa; pero por desgracia di en el
clavo.
P. Si intenta ver las cosas desde el punto de vista de Putin, ¿tienen sentido sus reivindicaciones geopolíticas?
R. No puedo decir que tengan sentido para mí, pero sí puedo señalar lo
que ha dicho bien claro: que quiere restablecer la Rusia histórica, es
decir, la Rusia del siglo XIX. Y para él, significa tres pilares. Un
idioma ruso, una religión ortodoxa y un líder, él mismo. Y quiere que
este sea su legado. Primero recupera Bielorrusia, luego Ucrania y
entonces puede decir 'he hecho a Rusia grande de nuevo'. Es el efecto
Trump, supongo, de la megalomanía nostálgica.
P. ¿Cree que, como dijo el alto representate para la Política Exterior, Josep Borrell, ha nacido la Europa geopolítica?
R. Sí, sin ninguna duda. Europa vuelve a avanzar gracias a una crisis.
Tras la caída del Muro de Berlín en 1989, hubo un movimiento inmediato
para profundizar y ampliar la Unión Europea, tuvimos el Tratado de
Maastricht, más tarde llegó el euro y, finalmente, la incorporación de
más miembros. Todo el proceso duró 15 años, desde 1989 hasta 2004...
Luego llegó la crisis financiera e hicieron falta cuatro años para
establecer el mecanismo de estabilidad europeo. Con el covid-19
necesitamos cuatro meses para establecer el mayor paquete de rescate de
la historia financiera europea, incluyendo, por supuesto, la
mutualización de la deuda.
Y ahora, en solo cuatro días, hemos dado los
mayores pasos en la política exterior y de defensa común europea que se
hayan dado nunca, incluyendo el envío de armamento a Ucrania por valor
de 500 millones de euros. Esto va más allá, Europa se ha hecho mucho más
fuerte gracias a esta crisis. Nunca antes habíamos estado tan unidos,
todos en el mismo barco. Putin nos ha hecho el trabajo.
Siempre he dicho que no es el presidente el que hace la agenda, es la agenda la que hace al presidente. Ursula von der Leyen
hizo todo lo correcto con la pandemia. Su mandato comenzó mencionando
que necesitábamos una comisión geopolítica. Pues ahora estamos haciendo
geopolítica con esteroides, imponiendo sanciones que nunca habíamos
visto antes. Estamos enviando armas como nunca antes lo habíamos hecho.
Macron lleva tiempo hablando de la necesidad de tener una defensa
europea. ¡'Boom'! Bajo su mandato, recibimos el mayor impulso que jamás
hayamos visto. Me siento bastante cómodo con la dirección que está
tomando la Unión Europea en este momento.
P. A la hora de aumentar la presión sobre Putin y, en algún
momento, apostar por la diplomacia, siempre habrá que dejarle una vía de
escape. Viendo el avance de las tropas rusas en el terreno, ¿cuál
podría ser?
R. Me gustaría comparar esto con
Georgia, pero no puedo, porque para Rusia, Georgia fue un asunto
pequeño. Ucrania es existencial para Putin y sabe que no puede
permitirse perder. Por eso va hacia una gran guerra y a cambio espera
conseguir un gran acuerdo de paz. El resultado final puede ser uno de
los siguientes: que le hagan retroceder, que se quede con la mitad de
Ucrania —en otras palabras, que sea dividida entre el este y el oeste— o
que llegue hasta el final como ha dicho y se haga con el control del
país.
No sabemos lo que va a pasar, pero el problema para la diplomacia
es que no hay un mediador neutral en este momento. Deberíamos tener a
alguien como Angela Merkel, en quien Putin confíe, pero todavía no
estamos en esa etapa. Estamos en un punto muerto y es muy difícil
mediar.
P. ¿Cómo apaciguar a Putin?
R. No puedes apaciguar a Putin. Se acabó, hemos superado el punto de no
retorno. Podemos tratar de conseguir un alto el fuego, pero todos
entendemos que la situación no va a volver a la normalidad hasta que
Putin se vaya y, en mi opinión, el cambio de régimen solo puede ocurrir
desde dentro de Rusia.
Mientras tanto, hay que recordar que van a quedar
total y completamente aislados. Esto no solo incluye la economía,
también las finanzas, la cultura, el deporte, el transporte, la energía,
los servicios, todo. Rusia se va a convertir en una enorme Corea del Norte
con la que nadie quiera comerciar ni colaborar de ninguna manera.
El
10% de nuestro comercio es con Rusia y todo ha desaparecido de un
plumazo. El precio que estamos pagando en Europa es el aumento del coste
de la energía. Creo que es un pequeño precio a pagar por la libertad si
lo comparas con lo que los ucranianos están haciendo, pagando con sus
vidas en este momento.